Muchos nos angustiamos ante el significado de la oferta de Maduro de convertir la Fuerza Armada en equipo de delivery militarizado de votantes. Imagínese que está dentro de su casa el 6D, en un barrio popular cualquiera, con su decisión tomada, votar o no votar. Y de repente oye golpes en la puerta. Antes de abrir visualiza por la ventana el ambiente de la calle, carromatos militares, cargados de soldados blandiendo sus armas de guerra que “solidariamente” vienen a hacerle el favor –no solicitado– de trasladarlo al sitio de votación. Los golpes a la puerta se reproducen en los latidos acelerados del corazón, ¿qué puede pasarme si me monto en ese vehículo de guerra?, ¿cómo será el intercambio con la tropa?, ¿habrá posibilidad de que me respeten como ciudadano y simplemente hagan el delivery sin tratar de influir? Dudas imposible de despejar de antemano.
Sin embargo, ya las cartas están echadas. Este martes 15 de septiembre Maduro reiteró que las supuestas elecciones parlamentarias se llevarán a cabo «llueva, truene o relampaguee» y agregó que militarizará aún más los comicios. La Fuerza Armada va a proteger al votante desde la puerta de su casa hasta el centro de votación, y del centro de votación hasta su casa.
Se trata de la misión más delicada y peligrosa que asume el régimen y el trayecto más riesgoso que enfrentará cualquier venezolano el 6D.
Si escarbamos en la situación, ya sabemos que la tropa que acompañará al votante ha sido adiestrada, los discursos de Padrino han sido contundentes. Se ha repetido hasta el cansancio que no votar o ir contra el gobierno no es ser más que un traidor a la patria, sujeto a la aplicación de la Ley contra el Odio con su usual acompañamiento de correctivos físicos para aplacar actitudes beligerantes.
Los soldados que trasladarán al votante son los muchachos de Padrino, aquel que amenazó a la oposición con esta arenga: “Ustedes, para llegar al poder político tendrán que pasar por la conciencia de todo el pueblo venezolano. Pero también tendrán que pasar, así se los digo, en este día sagrado, día de la patria y de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, tendrán que pasar, o mejor dicho, no pasarán por el sentimiento patriótico, revolucionario, antiimperialista, nacionalista, de la FANB. No pasarán. No serán poder político en Venezuela jamás en la vida”.
Los miembros de esta cofradía serán los transportistas de los ciudadanos al sitio de votación. De inmediato surge una gran inquietud ante la ocurrencia de cualquiera de estas situaciones: el soldado toca la puerta de la casa de familia y desde adentro le comunican que ellos decidieron no ir a votar, ¿cuál será la instrucción del soldado?, se retirará respetuosamente acatando pacíficamente la decisión de las personas o sus instrucciones serán forzar, convencer por cualquier medio a las personas para que acudan al sitio de votación y conminarlos a que voten por quien les han enseñado que “debe ser”
Otra de las posibles escenas imaginables, pero realista, es la de unos ciudadanos que abordan el vehículo militar y deciden expresar que van a votar contra el régimen porque es su derecho. Esta declaración debe ser ofensiva para un soldado que obedece irrestrictamente la orden de su jefe Padrino, sentirán que su sentimiento, patriótico, revolucionario, nacionalista es traicionado por estas gentes. ¿Cómo reaccionarán los miembros de la FANB? ¿Retumbarán en sus oídos las consignas de su máximo jefe, al cual deben obediencia ciega o respetarán a los ciudadanos?
Todas estas situaciones y muchas otras son posibles de ocurrir ante la decisión de Maduro de convertir a la FANB en transporte de los ciudadanos al sitio donde deberían cumplir una de las tareas sagradas de la democracia, como es elegir a quien los gobernará, una FANB cuyo Alto Mando está claramente alineado con una ideología y con un régimen rechazado por la mayoría de la población. Ni siquiera a Lukashenko se le ocurrió la genial idea de sacar a los votantes de sus hogares y llevarlos al centro de votación tal cual como hubiera operado una empresa de delivery de hamburguesas. En este caso, ignorando que la relación del soldado con el ciudadano no es la misma que aquella que transporta un producto cualquiera, un alimento, mueble o lo que sea. En el trayecto serían casi inevitables las relaciones y las reacciones humanas.
La oposición está obligada a rechazar con todas sus fuerzas que un hecho tan aberrante pueda ocurrir, independientemente de que la decisión de abstenerse se torne dominante entre los opositores, no se puede permitir que aquellos ciudadanos que decidieran ir a votar sean transportados como ganado por soldados armados que consideran al civil como su enemigo potencial, tal como les predica el Alto Mando Militar.
Nuestra amarga experiencia hasta ahora ha sido la gran dificultad de lograr que la oposición actúe de forma coordinada, que se limen las asperezas y los egocentrismos. Cada grupo intenta dominar y con ello obtener supuestas prebendas para los tiempos post-Maduro que indefectiblemente se avecinan. Mientras, el pueblo sufre cada vez más. El informe de la ONU es un relato del horror en este siglo al descubierto, imposible esconder tantos crímenes y tanto abuso del poder en la época de los mass-media, donde nada permanece oculto. Esta decisión de militarizar las supuestas elecciones es un anuncio de guerra contra todo ciudadano que aspire al cambio, es imprescindible una respuesta en consenso, sean las elecciones una farsa o una rendija, hay que oponerse a la nefasta posibilidad de que los ciudadanos sean sacados de su casas y llevados manu militari a los sitios de votación, especialmente en las zonas más pobres del país. Terrible situación para los venezolanos y descrédito total para la Fuerza Armada que lo queramos o no seguirá existiendo.
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