Por ROBINZON MEZA
En la amplia obra de Germán Carrera Damas, desarrollada durante más de sesenta años, destaca como sustento de toda ella la preocupación por la historia de la historiografía, de profundo impacto, verificable en las citas de sus libros a la hora de realizar balances vinculados con historiadores, regiones, temas y períodos, que no obstante las contribuciones y constituir estos un corpus bibliográfico amplio, habría de señalar que se tratan, en su mayoría, de exploraciones aisladas y originadas en la necesidad de colocar a cada investigación en el estado del conocimiento acumulado, lo que todavía no facilita las necesarias síntesis sobre clasificaciones, periodizaciones y caracterizaciones. En lo dicho, el libro clave es Historia de la historiografía venezolana (textos para su estudio), al cual nos dedicamos aquí pretendiendo discernir cómo Carrera Damas lo ha rediseñado con llamados y advertencias a los historiadores, a la sociedad y a los hombres de Estado, sobre las formas de elaboración del discurso histórico y sus implicaciones.
Catálogo de deficiencias, es la impresión en relación con la caracterización propuesta en la primera edición (1961). Resumiendo, la historiografía venezolana mostraba una disertación explicativa limitada, por abundancia y mala utilización de anécdotas y literatura; carecía en su confección estructural de fuentes, método, crítica y filosofía; se había centrado en pocos temas con abandono de las cuestiones socioeconómicas fundamentales; la historia oficial tenía una presencia relevante; se propiciaba desmedidamente el culto heroico y las realizaciones con aportes significativos eran excepcionales. La obra además contiene una antología de textos, principalmente de quienes habían reflexionado desde el siglo XIX sobre la evolución de los estudios históricos.
Se nota un concepto de historiografía clásico con visiones sobre el historiador, su contexto y su producción, muy correspondiente con la inquietud principal en sus primeros libros orientados a metodología, las ideas, la enseñanza de la historia, el culto a los héroes y la crítica. Como profesor de la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela, en su etapa inicial, reconoce la necesidad de esos espacios temáticos, en la construcción de la disciplina de la Historia. Despuntaba también el proceso democrático, en el cual entiende que el historiador era muy necesario en las tareas de planificación del Estado y como indagador y garante de la conciencia nacional.
Para la segunda edición (firmada en 1979, impresa en 1985 y 1999) es de anotar tres cuestiones: se sostiene lo fundamental de la caracterización mencionada, apenas se indican aciertos debidos al afianzamiento de los estudios históricos profesionales; se incrementa considerablemente la selección de textos, la atención no está colocada solamente en el pensamiento del historiador, si no que hay un interés por las percepciones del proceso histórico desde el conjunto social, así aparecen documentos oficiales, programas de partidos, obras literarias y testimonios de políticos, entre otros y se distingue una evolución en el concepto de historiografía, más enfocado en la apreciación de la conciencia histórica, base fundamental de la conciencia nacional. Ello es comprensible mirando sus libros desde finales de la década de los 70 destinados a la historia contemporánea y la necesidad del estudio del presente, el proyecto nacional y las dificultades de afirmación del Estado y las ideas de las élites, no siempre cónsonas con el progreso de la sociedad; además fijándonos en su incorporación como hombre de Estado desde mediados de la década de los 80, al ejercer como miembro de la Copre y embajador destinado en diversos países.
Achicar la sentina de la historiografía venezolana (2006) es el sugestivo título del breve ensayo en el cual plantea la necesidad de depurar a la historiografía de sus restos insanos y contaminantes, algunos persistentes y casi siempre con reacomodos desde los inicios de la historiografía patria y luego también de la que denominamos tradicional; otros más novedosos, con notable distorsión de la conciencia histórica y de uso común por los regímenes autoritarios; no deja de lado descuidos de la historiografía profesional-científica ni mención a sus logros.
El eje fundamental es la denuncia de las manipulaciones sobre las concepciones de democracia, por ataques desmesurados y sustentados en sus posibles carencias, especialmente al imponerse desde el Gobierno una visión del pasado de pretendida reescritura justificativa de reivindicaciones en el ámbito social. Así enfatiza cuestiones como los intentos de consagración de una ideología oficial con basamento en el culto al héroe, el materialismo histórico “fosilizado” y el concepto ambiguo de pueblo como actor de la historia, pero con incapacidad para conducirla, sustentándose entonces la necesidad del militarismo-caudillismo benefactor y salvador. La consolidación de la historiografía científica, de amplio avance, cree él se vería asediada por: laxitud en el uso riguroso de técnicas y métodos, adopción de criterios teóricos de otras latitudes, declive de la relación con las ciencias sociales y deslices hacia la narración y la literatura por las necesidades de difusión. Con la publicación en digital de Bitácora de la historiografía venezolana (2014), que incorpora la selección de los textos, quedaba, según su propio autor, realizada definitivamente la obra, iniciada en 1961.
La historiografía ahora fue concebida como herramienta teórica, metodológica e ideológica para la fundamentación de los estudios históricos, la creación de la conciencia histórica y el ejercicio de la responsabilidad social del historiador. La producción intelectual de Carrera Damas, aunque con continuidad en su diversidad temática, tiene una preocupación desde 1998 que cree requiere especial cuidado: la democracia, los embates en contra y la necesidad de su defensa. Se trata de algo más que la labor del profesor universitario o de hombre de Estado, es la del oficio de historiador, construido por muchos años.
Es conocida la importancia de la obra aquí reseñada en el estudio de la historia de Venezuela, no obstante, el autor se ha quejado de la poca crítica recibida, tanto que —entiende— pareciera un diálogo consigo mismo. Posiblemente la historiografía profesional asuma que la contundente caracterización no va con ella, pues es poco referida y su especificidad no está deslindada, lo cual puede llevar a confundir sobre quiénes son los destinatarios de aseveraciones, para muchos acérrimas. Creo se detectan dos posturas, parte de la historiografía acompaña los criterios de Carrera Damas e incluso usa las características como especie de riguroso corsé buscando constatarlas en diversos ámbitos o exhorta para ajustarlas más, agregando otras muy visibles, por ejemplo, la de predominio del centralismo historiográfico. Algunos historiadores también han clasificado y caracterizado a la producción profesional y a la no tan académica, incluso con uso notorio de las propuestas de Carrera Damas, pero el interés está además de la detección de las limitaciones, en los resultados con aportes significativos.
¿Desencuentros historiográficos? Es relativo, la respuesta está en el no fomento de la investigación en historia de la historiografía, de la cual no discutimos métodos y alcances, no está claro su objeto y fuentes, no tenemos suficientes repertorios bibliográficos temáticos, estamos al margen de las discusiones mundiales en la materia y aún no hemos escrutado desde la historia oral a los propios historiadores. Así falta el ejercicio crítico de las múltiples relaciones entre régimen de historicidad y régimen historiográfico que permita explicar las filiaciones intelectuales, las concepciones del poder, las percepciones de los tiempos históricos y los usos públicos.
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