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Por qué Donald Trump y Vladimir Putin son tan similares (aunque no lo parezcan)

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Nina Khrushcheva ha estado a punto de perder su pasaporte ruso por la duras críticas que ha lanzado contra el Kremlin y el presidente Vladimir Putin.

Y en Estados Unidos, país del que también es ciudadana, se ha caracterizado por cuestionar directamente al presidente Donald Trump.

Experta en literatura comparada, profesora de Política Internacional en la universidad The New School, en Nueva York e investigadora del World Policy Institute, Khrushcheva encontró la manera de unir dos cosas que la apasionan: el arte y la política.

Y en la unión de esos dos mundos, la académica encontró una puerta de escape para ironizar sobre estos dos líderes, comparándolos con el personaje de la película de Charles Chaplin «El Gran Dictador» y con otros personajes de la literatura rusa y estadounidense.

Aunque Trump y Putin se ven completamente distintos, dice, son mucho más similares de lo que parecen. Khrushcheva vive en Nueva York, pero BBC Mundo la entrevistó durante una estadía en Moscú.

Khrushcheva es nieta de Nikita Khrushchev, quien fuera mandatario de la Unión Soviética entre 1958 y 1964.

Esta es la entrevista editada por razones de brevedad y concisión.

Hablemos de la relación entre política y cine. ¿Por qué Donald Trump y Vladimir Putin le recuerdan la película de Charlie Chaplin «El Gran dictador»?

Crecientemente estamos siendo gobernados por personajes más que por personas. Donald Trump con su presidencia al estilo de un reality show y Vladimir Putin con su autoritarismo de dibujos animados evocan la película de Charlie Chaplin.

Khrushcheva compara irónicamente a los dos mandatarios con el personaje de Charlie Chaplin en la película «El Gran Dictador».

Ambos tienen mensajes populistas y divisorios que podrían considerarse cualquier cosa menos cómicos. La película se refiere esencialmente a cualquier dictador que organiza desfiles, que cree que es la persona más importante del universo. Y tanto Trump como Putin comparten esas características. Tienden a dictar el destino de las naciones.

Recep Tayyip Erdogan en Turquía o Narendra Modi en India también tienen similitudes con el personaje de Chaplin. Todos comparten ciertos rasgos autócratas que fueron representados de manera satírica en la película.

Pero de todos ellos, Trump es el personaje más cinematográfico, al estar en este constante show televisivo. En general todos los autócratas son personajes cinematográficos porque exageran los rasgos del poder.

Usted los ve como personajes totalitarios, pero Trump y Putin fueron elegidos a través del voto popular, independiente de los cuestionamientos en relación a la transparencia de los comicios en el caso ruso. El punto es que más allá del debate sobre qué es realmente una elección legítima, ambos no tomaron el poder por la fuerza, que es la definición más clásica de un dictador…

Cada nación tiene el gobierno que se merece. Los estadounidenses eligieron a Trump. No digo que él no fue elegido legítimamente. Lo que digo es que nos convierte a todos en unos idiotas por haberlo elegido. Obviamente yo no voté por él, pero estoy hablando de nosotros como sociedad.

El caso de Putin en diferente. Él fue elegido legítimamente presidente en 2000, lo que nos convierte a nosotros en idiotas. Fue legítimamente electo en 2004. Y en 2012, cuando regresó al poder, también fue elegido legítimamente, pero fue una elección que planteó más preguntas que respuestas.

«Cada nación tiene el gobierno que se merece», recuerda la investigadora.

Luego en 2018 fue una elección caótica. Y ahora con el falso referéndum que potencialmente le permitiría quedarse en el poder por muchos años más… eso ya no es legitimidad.

Precisamente estos ciclos políticos en que ha ido perdiendo legitimidad a través del tiempo, lo convierten en un personaje satírico. Mientras más pierde legitimidad, más se convierte en un personaje de ficción.

Sabemos que usted es profesora de Política Internacional, pero también se ha especializado en el mundo literario, y en ese sentido trabaja cruzando la línea entre la política y el arte. En esa mezcla de dos mundos, ¿cuáles son los paralelos entre Donald Trump y novelas de autores como Sinclair Lewis o Philip Roth?

Mi primer grado académico fue en Literatura Comparada, entonces encuentro respuestas en la literatura para todo. Mis análisis políticos siempre incluyen alguna pieza literaria. La literatura nos recuerda por qué somos lo que somos.

En autores como Sinclair o Roth existen todas esas imágenes de Estados Unidos que parecen demasiado imposibles como para imaginarlas.

Un día, estaba mirando alrededor y de pronto me dije: ‘Espera un minuto, ¿pero todo esto que está pasando no era solo ficción?’. Y no lo es. Algo que siempre digo es que la cultura nunca miente sobre la política. No sabemos qué va a pasar en el mundo político, pero la cultura siempre nos lo ha dicho antes.

Donald Trump fue presentador del programa televisivo «The Apprentice».

Cuando leo Roth o Sinclair, veo a Estados Unidos en la actualidad, pese a que escribieron muchos años atrás. Por ejemplo, está la novela de Sinclair de 1935 «It can’t happen here» o la de Philip Roth de 2004, «The plot against America«.

En la historia alternativa que crea Roth de las elecciones presidenciales estadounidenses en 1940, Charles Lindbergh-Donald Trump, hace el rol del populista vulgar.

Pero a diferencia de Lindbergh, que derrota a Franklin Roosevelt en la novela, el reciente desempeño de Trump lo ha dejado en una posición más débil y según las encuestas, está por debajo de Joe Biden.

En el caso de Putin, usted lo representa como una mezcla de personajes creados por autores rusos tan distintos como Nikolai Gogol, Vladimir Nabokov o Evgeny Schwartz…

De alguna manera es más fácil para Putin convertirse en un personaje de ficción. Básicamente porque no creo que Trump lea ningún libro. En cambio Putin leyó esos libros. Y las semejanzas son interesantes.

Hace 15 años escribí sobre Putin como un personaje gogoliano. Casi perdí mi pasaporte ruso porque aparentemente el Kremlin estaba muy molesto porque le estaba poniendo un espejo gogoliano al gobierno.

Hace una década el gobierno ruso difundió una serie de fotos de Vladimir Putin montando a caballo en Kyzyl, sur de Siberia, donde proyecta la imagen de un líder duro que sabe conducir el país.

Hay una obra maestra de Gogol, la sátira «The inspector general«, donde un empleado de bajo nivel engaña a un montón de ineptos funcionarios. Ese libro siempre ha ofrecido paralelos obvios con el ascenso al poder de Putin.

Y también está el personaje de «Bend Sinister«, en la novela de Nabokov de 1947, donde vemos a un dictador que es casi como el Gran Dictador de Chaplin, aunque menos divertido, es mucho más cruel.

Nabokov ofrece una visión aterradora de la mente de un dictador, quien resulta ser de baja estatura, inseguro y vengativo. Bueno, Trump no es tan distinto de Bend Sinister… la única diferencia es que es alto. Y el tamaño no necesariamente significa grandeza.

Y también está Schwartz, este gran dramaturgo que fue brillante porque escribió obras para niños donde se podía identificar a personajes como Stalin, aunque también podría haber estado ridiculizando a Putin.

Todos son brillantes trabajos literarios. No solamente hablan del contexto en el que fueron escritos, sino también hablan del futuro.

Hay otra obra rusa que usted ha mencionado, «La historia de un pueblo» (también traducida como «La ciudad de los idiotas») escrito por Mikhail Saltykov-Shchedrin en 1870. ¿Qué tiene que ver con Trump?

El humor no se puede traducir muy bien, por eso creo que Saltykov-Shchedrin no es conocido fuera de Rusia. Pero en Rusia es muy conocido.

Ese libro, «La ciudad de los idiotas«, describe a un funcionario apodado «El Pequeño Órgano«, que solo es capaz de dar dos respuestas a sus subordinados: «destruiré» o «no lo voy a tolerar», y el lector al final descubre que su cerebro es un instrumento musical que solo tiene dos teclas.

Volviendo a tu pregunta anterior, efectivamente Trump es un presidente elegido legítimamente. Sí. Y somos idiotas por haberlo elegido. Algo de lo que habla Saltykov-Shchedrin es que no solo los líderes son idiotas, sino también la gente que los tolera.

«Las obras clásicas nos recuerdan que hay límites, que el populismo no puede durar para siempre», argumenta Khrushcheva.

Por supuesto Saltykov-Shchedrin escribía sobre la monarquía absoluta y Estados Unidos tiene una democracia. Pero la comparación se me vino a la mente desde el inicio de su mandato.

Como cuando Trump hablaba con monosílabos, o las pataletas en Twitter. Son como sacadas de un texto de Saltykov-Shchedrin. Y el personaje «El Pequeño Órgano», este líder en «La ciudad de los idiotas», repetía las únicas frases que podía decir. La gente se preguntaba por qué no usaba oraciones completas.

En el caso de Trump, nunca había visto a nadie que hiciera afirmaciones contradictorias en la misma oración.

Pese a tener una mirada crítica de los dos mandatarios, al mismo tiempo parece tener una visión bastante optimista sobre el futuro cuando dice que el populismo no dura para siempre…

Las obras clásicas nos recuerdan que hay límites, que el populismo no puede durar para siempre. En ese sentido soy optimista. Y el libro de Saltykov-Shchedrin nos recuerda que sufrir bajo el mandato de malos líderes no es excusa para actuar de manera idiota.

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