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Cheo Pardo intenta rescatar la memoria musical venezolana

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Hace un par de años, José Luis “Cheo” Pardo tuvo una idea: quiso regrabar algunas de las canciones de Guillermo Carrasco, su mentor, y uno de los músicos venezolanos que más admira. Era una forma de retribuirle todo el apoyo y la confianza que ha tenido en él y, además, de ayudarlo a ser, de nuevo, el dueño de sus canciones y percibir ingresos por los derechos de sus temas.

Solicitando apoyo de algunos amigos, Cheo y Guillermo comenzaron a trabajar en temas como “Ojalá”, del disco Bella y fugaz (2016), y otros del álbum Visual (1988), uno de los favoritos del exguitarrista de Los Amigos Invisibles. Sin embargo, al poco tiempo todo se detuvo. Necesitaban dinero para contratar a otros músicos y no lo tenían. “Todo quedó congelado”, recuerda.

Recientemente una noche, en uno de los Lives en Instagram a los que ha acostumbrado a consecuentes fans durante la pandemia puso −por error− la versión de “Ojalá” que había editado con Guillermo Carrasco. Pero el tema no estaba terminado: entonces se disculpó con sus seguidores y explicó qué quería hacer con esas canciones. La respuesta fue positiva, incluso muchos se ofrecieron a ayudarles a terminar el tema. Así nació su iniciativa de reconstruir, poco a poco, la memoria musical venezolana.

Al principio pensó en pedir un préstamo o algún tipo de financiamiento a alguna institución; sin embargo, un amigo le sugirió abrir un Patreon, una plataforma de micromecenazgo para proyectos creativos. Allí, desde el 26 de agosto, comparte todo el proceso de grabación, las canciones terminadas y alguna que otra sorpresa en tres tiers (planes de suscripción): ¡Demasiado pana! ($4 al mes), Te fuiste de palo ($10) y ¡Te pasaste! ($20). “Pensé que sería una idea  estupenda lograr regrabar algunas de esas canciones de manera que las subiéramos en Spotify y que esos artistas pudieran ver, aunque sea, unas pullitas por esos temas. Me pareció un proyecto chévere, sobre todo en un momento en el cual los músicos estamos en casa encerrados sin poder tocar en vivo”, explica José Luis Pardo, también conocido como DJ Afro.

La iniciativa empezó con Guillermo Carrasco, quien vivió una situación particular hace poco: alguien, fuera de Venezuela, publicó sin su consentimiento sus canciones en iTunes y Spotify.  Pero incluirá a otros artistas venezolanos de la década de los años 80 y 90, principalmente, a quienes admira el productor musical. Entre ellos están Mirtha Pérez, Alberto Slezynger del grupo Daiquirí, entre muchos otros. “La idea es aprovechar a los artistas que todavía están y que están ansiosos de tocar esas canciones de nuevo y que le pertenezcan a ellos para que los ingresos sean sólo suyos”, dice.

Este proyecto −afirma− es una forma de hacer cultura en tiempos difíciles para los músicos, quienes se han visto forzados a dejar los escenarios por un buen tiempo debido a la pandemia del covid-19. Considera que es, también, una manera de mostrar que en Venezuela se hizo buena música y darla a conocer a las nuevas generaciones. “Cuando se habla de rescatar al país, siento que entre todas las prioridades habrá que incluir al sector cultural. Y lo tenemos que hacer nosotros. Pasa mucho que la gente se nos va y no queda huella y eso no debería pasar”, lamenta el productor.

—¿Qué te llevó a querer rescatar estos temas y darles un nuevo aire?

—Cuando empecé a salir de Venezuela para tocar, cuando tuve la fortuna con mi banda Los Amigos Invisibles de ser firmados por un disquera internacional, empecé a entender cómo funcionaba el negocio, y también por artistas como Prince, que fueron mis mentores, mis modelos, mis ídolos, me di cuenta de que por los contratos disqueros de antes y muchos de los de ahora, las canciones que grababan los artistas no les pertenecían. Eso tenía mucho tiempo pasando en Venezuela y comprendí que esa era una de las razones por las cuales nuestros artistas no siempre sentían que la carrera de músico era rentable. Cuando conocí a los artistas de las generaciones que me formaron, Guillermo Carrasco, Yordano, Evio Di Marzo, me di cuenta de que era cierto.

—En tus redes explicaste que con este proyecto quieres rescatar la memoria musical venezolana. ¿Cómo se puede nutrir y refrescar esta memoria que muchos han olvidado?

—Creo que la memoria musical de los venezolanos se recupera a través de la historia oral. Nosotros tenemos que contarle esas historias a nuestros hijos, desde los cuentos del diente roto, sobre las películas venezolanas hasta las canciones, que es lo que yo estoy tratando de hacer. Creo que la gente tiene que contar esa historia y entender que es parte fundamental de la razón por la que estamos donde estamos. Saber la historia no sólo evita que cometamos errores en el futuro sino que nos dice mucho de quiénes somos, de dónde venimos.

—También hablabas de que en alguno de tus viajes a México te percataste de que allí la memoria musical está muy presente en las personas. Sin embargo, eso no pasa mucho en Venezuela, sobre todo entre las nuevas generaciones. ¿Cómo lograr que en el país las personas conozcan parte de ella? ¿Cómo integrarla y hacer que los más jóvenes se interesen cuando pareciera que sus gustos van por otro lado?

—Siento que en Venezuela, particularmente, una de las diferencias es que se tiene mucha debilidad por lo nuevo, quizá porque en algún momento tuvimos mucho dinero, mientras que en otros países no lo viven así. Creo que es una tontería pensar que los gobiernos lo van a hacer, tienen otras prioridades y, particularmente en la situación en la que está Venezuela, sólo queda de parte de los individuos apuntar y decir ‘epa, que no se pierda eso’. Hay muchos chefs que están recuperando platos típicos venezolanos porque  hay mucha historia oral involucrada y, de repente, hay un chef que busca una receta, la rescata y la rehace, y esa es la manera de que individuos como yo, los artistas, apunten el dedo hacia las cosas que no se deberían perder.

—¿Por qué consideras que es tan importante dejar un registro de la buena música que se hizo en el país?

—Esta pregunta es muy difícil de responder. Creo que para mí es muy obvio que dejar testimonio de lo que se ha hecho en la humanidad nos salva. Cuando comencé con Los Amigos, creyendo que éramos la tapa del frasco y pensando que lo que hacíamos era innovador, me di cuenta de que en nuestro país había muchísima gente que ha hecho lo que nosotros estábamos haciendo entonces y no lo sabíamos. Haberlo sabido nos hubiese ahorrado muchísimo camino y nos hubiese conectado con mucha gente que al final terminó ayudándonos. Nos hubiese hecho el camino mucho más fácil.

—En un Live en el que explicabas algunos detalles del proyecto recordaste cuando comenzaste a coleccionar discos, cuando ibas al puente de la Avenida Fuerzas Armadas a buscar música. En ese entonces, ¿imaginabas que en algún momento intentarías reconstruir la memoria musical del país?

—Nunca imaginé que iba a reconstruir la memoria musical del país, definitivamente no. Pero creo que mi carrera ha estado llena de momentos en los que sentía la necesidad de que el venezolano recuperara un poco su ego cultural. Siento que siempre nos pareció mejor lo que se hacía en otros países y no lo que teníamos nosotros. Siempre sentí la necesidad de decir que no, que en Venezuela también se hacen cosas hermosas, como en todos lados. Creo que el trabajo, sin ser condescendiente con lo mal hecho, hay que aplaudirlo.

—Mencionaste que este proyecto también es una manera de reconectarte con Venezuela, así como lo haces a través de los Live. Sobre estas reuniones digitales, ¿imaginaste que las personas se involucrarían tanto y que la interacción sería tan especial?

—Absolutamente no. Jamás imaginé que poner música en la sala de mi casa iba a ser como una puerta dimensional a una realidad en la que nadie tiene cara, nadie tiene más dinero que nadie, que nadie está lejos, todos están cerca, todos somos iguales, y todos rumbean como si tuvieran 16 años. Veo a mi mamá pidiéndole curda a alguien y compartiendo tragos en una fiesta virtual en la que todos somos almas. ¿Quién se iba a imaginar eso? Nadie.

—Para ti que vives de la música, de tocar en vivo ¿cómo han sido estos casi seis meses en confinamiento sin espectáculos ni conciertos? ¿Sigues produciendo a distancia?

—Ha sido muy duro para los músicos, mi gremio está bastante golpeado. En muchos chats de músicos he tratado de aupar y ver el lado bonito de compartir música en estos momentos, pero a veces el pesimismo es mayor porque los músicos no van a tocar en vivo por un buen rato. Pero me considero parte del equipo que está tratando de darle la vuelta y buscar optimismo y maneras de conectar porque, como siempre, pienso que la tarea y el trabajo de los músicos es entretener, es hacer que la gente sienta cosas que los hagan viajar y los alejen de la realidad.

Creo que nuestro trabajo es entretener y siempre voy a tratar, en la medida de lo posible, de estar en el equipo de los que están buscando darle la vuelta a esta nueva normalidad. Pero sí, hemos llevado palo, no me ha gustado producir a distancia, lo he hecho, pero no ha sido fácil, no ha sido lo más provechoso. Últimamente, que el confinamiento es más suave en Nueva York, he podido ir al estudio y ver a algunos músicos en persona. Eso nos hace falta.

—Luego de que el confinamiento termine y se puedan realizar grandes eventos, quizá en un par de años, ¿crees que lo que se ha impuesto en la cuarentena se mantenga? ¿En el futuro se impondrá lo virtual o necesitaremos volver a ese contacto con el otro?

—Creo que muchísimas cosas del contacto virtual van a quedar porque la manera en la que la gente se está conectando tiene muchas cosas favorables. Siento que, en mi caso, conectar a 1.500 personas, como pasa en mis Lives, me tomaría muchísimos vuelos, muchísima energía y muchísimas noches de desvelo lograrlo. Por eso creo que hay cosas que se van a mantener, pero siento que, definitivamente, la experiencia de ver a una banda en vivo es algo que no se va a perder. Esa experiencia no tiene comparación.

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