Huyendo de las fuertes heladas de Canadá y Estados Unidos, las mariposas monarca realizan un viaje de 4.200 kilómetros en el que polinizan millones de flores hasta llegar a los bosques de México, brindando un servicio invaluable al planeta entero.
Una vez llegan a los santuarios ubicados en el límite de los estados de México y Michoacán, estos bosques les devuelven el favor cobijándolas durante todo el invierno, una estancia de varios meses que muchos turistas aprovechan para observar los bellos e incontables aleteos del lepidóptero en mitad del paisaje boscoso.
“Millones de ellas vinieron a través de los ecosistemas de Canadá y Estados Unidos visitando plantas con flores, lo que significa que a su paso hacen el servicio ecosistémico de la polinización”, explicó el director del programa de ecosistemas terrestres del Fondo Mundial para la Naturaleza, Eduardo Rendón, durante una visita a la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca, en Michoacán.
Los científicos se encuentran ahora tratando de determinar qué tipo de plantas polinizan durante su viaje para poder precisar la magnitud de la función ecológica de este fenómeno migratorio, el más impresionante de los insectos en cuanto a distancia.
Este año, por los monitoreos que se han realizado durante la migración, se estima que arribarán más mariposas a México que en el período anterior, uno de los más bajos de los últimos años.
Simbólico. En el santuario ubicado en el ejido de El Rosario –al que se accede a lomo de caballo– las mariposas salen a volar cuando el sol tiñe los bosques y se les puede ver moverse como mecidas por una ventisca en lo alto de la montaña.
Este insecto también tiene fuertes connotaciones simbólicas para las cinco culturas indígenas que confluyen en la zona: tarasca, nahua, matlalzinca, mazahua y otomí.
“Los otomíes y los mazahuas los relacionan con la llegada del Día de Muertos y piensan que son las almas de los que regresan con la gente de la Tierra. Son las almas de sus muertos”, contó el biólogo. En cambio, los tarascos las llaman las cosechadoras, pues relacionan su llegada con el tiempo de la cosecha.
Esta especie propia de Norteamérica, la cual suele vivir aproximadamente ocho meses, dejará los bosques mexicanos en marzo luego de ayudar indirectamente a que los bosques sean cuidados para favorecer el ecoturismo.
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