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Nerval no pertenecía a este cielo

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Por eso, la locura y el sueño en Gérard de Nerval, por eso sus amigos y contemporáneos o llamaban “el loco delicioso”. En una ocasión, mientras paseaba su langosta, atada con una cinta azul, por los jardines del Palais Royal, alguien le preguntó qué lo había llevado a preferir esa mascota. Gérard de Nerval no se inmutó: “Pasear una langosta tiene dos ventajas, dijo. Una es que no ladra, la otra es que conoce los secretos del mar”.

Nerval es un poeta que habla sobre los constantes combates desesperados del alma humana. Un hombre que se debate con demonios cotidianamente, ilumina su obra y nos alcanza su reflejo diáfano con una luz única. El acercamiento a la obra de Nerval necesita ser delicado y cuidadoso, pues cualquier individuo puede hallar en sus primeras aproximaciones puros gritos o balbuceos frenéticos, como las de un alma enferma cualquiera.

Me referiré específicamente a la prosa de Labrunie, original nombre de Gérard, que dejó por el seudónimo de Nerval, por ser este el lugar donde vivió y se crió durante la infancia. O más bien dicho, a su prosa poética. En el presente ensayo quiero comentar dos elementos, que a mi parecer, son fundamentales para un acercamiento directo con la obra del poeta francés: la locura y el sueño. No como temáticas, sino como dos estados desde donde se instala para narrarnos sus frecuentes luchas interiores. Y para ejemplificar lo que digo revisaremos Aurelia o El sueño y la vida. “El loco delicioso”, epíteto creado y usado por sus contemporáneos y amigos, exalta su ironía frente a lo que él mismo llama su enfermedad y su curación.

La locura: el poeta al encontrarse en los bordes donde la razón no existe, se espanta. La locura lo tiene prisionero, es la única vez en la que Nerval protesta de ese estado en el que no sabe si va a sucumbir o si saldrá a salvo; es aquí, en este preciso momento, cuando comienza a escarbar en el pasado de sus sueños y a escribir Aurelia, que será, más que una explicación de su estado a los psicólogos, una verdadera necesidad para su salvación, es el superar la desgracia que le ha ocurrido en su interior transformada en expresión poética auténtica.

Cuando Nerval trata el asunto de su “enfermedad” en el relato, lo hace con un tono irónico, ejemplo de ello es el siguiente fragmento: “Voy a tratar de transcribir las impresiones de una larga enfermedad que sucedió totalmente en los misterios de mi espíritu; –y no sé por qué me sirvo del término enfermedad, pues jamás, por lo que toca a mí mismo, me he sentido de mejor salud…”, (Nerval, Aurelia, pág.4).

En Aurelia, Nerval siempre es perseguido por algo que él cree haber cometido, un raro y misterioso sentimiento de culpa, entonces el poeta lucha con el fin de salvarse durante toda su vida. Su capacidad de sufrir y desesperarse velan a sus propios ojos la extensión de su inocencia, dice Albert Beguin en su libro Gerard de Nerval, ejemplo de esto lo vemos al final de la primera parte del relato, cuando después de haber narrado toda una serie de visiones, ensueños y delirios por los que vivía atormentado, siente una carga que le pesa mucho y dice:

“¿Qué había yo hecho? Había turbado la armonía del universo mágico de donde mi alma extraía la certidumbre de la existencia inmortal. ¡Estaba ahora maldito quizá por haber querido penetrar el temible misterio ofendiendo la ley divina; no debía esperar ya sino su cólera y su desprecio! Las sombras irritadas huían lanzando gritos y trazando en el aire círculos fatales, como las aves al acercarse la tempestad”. (Aurelia, pág.49).

En Aurelia podemos apreciar que Nerval tiene delirios de persecución. Se siente perseguido por una falta que cree haber cometido; un raro sentimiento de culpa que origina un misterio más en la vida del poeta de las Quimeras. “El vate decimonónico francés lucha incansablemente con el fin de salvarse durante toda su vida. Su capacidad de sufrir y de desesperarse velan a sus propios ojos ‘la extensión de su inocencia”, escribe con dolor (Ibid, pág.99).

En Aurelia todo transcurre en planos simultáneos. Nerval retoma en niveles diferentes la historia de una misma alma, crea un mundo de sueño mezclado con un mundo real; realiza el itinerario de un alma a través del caos de la locura, de las angustias y de la incertidumbre. Aquí radica el tono dramático del saber, del conocimiento y de la grandeza de Aurelia, ya que a través de este caos el hombre, el poeta de Silvia, se dirige a su salvación.

El sueño: memorablemente, escribía Baudelaire: “Conserva los sueños; ¡los cuerdos no los tienen, los cuerdos no los tienen tan bellos como los locos!”.

Nerval solicita la revelación de verdades supremas al sueño, a sus sueños, que transforman la vida y revelan su valor más profundo. Aunque en toda la obra del poeta se puede encontrar este suceso, es la primera parte de Aurelia la que está más impregnada del velo finísimo del sueño. Está siempre presente el amor, de manera simultánea Aurelia es todas las mujeres que ha amado, ama y amará el poeta.

En la segunda parte del relato, después de afrontar numerosas batallas con el sueño y con su enfermedad, que, por cierto, le hace poseer un espíritu desordenado, Nerval se acerca a las ideas religiosas cristianas de salvación y de piedad. Al final de la obra, “el loco delicioso” llega a reconocer que sus sueños y visiones no fueron sino demencia, pero que, a fin de cuentas, quedó contento con las convicciones que adquirió.

Para Nerval el sueño no es un reposo; es una variedad de imágenes que uno tiene cuando duerme, y constituyen la consolación de nuestras penas en la rutina diaria, estas imágenes son otra vida, en la cual uno escapa de las condiciones terrestres. En ellas se puede prefigurar la vida eterna. Para ejemplificar esta idea me serviré de las palabras que dan inicio a Aurelia: “El sueño es una segunda vida” (Aurelia, pág.1).

Aurelia es una gran obra, una prosa poética inspirada por los sueños del poeta, pero en dos sentidos diferentes: en uno la amada constituye, junto con la vigilia, un todo indisoluble y continuo; en otro sentido, porque nos describe simultáneamente la conquista de la salvación y la adquisición de los dones del sueño.

Nerval hizo eficaz el sueño, sus sueños; pues gracias a esa otra vida resuelve los conflictos que atormentan el interior del poeta… estas imágenes al respecto de esta idea las podemos ver desde el conjunto de sonetos “Quimeras”, en su libro Silvia, Octavia, u otros muy bellos, al filo de la locura. El universo de los sueños en Aurelia está poblado de símbolos provenientes de diversos lados: imágenes de la vida de Nerval, mitos y poemas de todos los tiempos.

Algo curioso, y que en lo personal es lo que hace que me familiarice y acerque con agrado a la obra y vida de Gerard de Nerval, es que el drama que maneja en su obra, y que sufrió realmente en carne propia, lo ha sabido hacer nuestro, y no solo eso, sino que participamos en él. Además, lo hallamos cercano porque él se planteó cierto número de cuestiones con una urgencia ante la cual nosotros nos hallamos a la vez, ante la cual se hallan un día u otro todos los hombres, por tanto su palabra, la palabra de Nerval, conserva eficacia; su poesía existe. La aparente incoherencia cronológica del relato se debe a que Nerval hace un encadenamiento con una especie de memoria intemporal, análoga a la del sueño.

En las primeras líneas de Aurelia y hablando sobre los primeros instantes del sueño, escribe: “Es un subterráneo vago que se ilumina poco a poco, donde se desprenden de la sombra y la noche las pálidas figuras gravemente inmóviles que habitan la mansión de los limbos”, (Aurelia, pág. 1). Aquí no hay distinción, además, entre la prosa y la poesía, están fundidas; prosa poética, poema en prosa o prosema, “no me asustan los términos”, dijo Arreola al respecto.

Es interesante ver la fórmula que realiza Teophile Gautier (contemporáneo y amigo del poeta) acerca de las intenciones de Aurelia: “Aquí la razón escribe al dictado las memorias de la locura” (Prólogo de Aurelia, pág. XIII). Y estos fenómenos humanos es lo que se corresponde y se funden muy bien, tanto en la obra, como en la vida de Nerval: razón y locura; vigilia y sueño.

Algo que llega a culminar gloriosamente Nerval en su obra, es el afirmar dramáticamente la existencia de un mundo interior, del mundo del sueño y de los sueños, dice en las últimas páginas de Aurelia o El sueño y la vida, como no gratuitamente subtituló el autor de La bohemia galante: “A partir de aquel momento, me dediqué a buscar el sentido de mis sueños, y esa inquietud influyó sobre mis reflexiones en estado de vigilia…” (Aurelia, pág.114).

También me parecen interesantes las palabras de Albert Thibaudet, que dice sobre un momento en que el poeta sufre una grave crisis: “Es Nerval el único escritor en el que la locura, o mejor dicho, el recuerdo y la sombra de la locura se presentaron bajo la figura de una musa, de una inspiradora y una amiga” (Aurelia, Prólogo, pág. XX).

Xavier Villaurrutia, traductor del “loco delicioso” dice que Aurelia es una obra en la que su autor decide su destino, su salvación. La primera parte está impregnada de un ambiente de desesperación y angustia; la segunda, en un ambiente de la salvación del descenso a los infiernos. Las tentativas de Nerval, expresadas en las últimas páginas de Aurelia son de dirigir su propio sueño y descubrir los secretos del sueño.

La locura de Gerard de Nerval fue una rara mezcla entre lucidez y delirio, que culminaría en el viaje definitivo del poeta, en el callejón de la vieja linterna, en 1855, con el suicidio. La noche del 25 de enero de 1855 salió a buscar un lugar apropiado. Antes escribió una carta de gratitud a su tía que terminaba diciendo: “No me esperen. Esta noche será blanca y negra”.

Lo encuentran a las 7:00 de la mañana del 26 de enero. En sus bolsillos aparecen algunos objetos: las últimas páginas de Aurelia, dos centavos, su pasaporte, una carta. Al enterarse de la noticia, Baudelaire fue al lugar y observó que había tenido cuidado en escoger el lugar más sórdido de la sórdida calle Vieille Lanterne para ahorcarse. Gautier escribió: “Oh, Gérard, ¿qué has hecho? ¿Por qué no viniste a abrazarme?”. Los servicios funerarios se realizaron el 30 de enero en la iglesia de Notre Dame. Beguin ha escrito que “de todos los que han escrito, Nerval es quien se ha mantenido más en un estado de poesía”. Para Armel Guerne, era quien conocía el secreto blanco del amor y había recibido “la llave del santuario de una gran sabiduría”.

Nerval vivió y murió bajo el sol negro de la melancolía. Más de 130 años después, sus obras nos siguen resultando tan verdaderas como sus sueños. Entre las frases, aún aparece la imagen de un cuerpo ahorcado, abrazado a la imagen de su madre. Es un poeta al que no solo admiramos. También lo queremos. No pertenecía a este cielo. Era supreceleste.

Fuentes: *BEGUIN, Albert, Gérard de Nerval. FCE, México, 1987, 112 pp.*GÓMEZ de la Serna, Ramón, Gérard de Nerval. *NERVAL, Gérard de, Aurelia o El sueño y la vida. Nueva Cultura, México, 1942, 118 pp.

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