Las estadísticas no mienten. El mayor fracaso del socialismo del siglo XXI, peor que el desastre económico y ecológico, ha sido el resultado de estos 20 años de gobierno socialista en el campo educativo. Habría que hacer un tratado de varios tomos para narrar la debacle en este campo. Bastaría con ver el estado de la infraestructura física de las escuelas, liceos públicos y universidades para concluir que ese abandono es directamente proporcional al de la formación de la juventud a todo nivel.
Una de las banderas de los líderes de la llamada República Civil, que gobernó a Venezuela desde 1958 hasta 1998, fue la de exhibir con orgullo los avances que en el campo educativo se lograron en esos 40 años. Uno de ellos fue la masificación de la educación. No hubo pueblo de Venezuela en el que no se haya inaugurado una escuela o un liceo. Las universidades fueron creciendo de manera ordenada y su desideologización ayudaba a que ellas se centraran en la excelencia. De allí que una casa de estudios superiores como la Universidad Simón Bolívar haya sido galardonada durante varios años como la mejor en América Latina. De igual manera, la Universidad Central de Venezuela y la Universidad de los Andes merecieron distinciones continentales.
Eso lo acabó el socialismo del siglo XXI cuando vio en las universidades nacionales un enemigo político y comenzó a estrangularlas financieramente y a perseguirlas políticamente. Chávez y sus ministros empezaron a crear instituciones de educación superior paralelas a las universidades nacionales, no con el objetivo de ampliar la oferta educativa, sino con el deliberado propósito de hacerle sombra a las universidades nacionales.
La UCV, LUZ, ULA, UDO y otras constituían un escollo al propósito totalitario ideológico preconcebido del socialismo del siglo XXI. Esos parapetos universitarios fundados por Chávez son más centros de apoyo político al gobierno que instituciones de formación académica.
Aunado con esto, la crisis económica ha provocado una altísima deserción de estudiantes en todos los niveles de la educación. Deserción no solo de los estudiantes, sino de maestros y profesores cuyo salario no les alcanza ni para comer. Esto los lleva a dedicarse a otras actividades o a emigrar a otros países.
Es insólito ver cómo aulas de clases que en el pasado se encontraban repletas de estudiantes en donde faltaban pupitres, ahora es usual verlas vacías con escasos alumnos.
Durante los años de vigencia de la Constitución de 1961, si bien se masificó la educación había deficiencias en la calidad. Conscientes de ello cada año se le asignaba un porcentaje mayor del presupuesto al sector educativo. El último esfuerzo por abordar este problema se hizo a partir de 1995, cuando el gobierno del presidente Caldera contrató al premio Nobel de la Economía Douglas North, quien hizo una serie de recomendaciones generales con énfasis en la necesaria reforma educativa. “En particular hay que centrar la atención en preescolar y primaria para proveer a la gente de las destrezas y conocimientos necesarios para incrementar su productividad, de modo que puedan elevar su ingreso”. El Estado, siguiendo la recomendación, le asignó mayores recursos a los presupuestos subsiguientes en esas áreas. El esfuerzo se detuvo abruptamente con la llegada de Chávez a la Presidencia de Venezuela, en la que se priorizó la cuestión política ideológica por encima del propósito de buscar la excelencia en la calidad educativa. Todos los planes diseñados por el ministro Antonio Luis Cárdenas con apoyo de todas las fracciones políticas fueron abandonados por el gobierno de Chávez.
Al socialismo del siglo XXI nunca le ha importado la educación, su calidad, el mejoramiento profesional, el estado de la planta física ni nada de eso. Lo medular es lo ideológico-político. De allí que, por ejemplo, prácticamente se liquidó la Fundación de Edificaciones y Dotaciones Educativas (FEDE), encargada del mantenimiento de las escuelas y liceos públicos, trasladando la responsabilidad de ello a la comunidad educativa, sin el debido traslado de recursos. Resulta risible que en medio de la catástrofe económica del venezolano, en la que escasamente tiene para comer, dedique recursos de su bolsillo para mantener las sedes educativas de su comunidad. Ello es un insulto al venezolano.
Así podríamos narrar infinidad de ejemplos que demuestran la desatención al sector de la educación pública en el país, en la que se podría concluir que el fin es mantener al pueblo sin educación para poder dominarlo.
La excepción a la regla la constituyen los esfuerzos de Fe y Alegría y los que se siguen haciendo en el ámbito de la educación privada, en la que colegios y universidades privadas hacen un esfuerzo titánico para impartir en la medida de lo posible, una educación de excelencia.
El drama se agrava con la pandemia en un país con escasa conectividad, catalogado como uno de los peores países en el mundo en conexión de Internet, cuando en los años noventa estábamos en el top 10 mundial y primero en América Latina. Todo este desastre lo veremos reflejado en unos años cuando las necesidades de talento humano calificado aumenten en la Venezuela nueva postsocialista. Llevará lustros o quizá décadas recuperar el impulso que llevábamos en la República Civil. Pero hay que hacerlo. No queda de otra.
@JotaContrerasYa
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