Hace un año ya, el 17 de julio de 2019, fue publicado el reporte titulado «Entendiendo nuestra naturaleza política» (Understanding our political nature, European Commission, Joint Research Centre, Brussels – Belgium, June 2019). El Joint Research Centre (JRC) es el servicio de ciencia y conocimiento de la Comisión Europea que emplea a científicos para llevar a cabo investigaciones con el fin de proporcionar asesoramiento científico independiente y apoyo a la política de la Unión Europea.
El reporte analiza algunos de los problemas políticos más apremiantes, como la desinformación, diferentes puntos de vista sobre valores e identidad, y trata de comprender los procesos sociales y de comportamiento subyacentes. Destaca en particular, cómo nuestro entorno actual de información desafía nuestro pensamiento, lo que también nos hace vulnerables a ser engañados por la desinformación. Para su materialización, los investigadores del JRC se apoyaron en las siguientes disciplinas: economía, historia, linguística, antropología, neurociencia, filosofía, ciencia política, psicología, políticas públicas, administración y sociología.
De acuerdo con el documento de 8 capítulos y 63 páginas efectivas, el entorno de información actual presenta un desafío crucial para el pensamiento político de los ciudadanos. Los medios, de manera tradicional, han desempeñado un papel importante en el filtrado de información poco confiable y en proporcionar una perspectiva equilibrada. Este papel de curador (que no de censor) fue fundamental en la formulación de cómo las personas pensaban acerca de los problemas políticos. Sin embargo, la aparición de Internet, en particular las redes sociales, ha llevado a una disminución relativa de la importancia de los medios tradicionales que curan el debate político. Esto ha ocasionado que la información esté disponible como nunca antes y ha alterado el modelo de negocio que sustentaba el papel tradicional de los medios.
En particular, la producción y la distribución están separadas: el autor o editor de un artículo mantiene el control del contenido, pero la distribución se deja cada vez más a los algoritmos de las plataformas de redes sociales. Estos algoritmos generalmente seleccionan y presentan datos para maximizar la atención, en lugar de proporcionar equilibrio o veracidad. La evaluación de la veracidad de la información, las fotos y los videos, tareas antes ejecutadas por los propios medios, ahora se deja a los propios usuarios. Lo anterior aunado con la sobrecarga de información, está poniendo nuestras capacidades cognitivas bajo una presión sin precedentes. Esto ha conducido a una crisis epistémica, donde las personas no tienen la capacidad de comprender y explicar completamente información crítica sobre los eventos. Las estructuras mentales y la infraestructura de información en las que tradicionalmente confiaban para explicar la realidad ya no son adecuadas para su propósito.
Ahora bien, tal transformación en el entorno de la información política brinda nuevas oportunidades para que los actores políticos se comuniquen de manera no mediada (directa) con los ciudadanos. Si bien existe un potencial considerable para mejorar el debate político, la manipulación de la opinión pública a través de las plataformas de redes sociales es, desde hace rato, una amenaza muy real.
El reporte coloca el siguiente ejemplo: cuanto más se repite una afirmación o declaración, más probable es que se la considere verdadera. Si bien siempre ha sido posible repetir la misma afirmación a través de los medios tradicionales, incluidos los impresos, ahora se puede hacer en las redes sociales por diferentes fuentes y en tiempo real. El número de «likes» que recibe una fuente en las redes sociales puede aumentar significativamente su credibilidad percibida, mientras que los comentarios negativos de los usuarios pueden socavarla. Tomar en cuenta las opiniones de otras personas es un fenómeno de vieja data, pero la cantidad de opiniones disponibles, la velocidad con la que se puede acceder a ellas y la posibilidad de manipulación a través de algoritmos de captación de atención, son hechos nuevos.
Los usuarios de las redes sociales expresan sus preferencias a través de sus likes, sus amigos y seguidores y el contenido que publican. A cambio, estarán expuestos a narrativas que refuercen estas preferencias, creando burbujas. Si esto aísla a los individuos de puntos de vista divergentes es un tema que puede debatirse. La evidencia sugiere que las redes sociales y los motores de búsqueda en realidad aumentan la exposición a material de todo el espectro político. Pero también aumentan la polarización entre las personas, que ven reafirmadas sus creencias y pierden la inclinación a discutir ideas con personas que tienen opiniones diferentes, lo que dificulta la construcción de conocimiento crítico.
Lo que se requiere, en tal situación, y esta es la conclusión del reporte, es que las personas desarrollen una vigilancia epistémica, es decir, una disposición a evaluar críticamente la información proporcionada para determinar si es creíble o no. Esto incluye ser crítico con las fuentes de información, incluidos los medios de comunicación sospechosos de desinformación. Lo mejor de todo es que esa misma vigilancia también se puede aplicar introspectivamente a los propios procesos de pensamiento para hacernos más conscientes de los modelos mentales y de las narrativas que dan forma a la interpretación del mundo.
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