Todo aquel que aporta su piedra en el dominio de las ideas, todo aquel que advierte un abuso, todo aquel que marca con una señal la maldad para que sea eliminada, pasa siempre por ser inmoral
Honoré de Balzac (Prólogo de La Comedia Humana)
Mercado internacional
La crisis económica actual se refleja en todos los ámbitos. En las últimas décadas el arte ha sufrido una metamorfosis –a través del surgimiento y posterior consolidación– del mercado chino, la globalización de las redes, la diversificación de la oferta y las técnicas, la inmediatez de la difusión de la información, la fluidificación de las transacciones o la intervención directa de mercaderes de arte en el mercado. Todo ello ha servido para distorsionar las referencias.
Las transacciones de arte, a nivel mundial, cambiaron. China apareció en un mercado donde antes no tenía presencia. Y su enorme población ha cambiado la permuta generando especulación. Inicialmente, intentaron promover muchos artistas locales. Los inversionistas mundiales se lanzaron a comprarlos, logrando precios impensables, en unos desconocidos. Pocos sobrevivieron a esa feria. Finalmente, los coleccionistas auténticos chinos se inclinan –después de una década– por las antigüedades y las estéticas chinas tradicionales, en su gran mayoría. Como colofón sí hay una posesión en el mercado, colocándose China casi a la par de USA y Londres –donde reiteradamente, siempre ocurren los récords de venta.
Actualmente los países que más venden arte son USA, China, Reino Unido, Francia y Alemania –en ese orden–. Eso quiere decir que las mayores transacciones mundiales se centran en esos países. Obviamente, el arte occidental solo se vende en esta parte del mundo. Para el año 2018, la casa de subasta que aparece con más volumen de ventas es Sotheby’s –ubicándose muy cerca Christie’s. Le seguirán –con distancia–, Phillip’s, China Guardian y Poly Auction (Hong Kong).
En el mercado mundial del arte todos los géneros estuvieron en alza. El Arte Antiguo (Antiquites) aumentó en un 92,6% – pero este solo representa el 5% de la oferta general. Entendiendo que solo quedan muy pocos maestros antiguos que ofrecer. Recordemos que para el 15/11/2017, se generó un gran revuelo con la venta, en Christie’s de Nueva York, de la pieza Salvator mundi de Leonardo da Vinci. Una pequeña pieza de tan solo 65,7 x 45,7 cm, que fue rematada en más de $ 450.000.000 (incluyendo el Premium de la casa) que fue adquirida por la casa real de Arabia Saudita. Lo que indica que hay avidez por los maestros antiguos, pero las propuestas son muy escasas, ya que la mayoría está en los grandes museos del mundo.
Los maestros del siglo XIX subieron un 27% en ventas, en 2018. Entre estos los más cotizados son Van Gogh, Gauguin, Monet y Cézanne.
Entre los considerados modernos su oferta aumentó un 24%, siendo Picasso y Giacometti los más deseados. Artistas de la posguerra subieron un 18,5% y los contemporáneos un 25% donde J.M. Basquiat y David Hockney son solicitados. También Jasper Johns, Mark Rothko y de Kooning. Los artistas Jeff Koons, Damien Hirst y Anselm Kiefer bajaron la apetencia – a pesar del gran mercadeo que los acompaña. Llama la atención que un artista como Bansky –negador de las políticas del mercado– se convirtió en un artista muy buscado.
Habría que destacar que el mercado inmobiliario ha aumentado tanto en Europa como en USA. Y también los impuestos.
Latinoamérica
En este panorama Latinoamérica solo representa el 2% del mercado global. No es poca cosa si consideramos las cifras totales. Pero las crisis políticas de la región se han reflejado, duramente, en esa plaza.
México, Argentina, Brasil, Colombia y Venezuela han sido los mercados más competitivos de la región. Sotheby’s cerró las ventas latinoamericanas y sus artistas, de más renombre, pasaron a las ventas contemporáneas. Esto significa que los emergentes tienen pocas posibilidades de comercialización y solo los maestros consolidados pueden competir en esos mercados. Christie’s sigue apostando por las subastas de latinoamericanos. Afortunadamente.
Los resultados de las recientes subastas no son alentadores. El mercado más sólido e importante que es México está con reservas en sus compras. Solo Tamayo superó los récords. Y, paradójicamente, solo las piezas coloniales tuvieron compradores y en alza. Brasil solo apostó a Sergio Camargo. Y en Colombia solo tuvo récords Olga de Amaral y Alejandro Obregón. Ni siquiera Botero llegó a los estimados.
Venezuela
Vivimos una de las crisis económicas más insólitas de nuestra historia. Ni siquiera cuando el mercado inmobiliario se desplomó, ante la caída de la dictadura de Pérez Jiménez en 1958, se ha vivido algo semejante. Mientras comestibles, medicinas, repuestos o los condominios crecen exponencialmente sus costos, se desploma el mercado inmobiliario y del arte. Hay especulación, en dólares, ante la carencia de los productos de primera necesidad.
Un apartamento de 100 m2, en una zona clase media, podía cotizarse, hace unos años, en $ 120.000. Hoy en día puede venderse en una tercera parte de su valor. Las oficinas de más lujo, cuyos precios oscilaban por los $ 3.000, se venden en $ 400 por m2. Un panorama desolador pues significa que, el principal bien de una persona de toda su vida, se perdió. En ese medio, los artistas de trayectoria y meritorios –que no estén insertados en el mercado internacional– están sufriendo una afectación considerable. En las últimas subastas de Nueva York el único artista que batió récord fue Gerd Leufert.
Una pequeña pieza del maestro Marcos Castillo era ofrecida hace quince años en $ 7.000. Hoy no superaría los $ 1.500. A eso se le suma un cambio en los gustos. Los más jóvenes se decantan por piezas abstractas y geométricas. O se fueron del país. Es un verdadero drama que está afectando al coleccionismo nacional, tanto de inversionistas, como a los artistas y su larga cadena comercial (galeristas, revendedores, fotógrafos, diagramadores, impresores, marqueteros, etc.).
Ante este desolador panorama han aparecido deformaciones. ¿Es ético vender una obra que fue desarrollada en la década de los 70 y que, después de evolucionar hacia otros géneros en el tiempo, como estos no se venden, se vuelva a pintar a la manera de los setenta? ¿ Se considera correcto que se reproduzca una pieza original –con la técnica del gliceé– para reproducir una obra, de manera serial, y en algo hasta cierto punto falaz, para dar una impresión engañosa de un original? ¿Es justo apoyarse en la tecnología para mentir y afectar directamente al propietario del original? ¿Se dará cuenta el artista de que está perjudicando seriamente su propia credibilidad y de que a la larga eso le traerá serías consecuencias en su trayectoria? ¿Imaginan a Cézanne pintando de manera académica porque sus cuadros no se vendían?
Son preguntas que nos hacemos sin más intención que abrir el debate para la discusión. ¿Es un tema de actualidad, de moral o simplemente de supervivencia?
Noviembre 2018
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