Comienzo con algunas precisiones. No tengo ningún tipo de escrúpulos en incluir en una negociación al diablo si fuera necesario (léase en nuestro caso cubanos, iraníes, rusos, turcos, chinos) siempre que se tenga claro a qué se va y se tenga la certeza de que el resultado será trascendente y confiable. Por mucho que se especule sobre quién puede estar detrás de la participación de Turquía, me produce bastante suspicacia la participación, sin ningún contrapeso, de un actor con una trayectoria tan opresora, vinculado estrechamente al régimen de Maduro por razones económicas non sanctas y por solidaridad dictatorial.
Tuve gran confianza en el liderazgo de Capriles, en su honestidad, en su vocación social, en su dedicación, por eso no me hago eco de ninguna campaña de desprestigio que trate de presentarlo como un tránsfuga o un vendido, pero no puedo estar de acuerdo en considerar que sea pertinente que intente abrir otro juego para explorar las posibilidades de éxito, como si no se arriesgara nada y estuviéramos comenzando de cero.
Por similares razones estoy en desacuerdo con el irrespeto con el que Capriles, para justificar su jugada política, ha tratado al liderazgo de Guaidó y a quienes han trabajado junto a él, empequeñeciendo su labor y dedicación en el cumplimiento de responsabilidades tanto en el país como en el exterior, para encontrar respaldo a la democracia venezolana, así como para salvaguardar bienes de la nación, tareas en las cuales, con errores algunos incluidos, se han alcanzado importantes logros.
Obviar que el juego está trancado fundamentalmente por la negativa de la cúpula madurista de ceder ningún espacio de poder es, por decir lo menos, un falseamiento de la realidad, sin soslayar que los conductores de la política trazada, léase el mantra, hayan sido inflexibles en su modificación y arbitrarios en el manejo de la Unidad. En ese sentido ha fijado su posición en dos oportunidades Primero Justicia, sin por eso abrir tienda aparte
De las distintas afirmaciones y promesas hechas por Capriles me voy a detener en dos: la primera de ellas, categóricamente defendida antes de abrir su juego, fue la imprescindible postergación de las elecciones, posibilidad que hasta el día de hoy cuando escribo estas líneas ha sido negada rotundamente por Nicolás Maduro, desafiando lo humano y lo divino.
La otra es la referencia a la desconexión con la gente, importante handicap de la oposición que pareciera inexplicable si tenemos en cuenta el vínculo con una buena cantidad de organizaciones sociales y gremiales, crítica que queda en el vacío porque no da ni una sola pista de cómo lo logrará.
No creo que tenga discusión la importancia que tiene rescatar el poder del voto como mecanismo para elegir que el chavismo vació de contenido. Tampoco que es vital para el oficialismo la participación de un sector de la oposición mucho más amplio que la mesita, para lo cual está dispuesto a mejorar algunas condiciones electorales (no sabemos todavía cuáles y cuántas) para que parezcan medianamente democráticas y así legitimarse ante los ojos al menos de una parte del mundo.
Me paseo por la posibilidad de que la Unión Europea y las Naciones Unidas acepten ser observadores electorales, también porque se logre sacar un buen número de diputados que permitan a la oposición tener una voz en la Asamblea, e incluso por el supuesto de alcanzar la mayoría. Qué sigue después, si no se consiguen cambios importantes en un Poder Ejecutivo que todo lo puede, sin Estado de Derecho lo que permite todo tipo de arbitrariedades, entre ellas represión e inhabilitaciones, y una desastrosa conducción económica que ha llevado al país a una tragedia sin parangón.
No cabe duda de que todos estamos de acuerdo en el qué, salir de Maduro y de la tiranía, pero seguimos entrampados en el cómo, de qué manera los partidos agrupados en la Unidad pueden encontrar la forma de instrumentar sus loables propósitos. A Capriles le corresponde demostrar que el resultado de la participación y el aval que significa para el régimen no requieren más razones que su liderazgo y buena voluntad.
Si como dijo en recientes declaraciones para El País decide no participar por considerar que no están dadas las condiciones, el resultado de su apuesta ha tenido un muy alto costo en cuanto a la unidad opositora, así como en su legitimación de la dictadura.
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