Transgresora, crítica, innovadora pero, sobre todo, sólida. Así es Desorden Público, una banda que se ha mantenido en el tiempo pese a los cambios en su formación, las nuevas reglas de la industria y la sociedad convulsa en la que le ha tocado moverse.
Hoy, la agrupación, aún integrada por Horacio Blanco, José Luis «Caplís» Chacín, Danel Sarmiento y Óscar Alcaíno, celebra 35 años de carrera artística.
Allá por 1985, en aquella Caracas violenta y en crisis, nació Desorden Público. No sabían ni esperaban Horacio Blanco y Caplís Chacín -a los que más tarde se unirían Daniel Sarmiento, Óscar Alcaíno, Víctor Contreras, Antonio Rojas , Francisco «Kiko» Núñez, José «Cheo» Romero y Emigdio Suárez- que la banda se convertiría en el primer y más importante proyecto de ska en la historia musical de Venezuela y en parte fundamental de la cultura pop del país.
Tres años después, en 1988, Desorden Público grabó su primer disco homónimo, en el que incluyó 10 canciones con letras directas, cargadas de crítica social y humor. Con el tiempo, estos elementos se convertirían en el sello característico de la agrupación que, tema tras tema, se encargaría de reflejar la realidad sociopolítica de la época. «Desorden Público es más que una banda, es un relato de lo que ha ocurrido en el país a través de la música. Si bien la banda es de ska y este género no es el más venezolano, en sus letras y en su sentir es una banda muy caraqueña, que se ha atrevido a hablar de las realidades de las calles de la ciudad, ellos las han recorrido con su música», dice Pata Medina, locutora del Hit Parade Venezuela.
En su discografía se recuerdan títulos como En descomposición (1990), Canto popular de la vida y muerte (1994), Plomo revienta (1997), Diablo (2000) y Estrellas del caos (2007), entre muchos otros.
Escoger el álbum más representativo de la banda podría ser difícil porque cada uno refleja un momento particular de esta, así como del país: desde el gobierno de Jaime Lusinchi (1984-1989), pasando por el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez (1989-1993) y la gestión de Rafael Caldera (1994-1999) hasta la actualidad, la era chavista/madurista. «Desde el año 85 hasta el presente, en Venezuela se han vivido diferentes procesos políticos y sociales sumamente importantes y el discurso de Desorden Público ha permanecido bastante coherente a lo largo del tiempo con esas críticas sociopolíticas (…) Creo que en cada uno de sus discos hay elementos de ese tenor y del otro que es el humor, además de su afición por el ska que tiene representación en cada uno y las adiciones rítmicas de Latinoamérica que han ido incorporando», explica Juan Carlos Ballesta, editor de la revista La Dosis.
Para Ballesta, los discos más importantes en la carrera de la banda son Canto popular de la vida y muerte y Plomo revienta. «Ambos se realizaron después de la gran convulsión política y social que se produjo en 1992 con las intentonas de golpes de Estado y la renuncia obligada o destitución de Carlos Andrés Pérez al año siguiente y la llegada al poder de Rafael Caldera y la crisis financiera que se produjo en 1994. Entonces, ese tercer y cuarto disco son para mí la columna vertebral de la trayectoria de Desorden Público», afirma.
Pata Media coincide con Ballesta en que el disco Canto popular de la vida y muerte es el más importante del grupo. Para ella este álbum, que cumplió 25 años desde su lanzamiento en 2019, representa un statement sociopolítico: «Siento que es una declaración y una posición fuerte ante cualquier cosa con la que no estoy de acuerdo y me parece que es superpunk en ese sentido». Su canción favorita pertenece a este disco: «La danza de los esqueletos».
Medina cuenta que desde que escuchó la canción hizo «clic» con la frase «y mi amor daltónico tampoco ve color». «Habla de la aceptación, de la diversidad, de que el amor no tiene tintes, no tiene raza ni géneros (…) Si vemos lo que está pasando en el mundo con el movimiento Black Live Matters y la diversidad sexual, la canción está muy a tono, y eso que estamos hablando de una canción de 1994».
Por su parte, Julio Briceño, vocalista de Los Amigos Invisibles, asegura que su tema favorito de la banda es «Cursi», del álbum En descomposición. «Es una canción que se aleja de la crítica social y tiene que ver con un personaje que da mucha risa; además, en ese momento se alejaban un poco del ska y empezaban a hacer un poquito de rap con funk», dice.
Los integrantes de Desorden Público siempre apoyaron a Los Amigos Invisibles desde sus inicios, asegura Briceño, quien a su vez cuenta que Caplís Chacín, bajista desordenado, fue el responsable de que Julio y compañía firmaran con una disquera. «Él siempre nos confesó su gusto por nuestra música y nos decía que teníamos que ser una agrupación que grabara discos para que nos conocieran, porque toda esta onda del latin jazz y el funk era necesaria», recuerda el cantante.
Otra anécdota especial que rememora Briceño con Desorden Público se remonta a la época de El Basurero, un local en Plaza Venezuela en el que fueron los teloneros de la banda liderada por Horacio Blanco. «Nosotros teníamos ganas de tocar allí, pero todavía no nos conocía mucha gente. Una tarde recibo una llamada de Caplís en la que nos invitaba a presentarnos con ellos. Fue un show muy chévere porque mucha gente nos conoció esa noche», expresa.
Aunque Desorden Público es una de las bandas que Juan Carlos Ballesta más veces ha visto en vivo, recuerda con cariño una sesión de fotos en la que participó la agrupación para la portada de la edición número 5 de la revista La Dosis, en 2009.
El editor cuenta que todos quedaron en encontrarse en Plaza Venezuela un domingo a las 9:00 am con el fin de buscar la locación perfecta para las fotografías. «En ese momento iban a remodelar el lugar y vimos que había unos containers que, para efectos de las fotos, eran elementos buenísimos (…) Solo había un problema, la zona estaba custodiada por la Guardia Nacional y no se podía entrar», cuenta.
Como todavía no había llegado la banda, Ballesta y el fotógrafo hablaron con los funcionarios con la intención de pedir permiso para tomar las fotos. Al principio no les creyeron, hasta que llegó Desorden Público. «Aparecieron con su vestimenta two tone, típica del ska, y cuando los guardias los vieron se emocionaron, nos dijeron que podíamos hacer la sesión y preguntaron si podían pedirles unos autógrafos».
La música de Desorden Público ha influenciado, en mayor o menor medida, a las nuevas generaciones de músicos por el contenido de sus letras, que hacen referencia a lo que vive el país, explica Pata Media. Cita como ejemplo el tema «Valle de balas II» de Rodrigo Gonsalves, vocalista de Viniloversus, que realizó una versión «más optimista y esperanzadora», como él la define, de la canción del disco Plomo revienta. «Claro que es un referente y una influencia porque es parte de nuestro ADN, de lo que está ahí, como el cepillado de frescolita con leche condensada, como ese perro caliente de la calle o esa empanada con Malta. Ellos son parte de ese tipo de cosas que son parte de ti y de la persona que eres», asegura.
Agrega que es una banda que se ha reinventado y que se ha involucrado en la producción de sus canciones y su imagen. «Es una banda muy sólida tanto en tarima como fuera de ella. A nivel visual son muy cónsonos, muy congruentes, desde que los ves en una entrevista, en un escenario o en un video», afirma la locutora.
Desorden Público es y ha sido un ejemplo para muchos músicos: por la manera responsable en la que han llevado su carrera, por contar la historia contemporánea del país a través de sus letras, por su coherencia, solidez y fuerza escénica. «Musicalmente, es una banda que puede gustar desde Venezuela hasta Japón. En cualquier país donde la banda se presenta siempre hay un público nuevo que no los conocía y que se enamora de ellos», expresa Ballesta.
@Arianyabp
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