China avanzó desde el país rural y pobre que fue en la década de los setenta hasta transformarse en la superpotencia mundial que es hoy. Esa es la evolución histórica que Pekín explota como propaganda estatal y de la que se vanaglorian frente a sus pares en la escena global. Es cierto que desde 1980 cerca de 850 millones de personas fueron extraídas de la pobreza, lo que ha sido reconocido por el mundo y premiado por las Naciones Unidas.
Solo que en las entrañas del gigante las desigualdades sociales y económicas de su población son aún, al día de hoy, un cáncer que corroe sus entrañas. De acuerdo con los criterios del FMI hechos públicos en 2018, China ha dejado de ser un país «moderadamente desigual en 1990 para pasar a ser uno de los países más desiguales del mundo». La realidad es que hoy un tercio del ingreso global de los hogares es recibido por 1% de la población mientras que el 25% más pobre de la ciudadanía apenas recibe menos de 2% del ingreso doméstico total. Casi todos estos son ciudadanos de los enclaves rurales.
Lo cierto es que la pobreza en China sí es un enorme obstáculo para la estabilidad del país y es reconocido por sus autoridades como un colosal drama social y un reto económico de envergadura. La manera de medirla se establece a partir de índices propios que no coinciden con los parámetros occidentales, lo que no quiere decir que no sean válidos para calibrar su propia debilidad y que no sean actualizados en laboratorios creados a este fin con una frecuencia extrema, con el propósito de mantenerlos en cintura.
Para el gobierno de Xi Jinping la erradicación de la pobreza es una meta labrada en roca desde que fue anunciada en el año 2013. No alcanzarla para la fecha prometida pudiera convertirse en un elemento crucial de rechazo a su liderazgo. La cuenta regresiva puede leerse en relojes digitales sembrados a lo largo de la China rural, los que van descontando los días que restan para el centenario del Partido Comunista que se cumplirá en julio del año 2021.
Desde el momento en que el programa de erradicación total de la pobreza fue formulado en 2013, cada año sus recursos han estado incrementándose en 20%. En lo que va de este 2020 ya se han invertido, a través de diferentes tipos de ayuda y soportes directos a los hogares, 138.000 millones de dólares. 775.000 funcionarios del proyecto de bienestar social recorren el interior de China –el país rural es el objetivo principal muy por encima de la pobreza urbana– verificando los avances en la política de subsidios familiares, soluciones habitacionales y acceso a la escolarización de un contingente de gentes tan numeroso como toda la población de España. Las políticas educacionales y de formación para el trabajo a través de las redes digitales han sido útiles también para extraer a importantes localidades del retraso, incluso para enseñarlos a hablar el mandarín. Las medidas para relocalización de poblaciones enteras que están insertas en espacios geográficos rurales ineficientes también han ayudado a mejorar las condiciones de vida de los labriegos.
La meta de julio del año 2021 se dibuja, sin embargo, a estas alturas de 2020 como un hito prácticamente inalcanzable. La pandemia del coronavirus está penalizando a China tanto o más que al resto del mundo en este particular propósito de aliviar a los más necesitados. Algunos analistas se han atrevido a asegurar que más de 50 millones de migrantes chinos en el interior del país engrosaron ya las filas de los desempleados y sus chances de recolocación en trabajos remunerados son, hoy por hoy, realmente magros.
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional