El arte literario permite absoluta libertad. Su creativa licencia penetra en mínimos detalles personales que la académica historia documentada desecha o registra con estricto rigor y distante cautela.
Javier Cosnava es lo que llaman un “literato”. Español (n 1971) autor de ensayos y crónicas, muy reconocido en especial por su calidad prolífica de historietista. Sus novelas y guiones gráficos para el género mal denominado cómic se concentran en temas y personajes de la Segunda Guerra Mundial. Acaba de lanzar una novela de escritura diseño y propósito muy originales titulada La noche que Himmler conoció a Borges (Edit. Amazon en digital y papel).
Desde la magia que permite jugar en serio con espacios y tiempos coloca en una celda nazi a Heinrich Himmler, inventor, padrino y principal ejecutor de los campos de exterminio frente al intemporal argentino Jorge Luis Borges. Usarlo como contraste puede resucitar la interminable polémica sobre su apoyo a Videla y Pinochet. Harina de otro costal. En este libro Borges representa al pensador agudo que por su formación cultural y familiar ejerce su derecho a disentir, discutir, adversar y darle chance al oponente para que se exprese. Ya está clara la diferencia. Dictadura tradicional que criminalmente castiga a sus opositores y cercanos nunca equivale a totalitarismo fascista que extiende su poder extirpador a toda la sociedad en sus polos extremos y al final se juntan, derecha con izquierda, igualmente diestras y siniestras.
Tras fracasar la única vez en su largo prontuario criminal, Himmler fue encarcelado por el propio Hitler y unas horas antes de suicidarse, pues admitió que no soportaría juicios de su adorado líder y del partido que tantas veces encabezó militarmente, recuenta su biografía de crueles minucias intelectualoides que interrumpen los comentarios del filósofo-narrador-poeta. Diálogo alternado entre párrafos largos y breves que justifican sus ideologías y conductas en coloquio franco, sin adornos, apto para una resumida y conveniente puesta en escena sobre todo en este momento.
Sirvan de aperitivos dos muestras del ungido comandante: ”Somos hombres con capacidad para ser dioses” y “Hay que desarrollar una teoría, una fórmula para destruir a los subhumanos”. Una sola de la luminosa lógica borgiana: “No entiendo cómo un hombre puede tener la fuerza para llevar su nación a la locura. Aunque en mi país, precisamente en este momento, está a punto de nacer un movimiento fascista similar. A veces temo que Perón arrastre a los argentinos a una demencia igual a la que a ustedes los arrastró ese orador magnífico que escondía a un hombre despreciable y maligno”.
Así desfilan dos panoramas, el interno de la Gran Alemania desmoralizada, en ruina económica por su derrota en la Primera Guerra Mundial con la reacción, un proceso ultranacionalista basado en el concepto de raza superior “por encima de todo”, primero de oculto resentimiento, luego político según cánones democráticos tramposos hasta culminar en el imperio totalitario asesino que invadió al continente europeo con aspiración planetaria. Y al unísono, muestra cómo se configuró el populismo fasciomilitarista del nefasto peronismo, admirador y protector de aquel régimen sembrando una estructura política de frutos venenosos hasta hoy.
Cubazuela definida ya mundialmente como sistema del “generalato”, único país en la historia internacional moderna cuyo pueblo es reprimido por dos mil y tantos improvisados generales complicitados con el narcoterrorismo transnacional que tortura y elimina diputados legítimos, manifestantes desarmados y militares opositores, recluidos en calabozos de nombres que da la jerga popular: el cuarto de locos, la nevera, cámara de gas frío, la tumba. Hace pocas horas fue ascendido a general en jefe Néstor Reverol, guardia nacional “bolivariano”, actual ministro del Interior, Justicia y Paz, otro más que solicita precisamente la justicia estadounidense por su filiación al Cártel de los Soles.
Cuando resucite Venezuela, nuevos creadores podrán horadar también en las íntimas historias macabras de esta cúpula castrense hasta encontrar la matriz histórica del fenómeno delincuencial “revolución socialista del siglo XXI” que usurpa sin vergüenza todos los poderes constitucionales con el apellido del Libertador. De facto es el soporte básico del régimen fasciopopulista impuesto por el militarismo castrocubano que encontró suelo fértil para sembrar su modelo. Grandísima culpa de la desunión y decadencia partidistas derivadas en divisiones personalistas electorales, descuidando la organizada subversión cuartelaria que el presidente Rómulo Betancourt padeció y como estadista llamó amenaza de “constante ruido subterráneo”.
Lejos de literatura por encargo surgirá libertaria por necesidad de alertar con memoria colectiva los milagrosos cuarenta años democráticos y sus errores graves pero reparables, en contraste con la criminal crecida barbarie del generalato. Radiografía testimonial para generaciones civilistas del pueblo que todavía “sufre y espera”. Palabras del también intemporal Rómulo Gallegos.
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