Sabemos que la izquierda, no solo en Venezuela sino en el mundo, busca la destrucción de los valores y principios de la civilización occidental, es por ello que agrede la concepción cultural de los pueblos y busca promover antivalores y una nueva transculturización politizada y, lo que es peor, orientada a la supresión total de la idea de libertad.
Venezuela como parte del mundo occidental posee sus raíces socioculturales en la mezcla indígena-ibérica, por lo tanto es una ramificación de la cultura judeo-cristiana, la misma que nos identifica y nos define creando una visión distinta al mundo de los dogmatismos vengan de donde vengan.
Es por ello que Europa y América están, cultural y religiosamente, más cerca de Israel que de los demás países del Medio Oriente. Además, la visión extremista de ciertos grupos islámicos están completamente divorciados de los ideales cristianos de 90% de la población de América, desde el norte hasta la Patagonia.
Sin embargo, la izquierda latinoamericana aferrada a su negación cultural y atraída por los procedimientos totalitarios de cualquier signo, que hermana al socialismo con el terrorismo, tratan persistentemente de eliminar los basamentos socioculturales e históricos de nuestras naciones.
Una muestra de ello es lo ocurrido en Venezuela a lo largo de los últimos 20 años, cuando el régimen no solo ha estrechado nexos con los gobiernos del extremismo teocrático del Medio Oriente, como el de Irán, sino que hay indicios firmes de los vínculos entre la usurpación venezolana con los grupos terroristas que ese país persa promueve. Además, no es un secreto el repudio que los jerarcas socialistas han manifestado contra el pueblo y el gobierno israelí.
Sin duda, para la alta cúpula socialista la alianza con extremistas iraníes es parte de un plan para destruir la concepción y fisonomía cultural de Venezuela, aparte de ser una jugada en el terreno geopolítico para amenazar no solo a Estados Unidos sino a toda nación democrática del continente americano.
Ante esta realidad palpable, es vital que el gobierno de transición en Venezuela establezca un acuerdo de cooperación entre nuestro país e Israel. Para así, no solo restablecer los vínculos de amistad y diplomacia, sino de acción conjunta contra los enemigos de la paz mundial, socios de quienes tienen secuestradas las instituciones del Estado venezolano.
Lo he dicho y lo sostengo: las relaciones estratégicas con Israel son una prioridad para el legítimo gobierno venezolano, y esta relación debe estar, fundamentalmente, basada en la ayuda mutua en materia de seguridad.
Y, aquí debemos resaltar el papel macabro de la alianza Maduro-Hasán Rohaní, presidente de Irán, que además de ser el sostén actual del régimen venezolano es el principal enemigo de Israel en el mundo, como bien lo aseveró Joseph Humire, especialista en Seguridad internacional y director ejecutivo del Centro para una Sociedad Libre y Segura.
«Israel es el único país democrático en el Medio Oriente y es el país que más está confrontando la influencia iraní. Guaidó tiene que tener fuertes alianzas internacionales para disipar la presencia de Irán en Venezuela; así que me parece bien el actual acercamiento entre autoridades israelitas y la transición venezolana», señaló el experto, quien nos da una clara visión de la necesidad de la unión estratégica de ambas naciones.
Hoy, más que nunca, todos los que amamos la libertad, todos los que defendemos nuestra esencia cultural contra la negación de la izquierda destructora, debemos aliarnos y luchar juntos. Más que una batalla por el poder o un determinado gobierno o credo religioso, estamos sumergidos en una pugna entre el mal encarnado por el socialismo, el terrorismo y el radicalismo y el bien representado por todos los que nos oponemos a esa violencia irracional. Así de simple.
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