La Organización Mundial de la Salud, que jamás ha visto las sucesivas –y por motivos políticos– matanzas como «pandemias», de súbito convirtió al mundo [durante el siglo XXI] en una enorme penitenciaría. Todos sabemos qué asuntos caracterizan a los centros de reclusión de forajidos: lucha de líderes temporales con sus cofradías organizadas para delinquir, dominar las emparentadas en hábitos o costumbres, institucionalizar la omisión de justicia o su aplicación írrita, histeria y ebriedad colectiva, el crimen por placer y desprecio hacia la cultura o ciencia.
En diversidad de naciones, los hombres aprendemos idiomas para comunicarnos. Lo cual no se logra sino de manera ínfima. Aprendemos vocablos cuya fonética varía confiriéndoles significados distintos. La fuerza física o de pertrecho letal cambia la dirección en asuntos sociales convenidos, como las leyes, que deberían estar por encima de las exigencias de quienes exigen ser adulados, recibir trato de reyezuelos. Igual lo hacen las palabras pronunciadas con distintas tonalidades. Lo miro y analizo, la siento plaga que pica, durante la conversión de la universalidad libre en megacentro de reclusión de gente degenerada mezclándose con personas cultas. La OMS es paramilitarismo enmascarado en institución que advierte respecto al surgimiento de virus que podrían generar «pandemias» amenazadoras de la especie de seres menos inhumanos. Lo demostró cuando nos obligó a usar mascarillas y mantenernos en centros de concentración de imbéciles.
Los matones oficiales en países que, como Venezuela, rige la delincuencia organizada en sustitución del Estado de Justicia y Derecho, son animalescos. Emiten sonidos guturales que no alcanzan categoría de morfemas, no usan un lenguaje convencional. Mientras ello ocurre, nosotros, los que [en el curso de nuestra infancia orientada] aprendimos un lenguaje, su escritura y gramática, nos hemos incomunicado en tiempos de confinamiento obligatorio decretado por la Organización Mundial de la Salud.
Han emergido supremacías de brutos, individuos deplorables, hordas. Afloró el troglodita antropomórfico en mujeres y hombres que tienen por único proyecto de vida hacer imposible la cohabitación pacífica. El comportamiento salvaje impera en todas partes.
Digo a pocos individuos que parecen tener, impoluta, su capacidad intelectual, que no se trata, rigurosamente, que hayamos muerto y estemos en el purgatorio del acomodaticio discurso teologal. La cuarentena mundial es maníaca depresiva, homicida-suicida, histérica, urdimbre de nuevo desorden mundial. Por todo lo expuesto, mi sensibilidad social, atropellada por la incomunicación no deseada, fue demolida fortaleciéndome profeso de la búsqueda menos dolorosa de la desaparición de nuestra especie.
(@jurescritor)
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