Por Christopher Sabatini y Camila Bartolo
Durante el último mes, los medios de comunicación internacionales han cubierto las elecciones fraudulentas de Bielorrusia, incluyendo noticias sobre protestas, huelgas y apoyo de la comunidad internacional. Esta es la clase de atención diplomática e internacional que la oposición venezolana urgentemente necesita para luchar contra el régimen autocrático y criminal de Nicolás Maduro.
Pero los demócratas bielorrusos no tendrían esta atención si no hubiesen participado en la ficticia elección presidencial del 9 de agosto. ¿Debería la oposición democrática de Venezuela hacer lo mismo en las elecciones legislativas de diciembre?
De seguro, el campo de juego es mucho más complejo para la oposición venezolana. Está diseñado para asegurar que Nicolás Maduro tome control personal de la Asamblea Nacional: aunque está neutralizada, es la última institución democrática del país. El Consejo Nacional Electoral está gobernado por los lacayos de Maduro, el Estado controla los medios de comunicación, y los procesos electorales para la digitalización y conteo del voto no son transparentes. Además, los militares y las milicias privadas regularmente amenazan, torturan y secuestran a manifestantes pacíficos, y los grandes partidos opositores han sido clausurados (incluso los que alguna vez estuvieron alineados con Hugo Chávez, el mentor de Maduro), sus líderes de estos partidos fueron arrestados o amenazados, y sus bienes confiscados por el gobierno.
Por estas razones, la mayoría de los líderes demócratas venezolanos se rehúsan a participar, incluyendo a Juan Guaidó, el presidente interino constitucionalmente electo por la Asamblea Nacional en enero de 2019. Sus argumentos sobre la ilegitimidad de estas elecciones van más allá de cualquier debate. Estas elecciones serán una farsa.
Pero, ¿la oposición está dejando pasar una oportunidad importante al no participar?
Los líderes opositores argumentaron que participar en estas elecciones fraudulentas significa legitimarlas. Pero el mundo ya sabe que serán una farsa. El Departamento de Estado de Estados Unidos declaró el 3 de septiembre que las «condiciones para elecciones libres y justas no existen en Venezuela». Aunque el régimen de Maduro realizó deshonestas fintas para intentar que la Unión Europea y la ONU envíen observadores internacionales, Josep Borrell (alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad) manifestó el 7 de agosto que la UE no los enviará.
A pesar de que algunos temen que la UE cambie de parecer, la realidad es que es imposible cambiar en tres meses todo lo que es incorrecto y corrupto dentro de esta votación. Ello significaría: renovar completamente el Consejo Nacional Electoral y derogar ciertas leyes sobre partidos políticos; la liberación de todos los líderes opositores (no solo el gesto simbólico que tuvo el gobierno de Maduro en la primera semana de septiembre); garantías para el acceso igualitario a los medios de propaganda estatales y privados; una auditoría del software y el equipamiento electoral transparente, independiente y profesional antes de la jornada electoral. Dejando de lado la clara falta de voluntad del gobierno de Maduro en hacer algo de esto, es simplemente imposible.
Pero, en lugar de legitimar otra participación electoral absurda, esta elección se podría enfocar en la atención internacional y la movilización de los seguidores. Desde la elección de Guaidó, el liderazgo democrático de Venezuela ha luchado para volver a tener el impulso popular y la atención internacional de principios de 2019. Partidarios que inicialmente llenaron las calles, se cansaron de no obtener resultados y de sufrir en manos de la Guardia Nacional de Maduro, los colectivos paramilitares y las tropas de comando FAES. Convocar a los ciudadanos a participar de estas elecciones reavivará las pasiones democráticas de la mayoría. A su vez, demostrará que la oposición no está dispuesta a dejarle pasar al régimen ni un solo proceso electoral corrupto. (Su argumento actual para no participar no se ve bien fundado, teniendo en cuenta el error colosal que cometieron al retirarse de las elecciones de la Asamblea Nacional en 2005, cuando las condiciones eran mucho mejores que ahora).
Considerando que los grandes partidos políticos fueron vetados, la pregunta es cómo. Una opción es concentrarse detrás de los partidos restantes como Alianza Bravo Pueblo o Vente Venezuela, pero esto los pondría en la mira de Maduro. También está el anuncio del líder opositor Henrique Capriles Radonski (quien muy probablemente derrotó a Maduro en 2013, pero no prosperó por pre-condiciones electorales injustas y una tabulación de votos cuestionable y poco transparente) de participar, pero nuevamente, debemos preguntarnos cómo. En un streaming en vivo el 2 de septiembre, Capriles manifestó: “No le vamos a regalar la Asamblea a Maduro; convoco a la gente a movilizarse”. Además, aclaró: “Estamos peleando para que las elecciones sean libres y democráticas”.
Una mejor opción sería alentar a los ciudadanos a que nominen directamente a los candidatos, voten en blanco o emitan votos nulos. Esto menoscabaría la legitimidad de los resultados aún más que no participar. No hay duda de que el gobierno no reportaría estos resultados probablemente humillantes. Además, proveería un necesario punto de encuentro para aquellos ciudadanos que buscan una forma de expresar su disgusto y desesperación. La imagen de los votantes formando una marcha pacífica, democrática y ordenada, inspiraría de formas en las que no participar o incluso una marcha masiva no podrían.
Existen otras posibilidades como llevar a cabo una elección paralela en una fecha distinta, en la cual la oposición podría participar. Es una buena idea, pero que se intentó con el noble esfuerzo de dar una voz a la oposición popular en la absurda votación de la Asamblea Constituyente en 2017. Aunque fue un ejercicio positivo, no generó la repercusión internacional y la sostenida protesta social que hoy ocurre en Bielorrusia.
El deseo de rechazar esta ridícula parodia de votación democrática del 6 de diciembre es comprensible; aunque no son menores las amenazas y los riesgos que acarrea intentar participar. Sin embargo, los eventos de Bielorrusia demuestran que incluso las elecciones fraudulentas importan… especialmente cuando son lo último que tenemos.
Cualquiera sea el curso de acción, el 6 de diciembre, nosotros y los demócratas de todo el mundo apoyaremos a los demócratas de Venezuela, contra esta elección robada y la voluntad del pueblo venezolano. Solo quisiéramos que más personas prestaran atención.
Dr Christopher Sabatini es el principal investigador para América Latina en el Royal Institute of International Studies (Chatham House) en Londres y está en la junta directiva de Global Americans.
Camila Bartolo es una abogada argentina especializada en Derecho Penal de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente se desempeña como investigadora en Global Americans y en la UBA. También trabajó en la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas de la OEA, en Washington D.C.
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