En la estrategia de aniquilación de la democracia colombiana actualmente se está librando la que quizás sea la batalla final, con la agresiva intimidación que se le hace a las Fuerzas Militares por parte de los promotores de la dictadura estaliniana del socialismo del siglo XXI y a la cual le hacen el juego connotados representantes del “establishment” nacional. Esta intimidación ha llegado al nivel del irrespeto, hay que detener esta afrenta al honor institucional y personal de los militares o la democracia estará irremediablemente perdida.
Las innumerables agresiones que se le hacen al Ejército en las zonas cocaleras son un índice real de esta estrategia, nuestros militares han perdido su autoridad y legitimidad, pues el Estado no los defiende ni protege en la realización de su misión. No solamente eso, en realidad el Estado los ataca y acosa impunemente. Hay una reiterada acción de manchar el honor militar por quienes deberían justamente defenderlos: Procuraduría, Fiscalía, Altas Cortes, etcétera. Un equivocado sentido de institucionalidad hace que los militares no puedan defenderse de esos ataques, ni siquiera pronunciarse al respecto, y con esto se cierra el círculo de aniquilación de las Fuerzas Militares colombianas.
La teoría gramsciana del marxismo cultural postula la toma del poder a través del dominio de la superestructura institucional del país. Se coopta las partes integrantes del “establishment” y aquellas que se resisten a ello se les aniquila. En Colombia prácticamente ya toda la estructura estatal está cooptada por el narcoterrorismo comunista, que quiere implantar el socialismo del siglo XXI. El cogobierno con las FARC es norma constitucional, el acuerdo de entrega del país al narcoterrorismo comunista se cumple al pie de la letra, a pesar de ser ilegítimo e ilegal, pues fue rechazada por el constituyente primario, el pueblo, en un plebiscito. Las Altas Cortes se convirtieron en dictadores, al usurpar las funciones del Legislativo, dictando normas claramente en favor de la dictadura farcsantista y en contra de la democracia colombiana. El Congreso está dominado por las FARC, con la colaboración de los partidos de izquierda, pero también de muchos que se dicen democráticos y hacen de compañeros de camino de la insurgencia narcoterrorista comunista. El Partido Conservador fue la bisagra fundamental de la instauración de la dictadura farcsantista, sin su sumisión a JMS (por un plato de lentejas) no hubiese sido posible su instauración, hoy aparentemente está arrepentido, pero no se atreve a hacer un “mea culpa” público y pedir perdón por esa sí genocida actitud. El CD fue el único que se opuso, pero se quedó en puro Twitter, y cada vez más parece resignado a aceptar la realidad fáctica de la dictadura narcoterrorista.
La agresión contra las Fuerzas Militares, repito, está desbordada. Un perverso expresidente que desde hace décadas debería estar preso por el apoyo que recibió de los narcos para ganar su elección se atreve a señalar que el Ejército entrena institucionalmente a los soldados para ser violadores de menores y nada les pasará, porque el aparato judicial está en manos del narcoterrorismo comunista. Monseñor Monsalve, arzobispo de Cali, acusa al gobierno de Duque de genocida y luego de un tímido comunicado desautorizándolo, el Nuncio lo apoya en sus pretensiones antidemocráticas, al equiparar la banda narcoterrorista del ELN con las Fuerzas Militares y pedir un cese bilateral y el gobierno no responde ante semejante afrenta a la institucionalidad. Duque o se acobarda espantosamente ante esa ofensiva antiinstitucional del narcoterrorismo comunista o es colaboracionista con esa ofensiva, al vanagloriarse de cumplir al pie de la letra el ilegitimo e ilegal acuerdo de entrega del país a las FARC, incumpliendo su principal promesa electoral y base de que los colombianos lo eligiéramos: acabar con la impunidad de las FARC.
La falta de respeto por las Fuerzas Militares colombianas no solo es a nivel nacional, internacionalmente el sorismo mueve sus fichas para deslegitimarlas. Toda la prensa socialistoide mundial, la miríada de ONG creadas con el preciso propósito de deslegitimar los regímenes democráticos, y hasta instituciones del sistema internacional, se mueven coordinadamente en esa tarea de faltarle el respeto a nuestras Fuerzas Militares, y repito, no hay una defensa del honor de la institución y las personas que integran esas fuerzas.
Insisto o se rectifica el camino y el país se une como una sola persona en contra de ese irrespeto, o la democracia estará irremediablemente perdida, ya basta de engolosamiento con el narcoterrorismo comunista, hay que defender la democracia colombiana, o en muy pocos años estaremos comiendo basura como en Venezuela.
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