Por JOSÉ ANTONIO PARRA
A propósito de la XVIII Semana de la Lengua Italiana, auspiciada por la Embajada de Italia en Venezuela, recientemente estuvo en Caracas el escritor Marco Archetti (Brescia, 1976). Este autor ha tenido una destacada labor en el ámbito europeo y su trabajo se ha centrado, entre otras cosas, en las distintas modalidades que asume el lenguaje en el entorno de las redes sociales, al igual que en el modo como ello ha derivado en nuevos retos para el oficio periodístico y para el género humano en general.
En su haber tiene publicadas ocho novelas, entre las que se cuentan Lola Motel (2004), así como la más reciente, Los días no anulan (2015), que está basada en la vida del pugilista Leonard Bundu y da cuenta de la afición del escritor por el boxeo. Con motivo de su visita nos acercamos a él para realizar la siguiente entrevista.
―Llama la atención que utilizas unos títulos en extremo poéticos en tus trabajos literarios, mientras que, por otra parte, te has enfocado en aspectos que pudieran ser opuestos y que están vinculados al periodismo y a las redes sociales. Coméntanos un poco al respecto.
“En verdad que son opuestos, pero para mí lo importante es el asunto del lenguaje. En mi trabajo yo manejo la lengua italiana y me relaciono con ella desde que era muy niño porque me fascinaban mucho las palabras, incluso las que no entendía. Me parecía que ellas tenían algo mágico, a la manera de un tótem.
En cambio, el asunto de las redes sociales es también muy importante porque yo hablo de cultura y redes sociales con frecuencia en el periódico para el que colaboro, Il Foglio. Creo que las redes sociales nos han impuesto ciertas pautas en lo relativo al lenguaje. En Italia, con las redes, ha cambiado mucho el lenguaje que usa la gente para relacionarse con algunas cosas, como la política. Por ejemplo, se está dando el caso de personas que molestan a políticos directamente por las redes. Esto nos ha impuesto una reflexión general sobre el lenguaje.
La gente no se da cuenta de lo importante que es la lengua. Recientemente dicté el taller ‘Fronteras del periodismo’ en la UCAB y muchos estudiantes me dijeron: ‘Yo quiero ser periodista, pero no me gusta escribir. Yo voy a hacer trabajos audiovisuales y por eso no tengo que saber escribir’. Esto para mí no tiene ningún sentido puesto que no es posible escapar del ámbito del lenguaje”.
―¿Cómo te parece la aparición de los emoticones en el contexto de las redes sociales y con relación al lenguaje?
“En cuanto a los emoticones yo mismo los utilizo con una intención irónica, de modo que los emojis terminan siendo como un juguete. Sin embargo, en mi caso nunca un emoticón va a sustituir al lenguaje. El lenguaje es fundamental puesto que es la única posibilidad que tenemos para lograr una relación lógica y dinámica con la realidad; una relación dialéctica con la realidad. Nosotros a veces pensamos que existe el mundo nuestro y por otra parte existe la realidad, como si esta fuese algo que no tuviera que ver con nosotros. No obstante, nosotros estamos en la realidad y creo que aquello que pasa entre nosotros y la realidad, pero que no pasa a través del lenguaje, no puede establecer significaciones”.
―Ese lenguaje al que te refieres apunta hacia lo concreto. Es decir, estaríamos hablando de significantes apuntando a significados tangibles; pero en el caso de los emojis, estos apuntan a aspectos emocionales.
“Eso también es un problema de las redes sociales y es un problema que se da por ejemplo en la política en Italia, puesto que hay muchos políticos que usan las redes sociales como adolescentes y que se dirigen a una platea de adolescentes. Esto ha tenido consecuencias que a mí no me gustan mucho. Sin embargo, tampoco me gusta hacer el papel de quien rechaza los nuevos medios. Yo me he dado cuenta últimamente, sobre todo hablando con periodistas en Venezuela, del hecho de que la web tiene un papel muy importante debido a la censura y la información en sí.
El problema en Italia es distinto, porque por ejemplo hay periódicos de muy alto nivel que están publicando contenidos de bajo nivel solo para tratar de conseguir los clics que puedan redundar en beneficios económicos. En lo particular, aun cuando utilizo las redes sociales, no he renunciado a mi lenguaje, a pesar de que a veces recurro a la provocación. Por eso, el mensaje sería: no renunciar al lenguaje propio”.
―Uno de los puntos llamativos de tu perfil biográfico reside en el hecho de que te gusta el boxeo y eres practicante de ese deporte. Al mismo tiempo, pareciera que las dinámicas que se dan en Twitter son análogas a las del boxeo en lo relativo a las polémicas y esto a pesar de que es bien sabido que la mejor pelea es la que no se da. ¿Qué analogía ves entre el lenguaje –utilizado como elemento de poder– y el boxeo? ¿Por qué el boxeo?
“Empezaré por el final. Me gusta el boxeo porque como bien has dicho, la mejor pelea es la que no se da. A mí no me gusta el boxeo por las mismas razones que le interesan a la mayoría: los golpes y los knockouts. Yo he practicado el boxeo. He estado inscrito en un gimnasio de boxeo profesional y muchos amigos míos son pugilistas profesionales. Escribí un libro sobre un amigo mío, Leonard Bundu, que es un campeón europeo de boxeo y en el libro he contando su historia, desde la guerra civil en Sierra Leona hasta el ring del Madison Square Garden en Nueva York. Lo que me gusta del boxeo son los golpes que uno renuncia a lanzar porque no es el momento. El boxeo te hace aprender a esperar el tiempo justo y te hace aprender a recibir un golpe y no devolverlo antes de que sea el instante preciso para hacerlo”.
―Eso tiene mucho que ver con las interacciones en las redes sociales en el sentido de las polémicas, ¿no crees?
“Justamente yo creo mucho en la polémica. Me gusta cuando hay personas inteligentes que no hacen polémica solo por hacerla, sino que ven la realidad desde un punto de vista sorprendente. No obstante, otro problema de las redes sociales es que han incrementado el consenso. Pareciera que el consenso es el problema de esta época. Por ejemplo, el ambiente intelectual italiano es en este momento un poco retórico y se repiten siempre los mismos estribillos, de modo que si te atreves a decir algo distinto eres un animal raro.
Mi actitud ha cambiado mucho a lo largo de los años. Al principio yo pensaba que las redes nos permitirían expandir nuestros conocimientos y más bien creo que nos han polarizado. Y polarizar una conversación o un discurso público, así como el mundo cultural, implica un empobrecimiento. Para poder estar en una dialéctica de redes sociales hay que polarizarse, puesto que una tercera posición no es comprendida”.
―¿Cómo ves el futuro del lenguaje?
“Terrible si pienso que el futuro puede llevar a un empobrecimiento del mismo y a una reducción de las palabras. El punto no es tanto una cuestión estética, sino un problema de tener mundos; porque cada palabra es un mundo y las relaciones entre las palabras construyen mundos, al igual que participan en la construcción del mundo en sí. Entonces, tener pocas palabras y pocas relaciones entre las palabras, entre la realidad y nosotros, significaría quedarnos en un mundo vacío. No obstante, hay que tener un poco de confianza en los seres humanos y en la capacidad del ser humano para contar historias y recrear con el lenguaje. Quizá nacerán otros lenguajes más ricos que los que tenemos ahora. El hombre siempre ha recreado al mundo y quizá lo hará también en el futuro, incluso con un lenguaje más rico e interesante. Quiero quedarme con esa esperanza”.
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Con esta entrega, La Paciencia se despide hasta el próximo mes de enero deseándoles a todos unas felices fiestas y un venturoso año 2019.
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