Hoy las teorías expanden su concepto. La relatividad es cotidiana, la gravedad es algo diario y el «Big Bang» ya es rutinario. La única que se ha quedado atrás de sus pares, en esta carrera de resistencia, ha sido la «evolución». Al parecer ha fracasado y vamos en retroceso. Los oídos del canoso Darwin deben estar rechinando porque hemos entrado en viraje.
Ya la normalidad es una ficción; sin embargo, este cuento se debe acabar y somos muchos los que estamos dispuestos a ponerle punto final.
Jamás, jamás, jamás, me hubiese imaginado ser parte de esta nueva epopeya nacional, en búsqueda de algo más que un país. ¿Destino? No lo sé, lo que sí sé es que seguimos luchando.
Echar una ojeada a las páginas históricas nos hace fortalecer, de algún modo, las convicciones a las que debemos aferrarnos para seguir librando lo que nos ha deparado el destino, porque muchos no lo escogimos.
El país que alguna vez constituyeron nuestros próceres independentistas se ha recontracaído en mil pedazos por las demencias de algunos pocos. Aunque duela, la verdad es que la maldad, el rencor, la división y tantos otros sentimientos negativos se han apoderado de nuestros conciudadanos.
Letal es el futuro que nos espera si no se corrige el problema de fondo, ya que pronto tocaremos fondo.
Nos ahogamos en la eterna búsqueda de la razón absoluta, interminables carreras «presidencialistas», hasta «concejalistas», la odiosa sempiterna línea divisoria entre izquierda o derecha, blancos, azules o amarillos y los interminables ataques desmesurados y sin criterio hacen que la población venezolana caiga sumisamente en un letargo portentoso, del cual es difícil escapar.
¿De verdad se es tan ingenuo para pensar que luego de tanto el país se construye solo? Kelsen se debe estar retorciendo en su sepulcro porque el concepto que muchos tienen de democracia es algo torcido.
Quizás, muchos debieron reprobar historia universal porque, en su práctica, las acciones hablan por sí solas.
Más allá, en el terreno álgido y tumultuoso de la «sociedad civil» escondida en la baranda a conveniencia, encontramos una gran dosis de odio inmensurable hacia sus contrapartes. Un odio acérrimo e incorregible como si se tratara de un enemigo a destruir o volver «polvo cósmico», como dijo hace mucho tiempo el intergaláctico destructor.
Al parecer ese discurso está rindiendo sus frutos. ¿En serio la hipocresía es tan fuerte como para pensar que la lucha es de un solo sector?, ¿de verdad siguen creyendo que la lucha es por el espejismo de pequeñas reivindicaciones? Pues, la soledad en estos momentos no es buena aliada y la crítica acéfala mucho menos.
La catarsis debe tener resultados positivos, la crítica debe generar acciones constructivas, el odio debe ser suprimido definitivamente porque de lo contrario no podremos avanzar.
La necesidad de unificación de las fuerzas vivas es imperiosa más que los intereses individuales, ya que las razones por las que lucha un estudiante que se forma en medio de un campo de guerra universitario, son las mismas razones por las que lucha un médico para salvar vidas en los hospitales troyanos, la lucha de una enfermera que no consigue insumos es la misma que la del maestro que no tiene ni para el pasaje para llegar a la escuela, la lucha ardua que tiene un político en medio de represión y persecución es la misma que tiene una familia en la búsqueda por conseguir algún rubro.
@JorgeFSambrano
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