La historia republicana de Venezuela recuenta diversos procesos políticos, tanto democráticos como dictatoriales, que muestran la presencia de partidos de gobierno y oposición. Sin embargo, ni siquiera en las peores dictaduras la historia habla de un quiebre de la oposición como el que está ocurriendo hoy día. No nos engañemos, pues, con las honrosas excepciones del caso, arriba y abajo, en todos los niveles no hay direccionamiento ni orientación, y mucho menos conducción. Son variadas las causas que originaron la situación actual, unas remotas y otras inmediatas.
Brevemente, en las causas remotas se encuentran el caudillismo, la displicencia, el desgaste y, quizá, el hedonismo de los grandes partidos que vivieron de un pasado de glorias y esplendores, pero –suficientemente avisados– no lograron afrontar las nuevas realidades impuestas desde Cuba. Literalmente, desde la Cuba que marcó la pauta, facilitó el know-how y proporcionó el aliento estratégico al chavismo que Miquilena no podía darle, pasadas las elecciones de 1998. Con una pequeña ayuda del régimen, progresivamente, fueron dislocados desde sus propias interioridades, divididos y hasta conveniente y obscenamente judicializados. Emergieron otros, ya envejecidos por sus vicios y prácticas heredadas de sus antecesores que siguieron el libreto de promoción del régimen.
Entre las causas más inmediatas, obviamente, está la clara razzia de la usurpación, por la doble vía de la persecución, el encarcelamiento, la muerte y el chantaje por aquello del rabo de paja. Los más diestros, hábiles e inteligentes dirigentes fueron sacrificados no sólo por la policía política, sino por la “competencia” interna de los arribistas, los que creen todavía que la política en Venezuela comenzó con Chávez y con ellos mismos, por cierto. En lugar de la política como un proceso social de ideas, estrategias, acuerdos, diferencias, emociones y experiencias, se le redujo a un mero espectáculo que sólo el régimen podía financiar y dar por la suerte de un populismo de excesos insólitos. Lo que tenemos hoy, es lo que ha quedado como saldo de la cultura política del chavismo ligero y del más rancio que no tardó en imitarse.
En este doble contexto, el evento de La Vega, en Caracas, no pasó de ser eso: un espectáculo que tuvo como soporte un nuevo acuerdo unitario con los partidos que dominan la escena de la destruida Asamblea Nacional, mientras que el resto de ellos, con su escasa militancia, son un compendio de siglas que nadie conoce. La situación, lejos, muy lejos de alegrarnos, nos consterna y fuerza a remediar el asunto. Entonces, no bastando el apoyo estadounidense, con un aprendizaje ya de varios años, profundizado en el último año y medio, Juan Guaidó debe hacer lo inverosímil: con imaginación y audacia, echar el resto para conseguir un acuerdo con los factores reales de una oposición irreductible(económico, religioso, laboral, agroalimentario, etc.), marcando la pauta de un nuevo compromiso histórico que pasa por ser y ejercer, plenamente, el gobierno provisional de emergencia, con propósitos claros y metas fijas, sin confundirse con el parlamento que todavía no entiende que tiene su propia y muy plural dinámica, que necesita marcar el rumbo, generar confianza y romper con las tribus que pululan a su alrededor y que en algún momento le quitarán la silla, como pasó con Acción Democrática y Alfaro Usero finalizando la década de los noventa.
Sugiere la tarea inmensa de pelear contra las mafiaseconómicas y del poder, que ya ha penetrado y permeado la misma oposición, así como también, asumir el liderazgo presidencial que equivale a responder a los asuntos del Estado. Por ejemplo, si está dispuesto a una alianza con la DEA o retomar el caso del Esequibo, con la decisión pendiente de la Corte de La Haya. Así como ha de suscribir el convenio con la agencia estadounidense, también debe entenderse con otras organizaciones de índole internacional para darle más seriedad y credibilidad con respecto al manejo de los recursos que se encuentran en el exterior para, al final de este momento histórico, dejar cuentas transparentes y claras. Por ello y sin duda alguna, se necesita no hablar con medias verdades, o hacer cálculos al mejor estilo chavista para mantenerse en el poder. Hoy día Venezuela demanda claridad, honestidad y foco. No podemos olvidar que la historia nos empuja y, al mismo tiempo, nos reclama desde una Venezuela libre que existe, resiste y persiste.
@freddyamarcano
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