Desde hace unos seis años la poeta Esdras Parra acude al Círculo del Dibujo, que se realiza en el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber. Su poemario más reciente, Antigüedad del frío, publicado por Ediciones Mucuglifo, de Mérida y la Dirección de Literatura del Conac, muestra un dibujo suyo en la portada. En la presentación, Víctor Bravo habla sobre la plasticidad implícita en los poemas de Esdras Parra.
“Para mí, la pintura tiene mucho que ver con la poesía. Yo estoy muy cerca de la pintura, la siento con mucha fuerza”, dice la poeta.
Sin embargo, el logro predominante en Antigüedad del frío es el empeño puesto por Parra en la búsqueda de una manera de decir las cosas, sin contarlas.
―Su amor por el lenguaje ¿no es lo que la ha salvado de una vida común?
“El lenguaje es esencial en la vida cotidiana, pero el enfoque que el poeta hace de ese lenguaje común es, por supuesto, una elección muy personal y el trabajo que el poeta hace del lenguaje constituye como la esencia de su trabajo poético. El lenguaje en poesía lo es absolutamente todo, es casi un mundo en sí mismo”.
―¿Qué es la verdad a la hora de la muchedumbre? dice un poema suyo. Eso hace pensar en que por mucho que se refugie en su escritura tiene que vivir la realidad dura y cruda. ¿Cómo se lleva con la realidad y con la ciudad?
“La poesía tiene que ser verdad antes que nada: no hay trucos, no hay engaños en la poesía. El mensaje que encierra el poema tiene que ir directo al lector y él es quien debe captar si la verdad está ahí.
Yo pienso que la verdad de la poesía se apoya en la realidad, surge de ella, porque la realidad tal como la vemos y la aceptamos no es en esencia engañosa.
Lo que sucede es que nosotros creamos nuestra propia realidad a partir de la realidad en la que estamos sumergidos. Es decir, el elemento esencial para captar esa realidad es nuestra percepción. El hombre percibe. Y el poeta que tiene una sensibilidad más aguda percibe con mayor intensidad, de modo que esa percepción es la base de su trabajo poético, incluyendo aquí la experiencia que el poeta va ganando a través de su existir”.
―¿Y la ciudad?
“Para mí la ciudad es el ámbito perfecto del hombre, que necesita del contacto con los otros.
A mí particularmente me gustan las ciudades grandes, porque como soy una persona solitaria las ciudades grandes, populosas, me proporcionan eso que siempre he buscado que es el anonimato”.
―La poesía ¿es una manera de vivir?
“Me encanta esa pregunta. Porque pienso que uno vive a través de las propias acciones. Las acciones son como el resultado de las decisiones que uno toma constantemente en la vida y, por supuesto, esas acciones se expresan a través del lenguaje.
De modo que la poesía viene siendo una acción del ser humano, una manera de proyectarse hacia afuera, hacia los otros, en la misma forma como uno interviene en la vida de los otros y si tienes el don de la poesía, tú vives a través de ese hacer que es la poesía.
Es como una manera de vivir, quizás más intensa, más cargada de fuego interior y hasta cierto punto más real”.
Los primeros libros de Esdras Parra fueron de relatos. En una ocasión dijo que había llegado tarde a la poesía. Sin embargo, a los veinte años de edad escribía poesía. El poeta Alfredo Silva Estrada conoció esos poemas y aún conserva alguno, según Parra. “Yo me establecía una limitación, que era una traba mental”, dice Esdras Parra. Pero en 1987 comenzó a escribir poemas de nuevo y la primera versión del poemario Este suelo secreto apareció. Ganó la Segunda Bienal Mariano Picón Salas y en 1995 fue publicado por Monte Ávila Editores.
“La primera versión de Antigüedad del frío la escribí inmediatamente después de Este suelo secreto. La mantuve varios años sin leerla y en algún momento volví a esos poemas y comencé a descartar, a corregir. Todavía fue necesaria una tercera versión, después de todas esas correcciones, el resultado es este libro que quizás no se parece mucho al libro original”.
―¿Qué representa Antigüedad del frío?
“Este libro representa un avance en el proceso de crear una obra. Lo que me interesa en este libro es un trabajo dentro del lenguaje, un trabajo de transformación y de búsqueda de una sintaxis que exprese lo que intento hacer con mi poesía. Yo creo que mi poesía es una poesía subversiva. Yo intento dislocar el orden común del lenguaje, por eso hablo de una poesía subversiva, que vaya a contracorriente de cualquier otra búsqueda.
Esto puede observarse, de manera muy imperfecta, en mi primer libro. Libro que no gustó a los lectores, por lo menos a una mayoría. Porque lo que yo me proponía en esos poemas, como en los de este nuevo libro, no era contar historias.
No niego que la poesía tenga un propósito narrativo, yo siempre leo poemas donde hay cuentos, historias, y no me siento molesta para nada, es más: los disfruto, los acepto.
Lo que pasa es que yo camino en sentido contrario, no me interesa escribir una poesía erótica, social, histórica, sociológica, porque de cierta manera yo sigo el dictado de Wallace Stevens que dice “La poesía es el sujeto del poema”. Es decir, el poema crea su propio mundo y ese mundo depende del lenguaje que el poeta ha elegido de manera deliberada para dar curso a sus ideas”.
―Hay un efecto mágico en el acto de colocar una palabra al lado de otra, sobre todo si comúnmente no son vecinas…
“Eso tiene que ver con lo que intento hacer en mi trabajo. Es decir, desquiciar el orden natural de las palabras buscando asociaciones nuevas, como quiso Rimbaud.
Darle a cada palabra un significado diferente y esto se logra cuando tú estableces relaciones inéditas en las palabras. Aquí en esta pregunta que me haces está la esencia de mi trabajo, y lo que quiero realizar con los poemas. Por supuesto, no hay nada nuevo en ese intento, lo único novedoso (si podría hablarse de ese modo), es el enfoque personal que le imprimo a los poemas. Busco que el poema se disloque, pero sin perder jamás la coherencia interna que lo sostiene”.
―¿Está desarrollando ese propósito?
“Estoy trabajando en tres libros que vengo corrigiendo simultáneamente. El último de ellos me interesa mucho porque intento eso que decía, de dislocar el poema, de hacer la búsqueda más radical. No me propongo hacer una poesía abstracta pero de alguna manera el hecho de desintegrar la imagen dentro del poema, como buscando una discontinuidad deliberada, podría hacer incomprensible el poema.
Pero yo pienso que el lector debe hacer un esfuerzo. Un poema y por extensión un libro, no se da tan fácilmente, requiere de muchas lecturas y cada lectura agrega algo más a esa comprensión. El riesgo de la poesía es doble: es del poeta que estructura su lenguaje según su preferencia, y del lector que debe descubrir ese mensaje”.
Buscando palabras
Camisa de bluyín, cabellera gris, ojos andinos. El agua del té está hirviendo. “Espérate que voy a buscar una palabra en el diccionario”. La tetera silba. Las manos largas pasan páginas. Esdras Parra murmura “es un té de hierbas”. Huele a malojillo. Y a naranja. Quizás le recuerde los naranjos de Santa Cruz de Mora. Que trepaba desafiando espinas, para ver los morados de la lejanía. Ahora trepa sus rumas de libros y revistas. Buscando palabras. Fuerte en el verbo, frágil en el té. Solitaria ante la página en blanco. Y multitudinaria al mirar por la ventana, como todas las personas que se asoman para ver si escampó.
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