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Dirigir ABC

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El 14 de septiembre se cumplieron diez años de mi llegada al puesto de director de ABC, y fue el día escogido para abandonar esta responsabilidad. Es, por tanto, el momento de dar las gracias por haber podido ejercer durante una década uno de los oficios periodísticos más notables de España. Ser director de ABC es un privilegio y un honor. Cuando terminé mi carrera universitaria en la Complutense no me podía imaginar que llegaría a sentarme en la silla de mando de una redacción como esta. Así que solo puedo decir: gracias. Mi agradecimiento se extiende desde la familia Luca de Tena, a aquellos directivos que confiaron en mí, pasando por la redacción y llegando hasta lo más importante que tiene un periódico: los lectores. Era algo que tenía muy claro el fundador de este diario, Torcuato Luca de Tena. Siguiendo su mandato, durante todo este tiempo hemos intentado que ABC se pareciese a ABC, como solía decir otro clásico de esta Casa, el singular Luis Calvo.

ABC es mucho más que una publicación, es una institución de España. Durante toda mi etapa de director he tratado de que nuestro diario se sustentara en valores, todos ellos marcados por la buena voluntad y el afán de defender con optimismo y determinación a España. Queríamos y queremos mejorar el país. Nunca entendí el periodismo como una actividad contra nadie. Nunca me levanté pensando en derrocar a nadie. Al contrario, intentamos que en la crisis los lectores alzasen su ánimo, mientras en la opulencia advertíamos de los riesgos de la euforia. Hemos tratado, como decía San Agustín, de no ser ni ingenuos ni prepotentes. Solo tuvimos como objetivo que el diario le gustase a los lectores, que disfrutasen con su lectura y que se reconociesen en él.

Han sido diez años inolvidables, trepidantes. Tuvimos que informar de una crisis económica como no habíamos conocido hasta entonces y de sus inevitables consecuencias. Del regreso del PP al gobierno con Rajoy al frente. De la corrupción sistémica de todos los partidos, ERE y Gürtel incluidos. De la abdicación del rey Juan Carlos. Del golpe de Estado de los secesionistas catalanes. Del auge del populismo. De la crisis de la política española con la irrupción del modelo «Frankenstein», cuya consecuencia fue la primera moción de censura con éxito de la democracia española, por no citar el inquietante tiempo del covid. En ese lapso cubrimos quince procesos electorales y tuvimos tres presidentes del gobierno y fuimos una referencia informativa en Hispanoamérica. En definitiva, nos ocupamos de un carrusel de acontecimientos que ha ido esculpiendo esta sociedad que ahora tenemos, que en muchas de sus aristas ya no se parece en nada a la de 2010. Al mismo tiempo que hacíamos eso, fuimos trasformando la redacción de ABC y adaptándola a un nuevo paradigma informativo, donde la inmediatez y la urgencia del hecho noticioso comenzaba a imponer nuevas metodologías y perfiles distintos entre los redactores, aunque la esencia del buen periodismo, al menos desde nuestra concepción del mismo, fuese la de siempre: buenas historias verdaderas, contadas con rigor y amenidad, sea el soporte que sea. No existe el mítico «director digital» ni «director de papel», existen noticias, principios editoriales y grandes firmas.

Solemos pensar que el tiempo que nos toca vivir siempre es el más interesante de la Historia, pero no suele ser así. Este diario ha sido testigo de 117 años del discurrir del tiempo en España y en el mundo. Este tiempo que me tocó estar al frente de él fue emocionante y convulso; pero no tanto como pudo ser el ilusionante periodo de la Transición o la llegada de los socialistas «buenos» al gobierno. Por no remontarse a otros tramos históricos en que el relato periodístico se entremezcló con lo trágico y lo esperanzador.

La muerte también golpeó a ABC en estos 120 meses y lloramos la pérdida de Antonio Mingote, Manuel Martín Ferrand, José Miguel Santiago Castelo, David Gistau y el añorado, a la vez que tan querido, Manuel Erice, quien encarnaba como pocos todas las virtudes y valores de una redacción tan singular como la nuestra. Sus pérdidas son la mayor evidencia de cómo la vida pasa y de cómo en la sala de redacción se va produciendo un lento y continuo proceso de renovación. Hoy la plantilla de periodistas de nuestro diario ostenta la media más joven de las cuatro publicaciones generalistas que se editan en Madrid.

Ser director de un periódico no es especialmente difícil, pero exige una enorme dedicación. Yo, en realidad, fui muy feliz todos estos años. No me costó esfuerzo alguno. Como decía al principio, cuando se ha tenido la suerte de dirigir un medio como ABC, uno solamente puede sentirse agradecido. Yo he sido el gran beneficiado de vivir una experiencia laboral y humana única. He conocido a personas y personajes extraordinarios. He vivido momentos de enorme intensidad e interés. He sido un testigo privilegiado de nuestro propio presente. Me voy, por tanto, sin un ápice de amargura. Muy al contrario, me siento orgulloso, privilegiado, satisfecho, contento y agradecido. La gratitud es la madre de todas las virtudes y, aunque no pretendo presentarme como ningún virtuoso, para nada puedo en esta hora y en este día ser ingrato.

Echaré de menos mi trabajo en la redacción y echaré de menos a los lectores, a ustedes, que son la razón de ser de esta institución.

Hoy me despido desde esta cabecera centenaria, y lo hago con el cariño y la satisfacción de sentirme querido y respetado. ABC, que existía ya a principios del siglo pasado, durante la Guerra Civil y al inicio de la Transición, ha conseguido posicionarse –con la ayuda de todos nuestros maravillosos colaboradores– en la cabeza del panorama informativo y de opinión de España. Es por ello que me voy con la sensación del deber cumplido, algo que mis padres me enseñaron a hacer desde pequeño. En mi casa también aprendí la importancia de ser honrado, trabajador y prudente, claves que me han servido para guiar mi carrera profesional allá por donde he ido.

Ahora solo queda desearle al próximo director, Julián Quirós, suerte y acierto en su desempeño y nosotros seguiremos empeñados en que el camino que nos queda sea largo y que nos acompañen los mismos valores e ilusiones que nos han traído hasta aquí, ya que aún hay vida en nuestros sueños.

A todos aquellos que compartimos una visión optimista de la vida, que queremos a España, que creemos en la libertad y en la tolerancia, en la convivencia serena y pacífica de las personas y que entendemos el progreso como todo lo que nos hace mejores: más justos, más libres, más cultos, más felices… Gracias.

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