Hoy publicamos una noticia que le alegrará la vida al señor Nicolás Maduro y a toda su camarilla civil y militar que disfruta del poder sin presentarle cuentas a nadie: El Nacional, ese valiente diario fundado por Miguel Otero Silva el 3 de agosto de 1943, ese periódico que siempre ha sido un luchador incansable por los derechos civiles, que durante el transcurso de 75 años no ha hecho otra cosa que decir la verdad y defender a capa y espada a esa democracia a la que tanto le debemos los venezolanos, ese vocero crítico que convirtió en un vicio ciudadano el simple y hermoso gesto de acudir a los kioscos a comprar y leer todos los días el único medio impreso capaz de publicar verdades ciertas y confiables, tanto en dictadura como en democracia, pues ese diario dejará de imprimirse en papel a partir de mañana.
¿Ganan los enemigos de la libertad de expresión, triunfan los corruptos bolivarianos, descansan y duermen tranquilos los militares que aprovecharon sus posiciones en el poder para amasar fortunas y garantizar por décadas sus riquezas familiares? No, nada de eso.
El Nacional impreso se toma un descanso que no será prolongado ni definitivo porque sigue vigente en nuestros corazones la tarea indeclinable de luchar por la libertad, por la democracia, por la decencia del voto, por los presos políticos, por los torturados y los exiliados, por los sectores populares que sufren hambre y miseria, por la clase media que no se rinde aun en las peores circunstancias.
Y, está demás decirlo, por los gremios que acuden a las vías públicas a exigir el respeto para sus afiliados, y por los sindicatos a los cuales se les han amputado sus contratos colectivos y su derecho de protestar, por los estudiantes que dan lecciones de valentía al salir a la calle sabiendo que les espera la represión, la tortura importada desde Cuba y Rusia, y hasta la muerte. No olvidemos en esta Venezuela que se hunde a los empresarios, a los grandes y pequeños comerciantes, a los agricultores y los ganaderos, a los transportistas y emprendedores. Todos han tenido en las páginas de El Nacional un espacio respetuoso para expresar sus angustias y persecuciones a las que son sometidos por funcionarios extorsionadores.
El Nacional no puede entonces abandonar el campo de batalla ni batirse en retirada, no debe jamás ni nunca ceder espacio a quienes desafían y sepultan los derechos humanos, ni mucho menos a quienes se dedican a exportar hacia el exilio a un pueblo exhausto, ahogado en mentiras y promesas cruelmente imaginadas, a millones de niños a quienes se les ha expropiado el futuro y cercenado el crecimiento de sus capacidades y destrezas mediante una tortuosa estrategia de reducir a mendigos a sus padres y abuelos que, por más esfuerzos que hagan, no pueden suministrarles a sus pequeños los alimentos, las medicinas y los estudios que hoy, en el siglo XXI, son obligaciones ineludibles.
Es hora de hacer un alto para tomar fuerzas pero sin renunciar a imprimir prontamente nuestro diario que, sin duda, ya no nos pertenece porque se ha convertido en propiedad de Venezuela entera. Como bien lo saben nuestros trabajadores, empleados y periodistas, y así lo ha expresado con firmeza y coraje nuestro presidente editor, Miguel Henrique Otero, hoy orgullosamente en el exilio enfrentando la dictadura, nuestra lucha no tiene fecha de vencimiento.
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