Veo un video en el que una mujer opositora al régimen militar que agobia al país ofrece sus opiniones políticas, https://globomiami.com/maria-corina-machado-en-su-laberinto/?fbclid=IwAR1XK9ki8eR_X890xTK66quUlBY-lJ0QH1vsBBfVwLFLIDyciySffi3R8jA
Es un video grabado seguramente en la biblioteca de su casa porque detrás de ella se observan estantes llenos de libros. Si hubiera sido yo el que estuviera dando las declaraciones, quizás habría elegido la zona del jardín donde cuelgan los helechos que considero como imagen vegetal del país que deseamos recuperar para mantener su verdor. Pero sabemos que no siempre es así porque las exigencias técnicas de luz y de ambientación impiden a veces que el video se desarrolle donde uno quiere y la elección final puede ser la cocina, el rellano de la escalera o el comedor. ¡Donde mejor caiga la luz!
Si la opositora acepta tener una biblioteca detrás no significa que haya sido ella la que eligió esa locación y mucho menos indicar con eso que muestre jactancia alguna hacia la Academia y la ilustración. Simplemente manifiesta, sin ninguna altivez, que es una mujer culta, como yo. (No me consta, pero es posible que hayan políticos venezolanos que no saben quién es Rimbaud, hayan leído a Salvador Garmendia o escuchado alguna sonata de Mozart o una obra del polaco Penderecki o de Luigi Nono).
La opositora no tiene físico ingrato. Por el contrario, es bella, atractiva; no le tiembla la voz y sus palabras son claras, directas, alejadas de la tradicional y envejecida retórica de los políticos de oficio.
Mi amigo Sergio Monsalve la describe con sarcástica ironía desacralizadora. El video, dice, muestra un escenario aséptico y doméstico, casero, propio de quien vive sin privaciones (¡Me imagino que Sergio tampoco vive sin privaciones!). Ella está bien peinada, viste una camisa blanca arremangada hasta los codos. Un “dejo sexy”, señala inmediatamente Sergio Monsalve y agrega, de manera enigmática, “que trasluce la carga de carisma de un culto a la personalidad” .
Luego sostiene que ella se hace pasar por el hada del este y convierte a Juan Guaidó, el invisible interlocutor del video, en el malo de la película.
Seguidamente, observando el video dice que “el color activa los imaginarios de la nobleza, la paz, la neutralidad y el ascendente religioso, apelando a los recuerdos de AD y el look santero de los predicadores evangélicos”; que ”las manos de la mujer exhiben firmeza, en un prístino manejo del lenguaje del puño, explotado por tirios y troyanos; que “los brazos descubiertos nunca permanecen quietos, acompañan las palabras, como en una performance mecánico ensayado delante de asesores y frente al espejo”; que los botones de la camisa sueltos a la altura del pecho reafirman, dice, “una informalidad clásica, de ambiente de verbena de sifrizuela o de reunión dominguera de familia” y declara que el habla de la opositora condensa los argumentos de la decepción, en plan de confesión y despecho.
La opositora se llama María Corina Machado. Es una mujer valiente. Me atrevo a decir que lo es más que muchos hombres opositores. Ha recibido toda clase de ultrajes y ofensas, no solo de los personeros del régimen sino de los propios venezolanos, en primer lugar por ser mujer y luego por sostener actitudes políticas indeclinables, algunas radicales en opinión de quienes prefieren pactar, negociar, conversar, llegar a acuerdos con un enemigo reiteradamente impresentable.
Es más, creo que aplaudir el indulto que el régimen autoritario e ilegal ha concedido a inocentes detenidos políticos es aceptar como lícito el carácter abominable del indulto. Es algo no solo vergonzoso sino que da asco.
Sergio se permite intercalar algunas frases de la opositora: “Los venezolanos ya fuimos consultados el 16 de julio de 2017” y confiesa que al margen de divergencias y disonancias con María Corina, comparte “sus inquietudes, sus arrojos de valentía, su decisión de quedarse en el país, soportando las iniquidades de la tiranía”. Pero seguidamente asesta una puñalada que personalmente considero no solo machista sino repudiable: “Por supuesto, todavía hay que lograr que su imagen salga de la burbuja del este, del microteatro para convencidos de la resistencia, de la caja de resonancia de una minoría”, y agrega: “Su look de élite y abolengo, imposible de ocultar, debe trabajarse acercándola a la gente, al contexto de los que sufren y padecen, los cuales rechazan su impronta al verla quejarse en un espacio pulcro, lleno de privilegios”.
Es decir, para que aceptemos a una opositora de temple tenemos que aupar a una mujer marginal o disfrazada de hambrienta pedigüeña, desahuciada socialmente y no como una mujer culta, bella, bien vestida y enérgica.
¿Les gustaría al régimen o al propio Sergio verme desarrapado y hambriento pidiendo cacao? No me verán; tampoco a María Corina. ¡Nos negamos! Hago esfuerzos titánicos para mantener la calidad de vida que he conocido y sostenido durante noventa años y no necesito vestirme de zarrapastroso para enfrentarme a una tiranía. ¿Quién ha visto que para defender mis ideas tenga que vestirme con harapos? Pero a Sergio no parece agradarle que a la hora de debatir las suyas María Corina Machado se vea bella y bien vestida. No le llama la atención que, por el contrario, sea una mujer culta y aguerrida, que domina la política y la vida social. Podremos estar o no de acuerdo con sus planteamientos, pero habrá que respetarla. Una vez la llamé Antígona, pero para mi amigo Sergio, María Corina solo es una sifrina y como tal nada tiene que buscar en la política venezolana donde solo pretenden moverse hombres como él.
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