Dedico el presente artículo, gracias a la deferencia que me permite El Nacional, a mi amada nación venezolana. Hoy la quiero simbolizar a través de la imagen de una de sus valerosas mujeres, Rocío San Miguel; y en honor a su familia. Que sea esta una humilde dedicatoria a manera de condolencias por el reciente fallecimiento de su señor padre. El Dr. San Miguel fue un médico que a los 82 años se mantuvo en plena lucha contra la pandemia del covid-19, en defensa de la vida de sus pacientes.
La suma de cientos de miles de familias honorables, desde los cuatro puntos cardinales en nuestra “tierra de gracia, conformaron, y aún siguen conformando, la nación de esperanza hacia el progreso, que tenemos para retomar los sueños de construir y ser, nuevamente, uno de los mejores países para vivir y echar raíces en América. Esa, “nuestra nación tricolor”, del amarillo, azul y rojo mirandino, nos subraya con cada uno de ellos los valores primarios de: 1) amor al Creador, por sobre todas las cosas 2) de amor al prójimo como a nosotros mismos, y 3) amor a nuestra libertad como nación y patria, para ser quien queramos ser, y desarrollar nuestras mejores capacidades y vocaciones, durante esta travesía invaluable que llamamos vida. Por ello es incomprensible que se nos prescriba y se nos pretenda indicar, sin que haya ningún acto de arrepentimiento alguno de parte de los que le han fallado a la nación, el camino que debe tomarse para salir del laberinto en que nos ha estado colocando la tiranía, y del cual se nos ha mantenido, por tanto, como en un doble secuestro.
Nuestra gente de la tierra tricolor nos recuerda también la historia de lucha por la libertad e integración racial, social y cultural de conformación de nuestra república. Historia que conllevó a grandes sacrificios de generaciones tras generaciones, hasta que se alcanzó el inicio de la etapa de construcción democrática en Venezuela. Sus primeros períodos presidenciales, desde 1958 hasta 1978, exhibieron una cátedra de progreso e institucionalización dentro de Latinoamérica. Hubo desarrollo educativo y social, además de un actuar generoso hacia nuestros hermanos venidos de países de cualesquiera de las latitudes; los que hicieron de esta su nación y patria, también.
Hacia finales de los años ochenta, del pasado siglo XX venezolano, nos encontramos debilitados por el agotamiento del modelo estalinista de partidos, sin haber concretado las reformas y cambios que el sistema político venezolano requería con urgencia. Apenas se habían conceptualizado e ideado algunas fórmulas que habrían de acometer para modernizar al Estado venezolano. La estatización petrolera aplicada desde 1975 no se había entendido en favor de un cambio profundo hacia un mejor modelo de modernización del Estado, bajo su más necesario y eficaz rol de establecer el marco político-jurídico de fehacientes libertades, para la acción del sector capitalista privado, y de la asociación público-privada en muchos campos, incluido el sector energético. Igual para las infraestructuras y los servicios públicos. Ello hubiera sido lo indicado para impulsar el crecimiento, con desarrollo socioeconómico y tecnológico al mismo tiempo, en nuestro país. Lamentablemente, a la sombra del rentismo petrolero, la inmigración pobre del exterior circundante fue a parar a las principales ciudades del país, sin promoción de inversiones para propender al crecimiento del sector formal de la economía. Así la informalidad laboral se enquistó como otro mal endémico. No hubo un marco adecuado para mayor atracción de capitales distintos al sector petrolero, poco empleador. Desde el propio interior de nuestros pueblos se emigró hacia las principales ciudades, donde se gastaba el tesoro público proveniente de tal renta petrolera.
A consecuencia del panorama descrito anteriormente, el declinamiento del ingreso per cápita en Venezuela, con una de las mayores tasas de crecimiento poblacional desde los años cuarenta del siglo XX ,fue marcando el caldo de cultivo de las crisis cíclicas con el sube y baja de los precios petroleros. Desde mediados de los setenta hasta más allá de mediados de los noventa habían claros indicadores del agotamiento del modelo petrolero-rentístico. De allí al crónico problema de endeudamiento público e inflación se fueron haciendo malabarismos hasta mediados de los años ochenta, cuando se empezó a testimoniar la vital e inexorable necesidad de un verdadero cambio del modelo de Estado en Venezuela.
De los cuarenta años anteriores, más estos últimos veinte que han sido de saqueo puro y duro hasta nuestros días, nos van quedando dos principales tesoros con los que cuenta aún nuestra patria: a) nuestras honradas y luchadoras familias venezolanas, que prepararon a una robusta clase media profesional que está dispuesta a regresar para reconstruir las vidas y los sueños, y b) hacerlo en nuestra “tierra tricolor”. Con sus riquezas minerales y naturales, nuestros mares, ríos,lagos, selvas y montañas. Además están, con el perdón de las bellas damas de todos los confines del planeta, las mejores mujeres del universo. Desde nuestras abuelas luchadoras hasta las aguerridas madres venezolanas. Las esposas, hermanas, amigas y compañeras de lucha, nuestro orgullo, nuestras mujeres, son y serán siempre inspiración para jamas rendirnos ante el compromiso de liberación y rescate de la salud física y moral de nuestra nación toda.
Ante el ultraje permanente al orden constitucional venezolano, ahora acompañado por cómplices, y los que ahora se muestran resignados a ponerse de rodillas ante traidores pro castro–comunistas del “socialismo del siglo XXI”, les advertimos que la memoria nuestra no nos falla. Ni ahora, ni nos fallará luego. Ni ante los que muy bien se vendieron como redentores de la honestidad y la justicia en contra del capitalismo, y que han quedado en evidencia que solo han traído miseria y esclavitud ante el narco-estado de la tiranía castrista. Vergüenza por colocarnos en Miraflores a un títere que aparenta administrar gobierno. Sometimiento de nuestra soberanía a la Cuba castrista de «proxenetas revolucionarios».
Con nuestra resistencia ciudadana, fundamentada en el legado histórico de los padres fundadores de la República de Venezuela, la reserva moral de nuestra crianza familiar, y la resiliencia de nuestros hermanos, dentro y fuera del territorio, les reiteramos a todos que ¡nunca nos rendiremos!, Hasta conseguir la victoria: “Muera la tiranía y viva la libertad”.
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