Por José Peña
Hoy en el mundo se vive una circunstancia dramática, la pandemia del covid-19, de la que no se conoce a ciencia cierta su magnitud, solo se sabe que ya es de alcance global. Los gobiernos de todas las naciones han impulsado un conjunto de medidas para tratar de conocer, y aislar los posibles casos de tal enfermedad para evitar su propagación; pero en todo caso, se desconoce el tiempo de duración de dichas medidas, porque aún no se tiene un medicamento o posible vacuna que pueda hacer frente a dicho coronavirus.
Entre las medidas se encuentran el aislamiento, pasivo y activo; la cuarentena y la suspensión de reuniones, entre otros, de actividades escolares, pero todas estas acciones consiguieron a la educación desprevenida, sin preparación, o limitada para ofrecer una respuesta efectiva.
En esta situación, los gobiernos han instado a las instituciones educativas que traten de mantener la actividad escolar apoyándose en la virtualidad, sin embargo, apreciamos que la opción que ha tomado la mayoría de dichas instituciones ha sido el uso del correo electrónico, para enviar y recibir asignaciones, enviar guías de ejercicio y remitir trabajos, entre otras actividades.
En este contexto, ¿dónde queda el real proceso de enseñanza? ¿Se puede lograr un aprendizaje significativo de esta manera? ¿Qué ocurre con el proceso de interacción docente-estudiante para aclarar las dudas y hacer del proceso enseñanza-aprendizaje un medio generador de los conocimientos esperados?
La realidad nos dice que en este escenario el maestro se desdibuja, se difumina y supedita su actuar a recursos poco interactivos, que no garantizan que el aprendiz crezca intelectualmente. Es por ello que la situación nos invita a reflexionar, no solo en la generación de políticas públicas educativas que respondan ante escenarios cambiantes y de necesidad, sino a repensar la escuela y reconceptualizar las aulas; que consideren situaciones sobrevenidas, y que esencialmente se enfoquen en la acción del maestro, que a pesar de enfrentar escenarios atípicos, no pierda su rol protagónico y continúe siendo el guía ejemplar que estará en todo momento frente a su espacio de clase.
Cuando me refiero a la reconceptualización de las aulas, lo hago en el sentido de no continuar mirando las cuatro paredes, sino adentrarnos en el entorno que mejor domina el estudiante, como es el de la virtualidad; y desde una verdadera aula virtual poder interactuar en “tiempo real” con ellos, desarrollando el contenido programático, viéndose y discutiendo con el grupo, desde espacios no convencionales de los acostumbrados.
Pero cuando centramos la mirada en el maestro, como conductor del proceso de enseñanza para un asertivo aprendizaje, lo vemos como un actor central, líder de una educación construida a partir del escenario tecnológico en el que se desenvuelven los jóvenes; constructor de ambientes de aprendizaje adaptados y adecuados con las características de su grupo estudiantil, que le permita interactuar y recrear el proceso de enseñanza de manera creativa. Para esto se requiere que el docente aprenda a utilizar las diferentes herramientas tecnológicas y aplicaciones que cada día se encuentran a la disposición de la comunidad de educadores; de modo que esto no es solo tarea de los docentes sino también de las instituciones educativas, que tienen la posibilidad de colocarse a la vanguardia al brindar nuevas posibilidades de enseñanza.
Con lo señalado no estamos diciendo que estamos descubriendo el “agua tibia”, porque existen instituciones, cuyo éxito se basa en esta opción, de modo que solo es una invitación que hacemos a los docentes, facilitadores, e instituciones educativas en general, que ante situaciones que alejan a los niños de las aulas, la escuela debe brindar una opción, que no solo garantice el aprendizaje de los estudiantes sino que no se sientan alejados de su espacio escolar.
Finalmente, así como la realidad histórica nos viene diciendo que eventos, como la actual pandemia del covid-19, o sucesos similares, estos continuarán ocurriendo y llevarán al cierre físico de las instituciones educativas, lo cual también nos muestra a la “escuela virtual” como una opción eficaz; y no me refiero a la virtualización de los procesos administrativos, sino a la generación de verdaderos ambientes interactivos de aprendizaje, como laboratorios virtuales, donde se puedan recrear escenarios de la historia y al que se inviten a los estudiantes a dar paseos, o visitas a museos y pinacotecas, de modo que el docente resulte insustituible para que no se pierda el vínculo maestro-estudiante, sino que se potencie su relación y se construyan aprendizajes más personalizados que atiendan a las necesidades y requerimientos del grupo de educandos.
Los tiempos cambian, y exigen del sistema educativo y de los modelos de enseñanza ser repensados para impulsar su verdadera transformación.
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