Quizás uno de los aspectos resaltantes en estos momentos de incertidumbre es observar la presencia de mujeres venezolanas, profesionales, políticas, activistas con una claridad capaz de conducir nuestras luchas. Leemos a Mercedes Malavé, Mibelis Acevedo, Andrea Rondón, Delsa Solórzano, Colette Capriles, Elsa Cardozo, Naki Soto, Thais Peñalver, María Corina, Manuela Bolívar, María Teresa Belandria, María Teresa Romero, Sebastiana Barráez, entre muchas, con ellas asistimos a la emersión de un actor imprescindible para definir nuestro futuro y los planes de reconstrucción del país.
El papel de estas mujeres es principal, algunas de ellas se afanan en la construcción del tan necesario tejido social, muestra de un país que a pesar de las dificultades y los lamentos, no está muerto. Tienen conciencia de que un país distinto está naciendo, tras un doloroso parto como fue experimentar el intento fallido de fundar un socialismo cargado de derrotas e inviabilidad en la historia de la humanidad. Algunas están a la cabeza de partidos políticos, Malavé, Solórzano, Machado, Bolívar, Peñalver y desde allí actúan como fundadoras de movimientos nuevos, dejando atrás las visiones centralistas, leninistas, de organizaciones caudillistas, patriarcales, donde algún personaje concentraba todo los hilos del poder en sus manos. Mujeres modernas, profesionales, sin padrinos, amparadas por su afán de construir el mejor país, inspiradas en una visión abierta de una sociedad que creen posible, edificada bajo el designio de ejercer la responsabilidad individual, la importancia de generar oportunidades para derribar las barreras que impiden aprender, adquirir capacidades como el verdadero e invalorable capital humano. Saben la imperiosa necesidad de superar los paternalismos, el ejercicio de los controles sin límites y la imperiosa aspiración de abrirse a una economía de mercado competitiva, basada en el talento y creatividad de la gente de este país
Estas mujeres tienen un gran reto, el primero ejercer la orientación decisiva y necesaria para lograr la metamorfosis del modelo que nos ha acompañado durante más de medio siglo. Reinstalar unas relaciones distintas entre el Estado y el ciudadano, crear unas nuevas bases a la instituciones que hasta ahora no han podido ejercer el papel incluyente requerido para construir una democracia verdadera. Su principal contendiente es ese monstruoso Estado propietario de casi todo, que ha dominado nuestra historia reciente, transformarlo de raíz es un objetivo que nos parece inalcanzable, crear, no reformar, un nuevo Estado al servicio del ciudadano, que sepa interpretar las aspiraciones de libertad y crecimiento que nos sofocan por la imposibilidad concreta de darles salidas.
Un selecto grupo de ellas, se mueve en el plano de la lucha de ideas, un campo vital sin el cual nada nuevo puede ocurrir. Una lucha diaria donde cada día vemos a Andrea Rondón a Mibelis Acevedo, Collete Capriles, como una conciencia que le susurra a cada ciudadano que hay maneras distintas de vivir, que el ente neural de todas nuestros sueños de cambio están en manos del individuo, que aspira, que se mueve tras sus ideales, que se traza objetivos, porque tiene proyectos de vida que inspiran y empujan a pesar de todas las fatalidades, contratiempos y trampas, a seguir adelante. Individuo, que constituyen el corazón de toda la trama que se pretende construir.
Supongo que, por ser mujeres, pueden oír más, o tener una aparato auditivo mas refinado, saben y conocen todos aquellos mitos que se han apoderado de la conciencia de la gran mayoría, mitos que como bien define Edgard Morin son capaces de devorar realidades y domesticar a los individuos, robarles sus capacidades. Estoy plenamente convencida que al liderazgo femenino le es muy fácil captar el papel que ejercen algunas creencias en el comportamiento de los venezolanos. Sopesar la idea de que todas las necesidades que tenemos se convierten automáticamente en derechos y que para llegar a ellos solo tenemos que reclamar, forcejear, pedir, pero en ningún caso partir de una relación de estas necesidades con otro campo básico como son nuestras obligaciones, los deberes, las tareas que hay que cumplir. Lograr entender la plena relación entre derechos y deberes y saber que alcanzar un derecho implica construir el campo que lo hace factible o quizás más bien, superar la concepción de los derechos como emanación de una especie de ley natural, porque en realidad los derechos solo pueden existir como respuesta a un esfuerzo. Es una tarea que se le simplifica a la mujer que como madre sabe que su hijo nunca tendrá buenas calificaciones escolares sino se aplica, se esfuerza para alcanzar el objetivo.
Otro de los mitos que han ensombrecido nuestra posibilidades de vivir mejor, es la creencia de que no somos responsables por nuestra existencia, que hemos sido simplemente víctimas de alguna fuerza canalla que nos ha robado la capacidad de decidir. Es muy fácil, pero triste y penoso vivir esperando, culpando a otro u otros de nuestras circunstancias. La reversión de esta idea surge en la predica de este magnífico liderazgo femenino, es apoderarse de la idea de la responsabilidad con nuestra propia existencia saliendo del encierro de vivir culpando, pasivamente, invadidos por sentimientos de rencor y reconcomio contra aquella entidad en la cual depositamos nuestros fracaso. Habría que comenzar por decir: este fracaso es mío, pero también, este triunfo es mío, me lo gané.
Basta de quejas y de autoproclamarnos como país derrotado, tengamos fe en el futuro, se han vencido las peores circunstancias, estamos con carga ligera para saltar porque en gran mayoría hemos dejado atrás las obsesiones ideológicas que nos empujaban a ver a los otros como enemigos. Nuestro creciente y poderoso liderazgo femenino puede guiarnos, ayudar a entender que el futuro está en nuestras manos, que depende de nosotros y lo que mejor podemos hacer es sumarnos a esa oleada de fuerza femenina como nuestro principal poder en esta lucha que vamos a ganar contra todos los obstáculos.
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