Tras la ruta larga duelen las plantas de los pies y en el receso se obliga la mente a caminar por súbitos parajes. Entre muchos, a pensar la música y escuchar las reflexiones, mirar literatura y leer cine. Lo dice el dicho, con “los cables cambiados”. Será por eso que la reciente película del venezolano Jonathan Jakubowicz induce a esa nueva perspectiva que en vez de señalar aciertos o fallas formales en las obras creativas, busca en ellas el trasfondo, la síntesis de algún mensaje vital para buen uso del receptor promedio. Así, el arte pasa a la dimensión de ciencia que redime y esta se revierte en mito. Ambos nacen de la imaginación sin límites. Si lo dejan, el robot puede aniquilar o resucitar a su inventor.
Resistir implica soportar, aguante, guáramo en jerga venezolana. Si un soldado está sin armas en una batalla campal es porque sus cobardes jefes lo empujan a una tarea suicida y si va blindado para aniquilar paisanos adversarios casi desnudos, lo adoctrinaron y es un asesino fratricida. Al contrario, en la trama del filme titulado Resistencia –Premio de la Paz del Cine Alemán 2020– el protagonista desarmado combate cuerpo a cuerpo contra su criminal opositor mediante un recurso instintivo de pulsión vital aplicando métodos preventivos y defensivos que culminan en misión cumplida. Es historia documentada que a fondo investigó el creador de la cinta.
Es lo que hace su personaje Marcel Mangel (1923-2007), hijo sumiso y ayudante en la carnicería de su padre judío pasivamente ortodoxo. En un París de la Francia ocupada por las tropas nazis. Su vocación por la pintura se oculta ante la autoridad paterna, pero a la hora frontal de urgencia entre las opciones de ser víctima, sobrevivir y renacer, de repente se rebela y transforma por vía emocional. Así surge el actor de genial aptitud mímica, igual para drama y comedia. Luego, por varias décadas su oficio del arte comunicacional sin sonidos, promueve terapia presencial a la manera de un diálogo entre mudos, desde el escenario para un público universal que lo admira cada día más.
Es biografía personal y crónica colectiva en ficción. Entre sombras clandestinas y su nuevo apellido Marceau, el joven Marcel descubre su talento y se integra a la poderosa Resistencia Francesa que al principio sin armamento bélico, por medio de múltiples activos ingenios, cada uno desde su particular habilidad, se une en bloque hacia un objetivo común. Y al comprender que solos no pueden con tan difícil hazaña, solicitan ayuda material foránea que los sustente.De modo que combinados los de adentro y afuera, logran rescatar a millares de niños destinados al exterminio en cámaras de gas.
Autor de esta obra-lección, en el sentido artístico del vocablo, Jonathan Jakubowicz, ampliamente reconocido director y guionista por dos cintas de importancia, Secuestro Express (2006), cruda denuncia del comercio delincuencial revolucionario que motivó el intento del presidente Hugo Chávez de llevarlo a juicios. Y desde el exilio Manos de piedra (2016), sobre el famoso excampeón boxeador panameño Roberto Durán, producciones que resaltan el tema del duro resistente en dos opuestos términos, el de los desarmados individuos frente a la criminalidad organizada y el de la terca, limpia experticia deportiva, fuerzas de voluntad que resisten los obstáculos. En ambas evidencia su eficiente manejo del hollywoodense suspenso fílmico lleno de obvias triquiñuelas, recurso necesario para sin prisa ni pausa conectar al espectador mayoritario que atrapado en el asunto se identifica de inmediato con los heroicos luchadores y finalmente proyecta su interés por participar en la dimensión política de una propia y exitosa Resistencia.
Dirigentes y dirigidos, activos y hartos, perseverantes y resignados, opositores todos, pueden hallar inspiración para reinventarse en esta oportuna muestra fílmica que sustentada en experiencias testimoniales directas, al decir de la admiración popular ya mundial “es de película”.
Otro eficaz instrumento de y para la liberación.
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