La palabra masón, según los antiguos investigadores de la masonería, viene de un vocablo egipcio: Phree Messen, que traduce “hijo de la luz” o “libre constructor”. La masonería tiene como finalidad el descubrimiento del verdadero ser interior y el conocimiento de sí mismo. El símbolo es el arquetipo en el verdadero arte, nunca debe hablar al sentido, sino que debe excitar la imaginación.
El ser humano primigenio no materializaba sus pensamientos hasta que surgió el mundo ilusorio y creyó todo lo que sus sentidos le transmitían, abandonó la intuición objetiva, por lo tanto, los símbolos tienen como objetivo levantar ese velo que tiene cada sentido que le oculta la verdadera luz. El ser humano en sus inicios, tuvo que materializar la idea de Dios, y le construyó templos físicos.
La masonería, por medio de los símbolos, te indica un sendero para regresar al estado primigenio, construyendo templos, no físicos, su templo interior, donde anidan sus virtudes y el conocimiento. Ya lo decía nuestro Q.H. René Guenon: ”Todo lo que surge del conocimiento iniciático de ninguna manera podría ser objeto de cualquier clase de discusión, porque esta es un proceder profano».
La iniciación es una ceremonia, ritualista y simbólica de un profano que fue considerado digno de ser miembro de la masonería. El masón, en el sendero iniciático, comprende que el universo es el templo de Dios (macrocosmos), y su cuerpo es parte de ese gran templo (microcosmos), y E.G.A.D.U. mora dentro de él mismo. Como lo decía el gran filósofo Sócrates: “Conócete a ti mismo y conocerás el universo, sus leyes, su Creador», es autoconocimiento para acceder a la sabiduría filosófica. Conócete a ti mismo para conocer la sabiduría y el nivel de lo divino. Esta frase es una reflexión de uno mismo, ya lo decía el mismo Sócrates: ”Una vida sin reflexión no vale la pena vivirla”.
La masonería no es estática, ni pasiva, es operativa, y lo especulativo está en el autoconocimiento: un masón está construyendo constantemente su templo interior, es un obrero y un albañil de su obra interior. El masón es receptivo y le demanda un esfuerzo constante de asimilación, es activo, no contemplativo. En lo pasivo se aportan datos que deben ser aprendidos, no importa si no son comprendidos y asimilados, por lo tanto, la actividad “interior” se encuentra totalmente limitada. El ser humano en este plano denso está velado, por no decir ignorante, del conocimiento superior y llega al punto de combatir todo lo que sea “esotérico” y tradicional. Como no hemos podido escuchar a nuestro padre interior, él nos instruye por medio del mensaje de los símbolos, para hacernos volver interiormente al corazón, el altar de la Divinidad.
Todo iniciado debe todos los días entrar en su templo interior por medio de la meditación para recibir los mensajes de la Divinidad. Guenon dice: «Los verdaderos ritos iniciáticos y los símbolos tradicionales son de origen no humano» y tienen siempre «como meta poner al ser humano en relación con algo que rebasa su individualidad».
La pasividad no es propia del sendero iniciático, es del camino místico. Tenemos claro que la persona espiritual actúa con la fuerza de Dios, cuando él viene a reunirse con él. En el místico, la pasividad es vivir la humildad en la renuncia a lo material y colabora con Dios en la salvación de la humanidad. Viven en la contemplación pasiva.
La masonería no es mística y menos pasiva. La masonería es un sendero donde se combaten las bajas pasiones, la hipocresía, la ambición desmedida por medio del autoconocimiento y la “voluntad” para llegar a la perfección y vibrar a los niveles de las vibraciones de los planos Superiores. El misticismo sostiene que el estado de perfección únicamente puede alcanzarse a través de la abolición de la “voluntad” y la contemplación pasiva. La pasividad en la vida mística ensalza las virtudes en la vida contemplativa. El maestro Jesús y sud apóstoles fueron operativos y especulativos, y por lo mismo lo atacaron, lo pasivo no nos lleva a ser discípulo de Jesús., quien dijo cuando les llegó la llama del Espíritu Santo: “Id por el mundo y predicad el Evangelio y lo que has visto en mi nombre”. Dios es el fin del hombre, y su espíritu tiene capacidad para más verdad, mucho más allá de la que le ofrece la Creación. Mucho más allá de lo físico, que con el esfuerzo racional no lo consigue. Aquí la razón humana no puede responder, solo conociéndote a ti mismo. La cadena iniciática no te ata, al contrario, te apoya para elevarte indefinidamente.
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