Andrey Noskov se dedica al negocio inmobiliario y compró una casa completamente arruinada en las afueras de Detroit, Michigan, Estados Unidos, sin saber que tenía una colección de arte. El fin era refaccionarla. Pero lo que ni él ni su esposa Tamara imaginaron era que iban a encontrar en ella, entre los escombros y la humedad de la vivienda, una colección valiosa de obras de arte inuit.
La casa había estado vacía por muchos años tras el fallecimiento de su dueño, y la familia del propietario la vendió sin revisar demasiado lo que había en su interior. Así, abandonaron sin saberlo unas 40 láminas de dibujos y grabados inuit, correspondientes a los habitantes originarios del ártico, antiguamente llamados esquimales.
Dos docenas de estos grabados eran originales y estaban firmadas por artistas de la aldea inuit de Kinngait (antiguamente llamada Cape Dorset), en la región canadiense de Nunavut. Algunas de las láminas, incluso, estaban firmadas por la prestigiosa artista Kenojuak Ashevak.
«A medida que avanzábamos en el interior de la casa lentamente, nos dimos cuenta de que en realidad eran piezas muy valiosas e interesantes», dijo Tamara Noskov. «Algunas de las piezas más hermosas se encontraban en el garaje, debajo de la basura, debajo del papel podrido y todo tipo de cosas. Quizás simplemente no sabían lo que tenían en sus manos», agregó su esposa.
Las piezas
Los grabados que halló el matrimonio Noskov tienen su origen en la Cooperativa Esquimal de West Baffin, en la citada aldea de Kinngait. Esta entidad se ocupa de distribuir grabados, dibujos y esculturas a diferentes museos y coleccionistas privados.
En 2018, la cooperativa abrió el Centro Cultural Kenojuak, un lugar que funciona como centro comunitario, estudio y espacio de exhibición.
William Huffman, gerente de marketing de la oficina de Toronto de la cooperativa, dijo que es increíble lo prolíficos que han sido los artistas de la organización. Además, aseguró que «el valor monetario de sus trabajos se está disparando».
El gerente señaló que al principio las impresiones se vendían a solo 35 dólares, pero que hoy hay piezas que han llegado a venderse por miles de dólares. «El año pasado, un grabado de Ashevak (muerta en 2013), Búho encantado, se vendió en una subasta por 216.000 dólares, el precio más alto para una pieza de ese tipo de arte».
Luego del increíble hallazgo en la deteriorada vivienda de Detroit, los Nosvok publicaron fotos de la colección de arte en su página de Facebook. Así se contactaron con Adnan Charara, un galerista amigo, que los ayudará a vender las piezas. Aunque no todas, ya que Tamara Noskov aclaró que piensa quedarse con algunas de las obras que más le gustan.
El galerista, que tiene un centro de exhibición de arte en Detroit, señaló que algunas de las piezas se encontraban dañadas, con moho y con muchas manchas. Otras tienen «rasgaduras y arrugas», pero que la mayoría de ellas pueden ser recuperables.
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