Les llaman las “hormiguitas” y, en un solo momento, de una madrugada, se puede ver hasta a 100 de ellas entrando cargadas con gasolina por Guana, en el municipio Guajira, al norte del estado Zulia, limítrofe con Colombia.
Se trata de camiones tipo F-350 o F-750 con decenas de “pipas” —como les dicen— organizadas en pirámide. Cada una de esas “pipas” almacena 250 litros de gasolina que traen de Maicao.
Las caravanas de camiones, que entran a diario por este punto, con el combustible colombiano, pertenecerían a guajiros venezolanos, quienes manejarían el negocio del contrabando inverso de gasolina —ahora de Colombia a Venezuela—, con la anuencia de guardias y policías de este país.
No se trata de algo nuevo. Los lugareños y algunos implicados en menor escala lo remontan a enero de este año, antes de que llegara la pandemia.
“Comienza automáticamente con la crisis de la gasolina, pero ahorita se acentuó, durante la cuarentena”, denuncia a El Tiempo el diputado opositor Virgilio Ferrer, representante de las etnias indígenas en el Parlamento.
De 3,2 millones de barriles de petróleo que produjo Venezuela por día, 12 años atrás, actualmente se producen unos 400.000. AFP reportó que el sistema refinador venezolano, con capacidad instalada para procesar 1,3 millones de barriles diarios de crudo, funcionó apenas a 12% de su capacidad durante el primer trimestre del año.
Esta semana, sin embargo, el cuestionado mandatario Nicolás Maduro aseguró que se habían recuperado dos refinerías. “Ya Venezuela está produciendo todo lo que necesita para el consumo interno”, dijo.
Pero el contrabando de gasolina desde Colombia es una actividad que está en crecimiento. Y es algo que, de manera menos masiva y periódica, han comenzado a hacer también particulares, en camionetas más pequeñas, tipo Jeep Wagoneer. “Esta es una economía que está muerta. Ese tipo de personas sobreviven así”, acotó el diputado Ferrer.
Dos o tres veces por semana, estos particulares salen de Guana antes de que salga el sol, atraviesan la frontera por la trocha, llenan unas cuatro o cinco pimpinas de entre 20 y 50 litros, en las estaciones de servicio de Maicao, y regresan a Venezuela en las primeras horas de la tarde.
Lo que traen lo distribuyen entre miembros de sus propias comunidades, fuertemente afectadas por la falta de suministro de gasolina, así como de electricidad, agua y gas doméstico.
El estado Zulia, de hecho, parece un “pueblo fantasma”. Avenidas como la Perijá, que otrora eran altamente transitadas por vehículos actualmente están desoladas, tan desoladas que los niños las han comenzado a aprovechar para jugar. En las autopistas, en vez de vehículos se ve a personas caminando desde horas de la madrugada.
Y abundan historias como las del hombre que falleció porque no hubo carro con gasolina para llevarlo hasta el hospital o la del vecino que tiene el carro guardado porque en cinco meses no ha podido ponerle gasolina, y porque no ha recurrido, como muchos, a llevarlo a Colombia, donde lo convierten en chatarra.
“El Zulia está olvidado”, lamentan sus habitantes, quienes aseguran que la gasolina iraní casi no llega a este punto. “Maracaibo quedó en la lona”, agregan.
La situación forzó al gobernador chavista, Omar Prieto, a autorizar, a mediados de septiembre, que los empresarios privados que administran las 24 estaciones de servicio internacionales de la entidad importaran gasolina. Aunque negó que entraría por la frontera con Colombia, sino vía marítima, los habitantes han visto las tractomulas foráneas que, aseguran, ingresan por el paso formal de Paraguachón. El diputado Ferrer lo confirma.
Por tratarse de una gasolina “Premium” o “Superpremium”, como las definió Prieto, su valor está por encima de los 0,75 centavos de dólar el litro. La iraní se vende 25 centavos más barata.
La referencia que dieron a El Tiempo del valor de la contrabandeada es de 3.000 pesos colombianos por litro. Pero en algún punto del trayecto de Colombia a Venezuela, esa gasolina es adulterada. “La ligan cuando llega acá”, lamentan consumidores a los que se les han dañado los carros por este motivo.
Hasta hace no mucho, el contrabando que hacían estas personas era a la inversa: de Venezuela a Colombia. Y no tanto de gasolina, como de hierro, cobre, bronce y aluminio. “Como lo hacíamos de acá pa’llá, lo hacemos ahora de allá pa’cá”, dice a El Tiempo uno de esos particulares que ahora trae gasolina de Colombia.
Antes de contrabandear, muchos de ellos habían sido mineros en Carbones de La Guajira SA. Previo a la llegada de Hugo Chávez, ganaban bien. Algunos lo aprovecharon y compraron camiones, los mismos que hoy usan para dedicarse a este tipo de actividades.
Otros estados fronterizos como Táchira y Bolívar se estarían abasteciendo también con gasolina contrabandeada. En el caso de Bolívar, y según explicó a este diario una persona involucrada en el negocio, remontan la actividad a marzo, cuando comenzó la cuarentena y se agudizó el desabastecimiento de gasolina. Como Zulia, Bolívar ha sido de los estados más afectados.
El combustible pasa también en camiones, pero desde Guyana. La frontera con Brasil la definen como muy delicada. También cuentan con la anuencia de la Guardia Nacional Bolivariana.
Al igual que en Zulia, se comercializa solamente a lo interno de la entidad fronteriza, aunque, en este caso, tiene una variante: su precio va aumentando a medida que se aleja de la frontera y se transa en gramas de oro. Una pimpina de 70 litros, por ejemplo, cuesta 4,5 gramas de oro.
Con eso están resolviendo afectados habitantes de esta entidad, quienes aseguran tener al menos dos meses sin poder abastecerse de manera regular en estaciones de servicio.
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