94 años de edad cumplió Margot Benacerraf el 14 de agosto. Ese día muchos celebraron su vida y sus logros, aunque también recibió, como ocurrió días antes con Armando Scannone, algunas críticas que terminaron por originar una controversia entre escritores, críticos y cineastas.
La discusión comenzó por un tuit del escritor Juan Carlos Méndez Guédez, radicado en España desde hace más de 20 años. «Venezuela debe revisar su culto artístico a la indolencia, a lo fallido. Desmedidos, brutales elogios a una cineasta cuya obra total es una peli y un documental, que se atribuye un premio en Cannes que nunca ganó. ¿Por qué seguimos mirando con admiración lo que pudo haber sido?”, expresó el autor de La diosa de agua.
Hubo quienes se mostraron en contra y los que apoyaron su afirmación. Uno de los argumentos para disminuir los logros de Benacerraf es que Araya, película indispensable en la historia del cine nacional, no está entre las ganadoras de los premios principales del Festival de Cannes de 1959, año en que la Palma de Oro fue para Orfeo negro, del francés Marcel Camus.
Para Méndez Guédez, no obstante, las críticas que recibió por lo que dijo son un ataque contra la libre opinión. «Se han refrescado algunas precisiones históricas que alguna gente ignoraba; y yo expresé mi reconocimiento a la inmensa labor de Benacerraf como gestora cultural y mis dudas sobre su trabajo cinematográfico. Solo en un universo mental tomado por el autoritarismo la opinión es un delito y el linchamiento se considera un acto de justicia. Estaremos mucho mejor cuando algunos tengan en su cabeza a Teresa Carreño y no a Lina Ron, o tengan a Andrés Bello y no a Richard Peñalver», expresó el novelista.
Efectivamente, Araya no ganó en ninguna de las categorías principales del Festival de Cannes, donde sí participó, lo que en su momento fue un hito para el cine venezolano.
Los galardones que recibió el filme fueron otorgados como parte del festival, pero son premios independientes. Eso sí, hay que participar en el festival francés para poder ganarlos: son el Premio de la Crítica Internacional que otorga la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (Fipresci), compartido con Hiroshima Mon Amour, y el de la Comisión Técnica Superior por su estilo fotográfico.
Diego Arroyo Gil, autor del libro biográfico La sal de ayer. Memorias de Margot Benacerraf, explica que nunca ha habido confusión sobre los premios que recibió la cineasta.
«Los que están confundidos, lo están por desinformados. Toda la vida, desde 1959 hasta hoy, se ha dicho que Araya obtuvo el Premio de la Comisión Técnica Superior y el Premio de la Crítica Internacional, ambos otorgados gracias a su participación oficial en el Festival de Cannes de 1959″, afirmó.
Cuando se dice, continuó, que los galardones fueron independientes no significa que son ajenos al festival. «No es que Araya ganó los premios porque sí, sino porque estaba dentro del festival, porque la institución que otorga el premio estaba adscrita oficialmente al festival. Por eso se dijo con legitimidad que Araya ganó el Premio de la Crítica Internacional del Festival de Cannes en 1959”.
«Cada quien está en su derecho de expresar su opinión. Yo comparto la de Henri Langlois, el gran director de la Cinemateca Francesa, y la de Luis Buñuel, entre otros, que dijeron que Araya era una obra extraordinariamente hermosa y bien hecha», agregó el escritor y periodista.
El crítico de cine Alfonso Molina destaca que cuando Benacerraf estrenó Araya el cine venezolano prácticamente no existía, salvo los trabajos, señala, de pioneros como Manuel Trujillo y Amábilis Cordero. «En aquel momento que una película como Araya haya obtenido esos premios es importante para una cinematografía que quería desarrollarse. Hay que tener bastante brío para hacer eso. Mariano Picón Salas decía que con Araya se había encontrado una poética venezolana, era un gran partidario de esa película», describió el crítico, quien considera que los comentarios hacia Benacerraf le suenan a inquisición.
«Scannone y Margot son dos personas nonagenarias que han hecho sus cosas en sus campos. Ahora resulta que no, que lo que han hecho es mentira; eso me parece tonto, muy tonto», añadió Molina, también refiriéndose a las críticas del abogado Luis de Lion hacia el autor de Mi cocina, a la manera de Caracas.
De los aportes históricos de Benacerraf, la escritora y crítico Aglaia Berlutti explica que la directora rompió la tradición del cine de América Latina al narrar más allá del registro. Es algo, continúa, que ya la cineasta había logrado con cierto éxito gracias a Reverón. «Sobre todo por el hecho de llevar a Armando Reverón a un lenguaje universal. Su trabajo en este corto tiene una cuidada aproximación, contemplativa, que no se solía hacer en América Latina, donde las historias eran mucho más dramáticas, enfocadas en la propaganda, como en la industria argentina, que estaba enfocada en la propaganda sobre los Perón o la mexicana, cuyo nicho dramático estaba en el melodrama, la costumbre y lo etnológico».
En cuanto Araya, recordó que Benacerraf estuvo dos años estudiando la recolección de la sal e incluso vivió un tiempo en el pueblo del estado Sucre, lo que le permitió entender que esta actividad no era solo un trabajo sino un estilo de vida. «Cuando entiendes que es un estilo de vida que se repite desde el siglo XVI, y que básicamente siempre ha sido lo mismo, quiere decir que es un legado, el cual obviamente es incómodo, doloroso», describe.
«Margot logra tomar esta noción sobre la vida y el recorrido monótono y repetitivo para transformarlo en un reflejo de lo que pasa en la América Latina rural. No solo lo logra sino que lo hace de forma poética. En Araya encontrarás primeros planos súper contemporáneos, una visión contemplativa sobre lo que ocurre alrededor (…) Margot fue una de las primeras en tomarse el atrevimiento de hablar poéticamente de un tema sobre el que hasta entonces se había reflexionado de forma documental», agrega Berlutti.
Otros datos que destacó la escritora, y que publicó en un hilo en Twitter, es que Araya fue invitada de honor con menciones especiales en los festivales internacionales de Locarno, Moscú y Venecia; fue seleccionada entre las cinco mejores películas en la historia del cine latinoamericano dentro de la Retrospectiva Latin American Visions; está incluida en el Dictionnaire Du Cinéma, y Benacerraf es la única venezolana que forma parte del Dictionnaire des Cineastes de Georges Sadoul.
Sobre el culto hacia ciertas figuras de la historia de la cultura venezolana, Arroyo Gil comenta que en el país se suele criticar un «culto que no es culto».
«Pero ese un tema demasiado amplio para tratarlo sin tiempo. En cualquier caso, les aseguro que sentir afecto incluso cultual por un personaje como Scannone, que tiene casi 98 años de edad y que recuperó buena parte de nuestra memoria gastronómica, me parece no solo lógico sino además adecuado y entrañable. Mucho más cuando se trata de un país que por todas las vías trata de defenderse de la miseria a la que quieren someterlo», expresó.
Mientras que Alfonso Molina, recordando un artículo de Tulio Hernández titulado «Nosotros que nos odiamos tanto», afirma: «¿Si tenemos logros por qué los vamos a cuestionar? Es decir, para sacarlo del campo de Margot: ¿el libro de Scannone es malo? Muchas señoras recién casadas usaron ese libro en su iniciación en la cocina, y ese es el caso de Scannone. Y lo mismo Araya. A menos que me digan a estas alturas que Rafael Cadenas es un mal poeta, que se diga que ‘Derrota’ no es tan buen poema, yo no me atrevería a decir eso».
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