El rotundo y estruendoso fracaso de la visita a México de Nicolás Maduro a la toma de posesión del nuevo presidente de ese país, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, la pasada semana, quedó patentizado ante los ojos del mundo que vieron el pobre y ridículo papelón hecho en el país azteca por este dictador tropical. Días antes se dieron a conocer diferentes manifestaciones de rechazo de organizaciones representativas mexicanas que calificaron su presencia como un deshonor para ese país. Es de destacar la firme posición de los intelectuales entre quienes se encontraban el escritor Héctor Aguilar Camín, la socióloga Jacqueline Peschard, la académica Mercedes de la Garza y la politóloga Edna Jaime.
En el documento pusieron de manifiesto el más enérgico rechazo y destacaron que “el modelo impuesto por Maduro en Venezuela –cuya reelección como presidente ha sido declarada ilegítima por la OEA porque el proceso electoral no contó con las mínimas garantías de imparcialidad, limpieza y transparencia– ha sido exitoso en hundir a su país que padece una crisis humanitaria sin precedentes”. Denunciaron los abusos gubernamentales en Venezuela e indicaron que su presencia en un acto democrático como la transferencia del Poder Ejecutivo es inaceptable. También se hizo sentir la protesta de los migrantes venezolanos en esa capital. Por recomendación de autoridades mexicanas, Maduro se abstuvo de asistir a la toma de posesión en el Congreso para evitar la incomodidad del rechazo casi generalizado de los asistentes, y que el acto se empañara. Se dio la oficial y pueril excusa del retraso en el vuelo, argumento que nadie se creyó.
Sin embargo, durante la ceremonia, cuando el nuevo mandatario nombró a Maduro, decenas de diputados de oposición y asistentes se pusieron de pie, desplegaron una gigantesca pancarta con la imagen del dictador y el texto: “¡Maduro, no eres bienvenido!” frente a la tribuna donde estaba López Obrador, al tiempo que cientos de voces coreaban ¡Dictador! ¡Dictador! Esas imágenes las vimos todos, al igual que los abucheos que recibió a su llegada al Palacio de Gobierno en la Plaza del Zócalo para participar en el almuerzo, los cuales Maduro en su cuenta de Twitter tradujo como “muestras de cariño”.
Naturalmente que no vimos fotos del indeseable con mandatarios asistentes, solo con sus panas de Bolivia y Cuba, Evo Morales y Miguel Díaz Canel, y la foto protocolar con el nuevo presidente. Y no podía ser de otra manera. Fue rechazado y así quedó de manifiesto. Seguramente que todo eso “le resbale”, lo cual ocurre precisamente por carecer del sentido del ridículo. La prensa internacional la consideró como una gira con cero logros y muchos desaires.
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