En estos tiempos de tantos desajustes morales, en los que la ciudadanía, muy especialmente los jóvenes, llegan a pensar que “todo está dañado”, que no hay nadie en quien valga la pena creer, es menester darle a las nuevas generaciones de Venezuela información y datos de los referentes éticos que tiene en su haber nuestro país en su memoria histórica.
Ya bastante contamos con las hazañas protagonizadas por los padres de la patria, los libertadores, así como más recientemente, con la epopeya de las decenas de luchadores democráticos que se enfrentaron a la tenebrosa dictadura de Pérez Jiménez.
Lo cierto es que son muchísimos más los paradigmas cargados de laureles que podemos mostrarle a nuestra juventud, que las excepciones a la regla de oro con que deben proceder quienes asumen encargos públicos. Esa norma está basada en la honestidad, la responsabilidad y la eficiencia.
En esta entrega voy a traer la historia de un venezolano de excepción: Rafael Alfonzo Ravard. Fue, junto con Leopoldo Sucre Figarella, el precursor de Ciudad Guayana. Le puso el acento a los estudios preliminares que dieron pie a la planificación del aprovechamiento del río Caroní. Sus insignias están también plasmadas en esas obras majestuosas que tanto han significado para el desarrollo nacional, como lo son Macagua I, la pionera de las centrales hidroeléctricas que existen en el territorio nacional. Fue pieza clave de un plan bien concebido porque la edificación del Complejo Siderúrgico se hizo sabiendo que requeriría de alimentación de energía hidroeléctrica para que se pudieran prender sus hornos.
Cuando se habla de Rafael Alfonzo Ravard suena la historia de Cadafe (Compañía Anónima de Administración y Fomento Eléctrico), igualmente retumban las denominaciones de Edelca, Alcasa y Venalum, que fueron empresas apalancadas por la CVG (Corporación Venezolana de Guayana) en cuyo andamiaje resaltaba con brillantez gerencial la figura cimera del ingeniero Alfonzo Ravard.
Su gestión continuó sembrando prodigios en su camino, así fue como en 1963, cerrando el período del presidente Rómulo Betancourt, se impulsa el proyecto del Guri, al mismo tiempo que se delineaban ensayos agropecuarios para garantizar la oferta de insumos de esa naturaleza a la agroindustria. Fue el propulsor del proyecto de arborización de Uverito que alcanzó su esplendor en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez sembrando más de 26 millones de ejemplares de pino Caribe.
Su hoja de servicios a la república fue cerrada con broche de oro al asumir la presidencia de la empresa estatal Pdvsa que supo encumbrar como una de las más eficientes y prestigiosas corporaciones petroleras del mundo. No se equivocó el presidente Carlos Andrés Pérez al confiar y colocar en sus manos las riendas de ese modelo de administración de hidrocarburos que saltaba a la luz de la nación aquel 1° de enero de 1976, después de izar el pabellón tricolor en el pozo Zumaque 1.
Dejamos esta estela, muy breve, de la semblanza de un venezolano digno de emular por las nuevas hornadas de Venezuela.
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