Entrar a una cafetería y beber rápidamente en la barra un café corto, concentrado y con un aroma intenso, es uno de los rituales más extendidos en Italia. Es el café espresso, que comienza hoy, coincidiendo con el Día Internacional del Café, su carrera para convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Unesco.
Hasta noviembre de este año, la bebida que acompaña a los italianos en cualquier momento del día buscará pasar a formar parte de la lista de la Unesco de la mano de una serie de iniciativas para dar a conocer la importancia de esta tradición entre sus consumidores.
El Consorcio de Tutela del Café Espresso Italiano Tradicional (CTCEIT) ha anunciado la creación de la «Comunidad del Ritual del Café Espresso», que estará en el centro de la campaña.
«El café espresso en Italia es mucho más que un ritual diario», explica Giorgio Caballini di Sassoferrato, presidente de CTCEIT. «Una parte fundamental de nuestra cultura y nuestra sociabilidad gira en torno a este simple gesto que millones de italianos hacen cada mañana», añade.
Desde productores artesanos a consumidores (tanto italianos como extranjeros) están invitados a formar parte de esta Comunidad, según explica Luigi Morello, presidente del comité científico del CTCEIT.
Añade que su objetivo es unir a todas las comunidades cafeteras regionales del país que, pese a sus peculiaridades, «comparten los mismos valores: inclusividad, cultura, sociabilidad, historia y tradiciones».
Para acompañar la candidatura, el consorcio ha lanzado una recolección de firmas, además de invitar a los miembros de la comunidad a participar en la creación de un libro electrónico que recoja en distintos formatos experiencias significativas para ellos en torno a este ritual.
Un 95% de la población del país mediterráneo afirma beber el espresso, y es que en 2018 el consumo per cápita de café en Italia fue de 5,9 kilogramos.
Quedan lejos, sin embargo, de los 12 kg anuales que beben los finlandeses, los más cafeteros del mundo.
Las primeras máquinas para preparar el espresso se crearon en Italia a finales del siglo XIX, cuando solo lo consumía la burguesía iluminada y los intelectuales, para los que las cafeterías se convirtieron en el foro donde reunirse e intercambiar ideas.
Después del desarrollo de estas máquinas, muchas veces diseñadas por las firmas italianas más prestigiosas, el espresso se extendió por todo el país y se convirtió en una costumbre esencial para cualquier italiano.
En noviembre, esta campaña que inició su recorrido en 2016 con la presentación de la candidatura ante la comisión nacional de la Unesco, llegará a la meta.
Será entonces cuando conozcamos si el espresso acompañará al flamenco, la dieta mediterránea o la pizza napolitana elaborada tradicionalmente en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
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