La ONU fue creada hace tres cuartos de siglo, en medio del espanto causado por el uso de las armas nucleares. Que no hubiese nuevos conflictos armados -veníamos saliendo de la Segunda Guerra Mundial- fue, no la única, pero sí su principal misión. Mirando su historia, podría decirse que el balance ha sido positivo, pues ciertamente el mundo es mejor de lo que hubiera sido sin ella. Pero, por otro lado, su acción se ha hecho cada vez menos efectiva y cada vez más cuestionada. El mundo se ha transformado más rápidamente y más a fondo que la ONU y esta ya no es la esperanza que alguna vez representó, dado que su futuro ya no es como era antes.
En suma, de acuerdo con lo que han señalado muchos estudiosos del tema, hoy en día luce como un organismo que pareciera desbordado por las circunstancias que ahora determinan el desempeño del planeta, además de que no cuenta con los medios necesarios para poder actuar en las grandes cuestiones políticas, económicas, demográficas, culturales, sociales, ambientales sin descontar, desde luego conflictos bélicos de distinta naturaleza que dibujan el mundo que hoy vivimos y, sobre todo. Carece, así pues, de las herramientas para garantizar la gobernabilidad de un planeta marcado por una agenda de problemas que la desborda claramente. No tiene el suficiente liderazgo ni el empaque institucional idóneo para manejar un contexto de tan complejas y diversas interdependencias.
A propósito de lo anterior no puede dejarse mencionar el problema de diseño que implica, entre otros aspectos, el poder de veto que tienen los países miembros del Consejo de Seguridad, integrado por Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido, un derecho anacrónico que les permite proteger sus intereses geopolíticos y entraba la acción primordial de la ONU, vale decir, salvaguardar la paz, la seguridad internacional y los derechos humanos.
Derechos humanos de cuarta generación
A propósito de los derechos humanos, actualmente estos deben entenderse también dentro del marco de lo que significan los grandes avances tecnocientíficos como factor que modifica el escenario en el que aquellos se manifiestan y desenvuelven. Ello resalta enormes diferencias con respecto al contexto vigente cuando se consagró la declaración universal de los derechos humanos de 1948, por lo que se han abierto desde entonces nuevas “generaciones” de derechos humanos.
Este conjunto de derechos ha ido tomando forma en las últimas décadas, abriendo el camino para una mayor protección de los ciudadanos, a través de los derechos de primera, segunda y tercera generación a los que se añadió una cuarta, que incluye todo lo referido al escenario caracterizado por los cambios tecnocientíficos.
La revolución tecnológica ha redimensionado, en efecto, las relaciones del ser humano con sus semejantes y, adicionalmente, los nexos entre el ser humano y la naturaleza, así como los vínculos del ser humano consigo mismo, aspectos todos que inciden en la esfera de los derechos humanos. En el curso de estos últimos años, pocas cuestiones han suscitado tan amplia y heterogénea inquietud como las referidas a las relaciones del ser humano con el medio ambiente en el que se halla inmerso y que condiciona su existencia hasta el punto que puede llegar a ser destruido por él. De igual modo, las nuevas tecnologías han contribuido decisivamente a un conocimiento más radical del propio ser humano, en virtud de los avances de la ingeniería genética y la biotecnología, que han permitido ahondar en las intimidades genéticas de la vida e incluso abierto las posibilidades de cambiarla.
¿Se nos acaba el tiempo?
Marina Mazzucato, considerada una de las mejores economistas del mundo, señala, con argumentos y datos, que la oportunidad de lanzar una revolución climática se está achicando y que necesitamos actuar rápidamente para alcanzar el concepto de una “buena vida verde”. El mundo, añade, se está acercando a un punto de inflexión en el cambio climático, “ …cuando proteger el futuro de la civilización exigirá intervenciones dramáticas, lo cual requerirá una revisión a fondo de los sistemas de gobierno corporativo, finanzas, política y energía”. De una u otra forma, el cambio radical es inevitable. El corononavirus lo ha puesto en evidencia.
Según sus pronósticos y los de otros expertos, nos queda poco tiempo para realizar la tarea que impida una crisis que compromete le médula de la civilización humana. La lucha contra el cambio climático y la defensa del medio ambiente pasa, por tanto, por incluir al futuro a la mesa en el diálogo mundial.
Habla Guterres
En la ocasión de celebrarse, hace pocos días, los 75 años de la ONU, António Guterres, su secretario general, hizo declaraciones importantes enmarcadas, sobre todo, en el tema de la pandemia. He aquí un extracto de ellas.
Estamos ante una crisis sanitaria mundial nunca vista historia de las Naciones Unidas, que está propagando el sufrimiento humano, infectando la economía mundial y trastocando la vida de la gente… Es casi seguro que se produzca una recesión mundial, quizás también sin precedentes. Se trata, sobre todo, de una crisis humana que requiere solidaridad. Nuestra familia humana está estresada y el tejido social se está rasgando. La gente está sufriendo, enferma y asustada. Las respuestas actuales a nivel nacional no tienen en cuenta la escala mundial ni la complejidad de la crisis. Lo que se necesita en este momento es la acción política coordinada, decisiva e innovadora de las principales economías del mundo. Debemos reconocer que los más afectados serán los países más pobres y los más vulnerables, especialmente las mujeres. La idea central que quiero transmitir es clara: estamos en una situación sin precedentes y ya no se aplican las reglas de siempre. No podemos recurrir a las herramientas usuales en tiempos tan inusuales. La creatividad de la respuesta debe estar a la altura de la naturaleza única de la crisis, y la magnitud de la respuesta debe estar a la altura de su escala. Llamo a los líderes mundiales a que aúnen esfuerzos y den una respuesta urgente y coordinada a esta crisis mundial. «Esta es, sobre todo, una crisis humana que llama a la solidaridad».
En sus palabras, Guterres transmite el mensaje de que hay que fortalecer y “aggiornar” a la ONU para que pueda acompañar de manera más efectiva a la humanidad frente a los desafíos que actualmente asoma el mundo.
¿Somos terrícolas? Aún no
En fin, aún no ha calado en nosotros la idea de vivir en un planeta cuyo destino nos convoca a todos. No nos reconocemos como terrícolas, pues. Seguimos mirándonos el ombligo patrio.
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