Una gloria del beisbol latinoamericano escribió una página en un pequeño pueblo larense que los hizo vibrar.
La fiera estaba enjaulada entre las rayas rojas del América BBC de Barquisimeto. La estampa negroide del desconocido nuevo integrante del team capitalino llamó la atención de los jugadores del duaqueño Ayacucho. Cuando salió a calentar, la fuerza que nacía de su portentoso brazo hizo estremecer a la muchedumbre reunida en un terreno del barrio Calle Nueva. Una gigantesca pantera de casi dos metros de altura exhibía una velocidad inusitada para la época. Una sonrisa de triunfo corría entre los jugadores barquisimetanos, confiados en aquel fenómeno del Caribe, transformado en americano, por un par de encuentros, los duaqueños tomaban sus bates, como implorando que los mismos, pudieran hacerle daño a lanzamientos tan veloces como un disparo, el beisbol lograba reunir una pasión en ciernes.
El romance con la pelota
La Venezuela rural consiguió en este pasatiempo momentos para el sano disfrute. Los duaqueños observaron cuando el América BBC descendió de un vagón del Ferrocarril Bolívar. Lo acompañaron hasta el terreno de juego. Un dicharachero Martín Dihigo, repartía simpatías entre los pobladores ávidos de un buen espectáculo deportivo. En las inmediaciones del terreno de juego, entre cujíes y tunas, preparaban la comida para los visitantes. Un espectacular cerdo ofrecía sus perniles a las caricias de la leña, mientras algunas señoras preparaban un sancocho para un batallón. Aquello era una verdadera fiesta deportiva que retribuía la visita del Ayacucho al nido del América en Barquisimeto. De allá se vinieron con par de victorias. Justo cuando venían de regreso un miembro de la oncena capitalina les indicó: «Dentro de 15 días nos vemos en Duaca con una gran sorpresa». El comentario quedó en el aire hasta que vieron llegar en la delegación aquel desconocido personaje. El jardinero central del Ayacucho Emilio D’Amico ofreció las palabras de bienvenida.
El juego…
El 14 de marzo de 1933 comenzaba el reto. El poderoso América BBC ponía en el morrito al astro cubano Martín Dihigo, lanzador con una amplia experiencia en Estados Unidos y el Caribe. Estaba en Venezuela contratado por el equipo Concordia de La Victoria, estado Aragua, del cual era propietario Gonzalo Gómez (hijo del presidente de la República Juan Vicente Gómez). Fue el primer equipo venezolano en viajar al exterior y en conquistar torneos en el Caribe, ante equipos cubanos, dominicanos y puertorriqueños. Allí jugaron en el mismo equipo tres miembros del Salón de la Fama del Beisbol de Cooperstown: Martín Dihigo, Johnny Mize y Joshua Gibson. La amistad entre la oncena larense y los aragüeños hizo que el cubano fuera cedido para dos encuentros contra el Ayacucho en Duaca. Los bates duaqueños parecían adormecidos. Los lanzamientos del maestro hacían estragos. La muchedumbre asombrada no dejaba de admirar aquel desempeño fuera de lo común. Dihigo fue coleccionando ponches hasta llenar la libreta de anotación. Pasaban los capítulos y la fuerza de aquella recta parecía incrementarse. La torre de ébano desde el montículo de sus destrezas; liquidaba con placer a sus oponentes. Un mal tiro del cubano ante batazo de Emilio D’Amico, le quitó la posibilidad del juego perfecto. Al final el primer juego sin hit ni carreras del cual se conozca en Duaca. Los aficionados aplaudieron la hazaña. Dihigo compartió con el público en la comida, se devoró el cerdo asado con una facilidad tan contundente como sus lanzamientos.
El personaje…
Dihigo nació en Matanzas, Cuba, el 25 de mayo de 1905. Su enorme calidad lo hizo estrella en todas las posiciones. En México era habitual que ganara los títulos de bateo, empujadas y jonrones, al igual que se consagrase como el mejor lanzador. Si profundizamos en las estadísticas ocurría lo mismo en Cuba, Venezuela, Estados Unidos y República Dominicana. Su desempeño en las Ligas Negras norteamericanas es histórico. No pudo llegar al beisbol de las Grandes Ligas debido a la prohibición que existía para la gente de color. Su retiro en 1945 le impidió, tener alguna posibilidad de ser el primero en hacerlo. Cosa que sí logró Jackie Robinson en 1947 con los Dodgers de Brooklyn. El cubano es salón de la fama de las cinco ligas en donde jugó. Un ejemplo del respeto que existe para Dihigo como jugador es esta conversación entre el entonces gerente general de los Dodgers, Al Campanis, y el narrador Jaime Jarrin. Al dijo: «Jaime, el mejor pelotero que he visto en mi vida es Martín Dihigo, pero nunca llegó a las Grandes Ligas», rememoró Jarrín. «Después de Dihigo, colocaría a Roberto Clemente por encima de Willie Mays. Esos son los dos mejores jugadores que he visto toda mi vida». Su caso es emblemático. En 1977 el comité de veteranos lo escogió como miembro de los inmortales de Cooperstown, sin ni siquiera haber lanzado una pelota en el mejor beisbol del mundo. Fue el reconocimiento, al considerado por muchos, el mejor lanzador latinoamericano de todos los tiempos. En su meritoria carrera lanzó 14 no hit no run. Los primeros que se lanzaron en Cuba y México le pertenecen. En República Dominicana fue el segundo en hacerlo. En definitiva, quien pisó el terreno de nuestro estadio, llamado con justicia Ayacucho, era un verdadero fenómeno del deporte. Jamás pelotero de esos kilates estuvo entre nosotros. Que buena sorpresa la dieron a nuestros muchachos.
Ayacucho BBC
Fue la oncena más célebre de nuestro longevo beisbol. Nos representó en diversas partes del país. Sus actuaciones contra equipos de Tucacas, Barquisimeto y Puerto Cabello son parte de su legado. El respeto que generaron fue tan grande que los temibles América y Japón de la capital larense se apertrecharán con los mejores jugadores para enfrentarlos.
Por: Alexander Cambero.
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