El domingo los venezolanos no nos levantamos para celebrar la independencia que conquistaron nuestros padres libertadores, sino para reafirmar la lucha por la recuperación de la soberanía mancillada por esta narcotiranía, que ha traicionado los intereses de Venezuela. La gran victoria alcanzada en la Batalla de Carabobo, aquel histórico día del 24 de Junio de 1821, fue desbaratada en La Habana, con la postración de Chávez, Maduro, Padrino López y Tareck el Aissami ante sus protectores cubanos. Esa es la triste y penosa realidad que nos oscureció el amanecer de este 5 de julio de 2020.
Los huesos del Libertador, así como los restos mortales de los gladiadores que lo dieron todo en esa epopeya carabobeña, estarán crujiendo en sus sepulcros, viendo cómo se revierten aquellos triunfos patrióticos en la sumisión más vergonzosa de esta era. Eso sí es deslealtad a quienes ofrendaron sus vidas, traición que se recrudece con los actos de cinismo con que salen a declarar y jurar “amor a la patria”, los mismos que entregaron, también, nuestro Esequibo, los que despilfarraron nuestra inmensa riqueza petrolera y ahora abren nuestro espacio geográfico para que fuerzas extranjeras de Rusia, China, Irán y Cuba tomen el control de Venezuela. Esa también es otra triste realidad.
No habrá corona de flores que no lleguen marchitas ante las estatuas ecuestres o ante los bustos de cemento o acero de Bolívar, Páez o de Ambrosio Plaza. Flores que se quemarán en las manos de esos impostores que lo menos que son es tránsfugas que se rindieron ante los cárteles del narcotráfico, o se arreglaron con los gestores del terrorismo internacional, para hacer de nuestro país una suerte de Somalia caribeña. Se han repartido un país, descuartizando su integridad en las mesas de negociaciones de esa corporación criminal. Un pedazo para las mafias que manejan la cocaína. Otro pedazo para los que se encargarán de saquear el oro, el coltán, el toriol y los diamantes que quedan en las entrañas del Arco Minero. Otros espacios se los entregan a las bandas que capitanean los pranes desde sus emporios carcelarios, mientras los grupos parapoliciales se desplazan por barrios, urbanizaciones y carreteras, haciendo de las suyas porque se saben protegidos por la impunidad que les garantiza “el patrón del mal” desde Miraflores.
He escrito en anteriores entregas que somos un caso peculiar porque con los propios recursos de Venezuela, estos usurpadores y hábiles e inescrupulosos populistas pagan a fuerzas extranjeras para que nos invadan. Porque esa es otra verdad: estamos pisoteados desde hace muchos años. Comenzando por la autorización que dio Chávez a su mentor Fidel Castro para que coronara su viejo sueño de alzarse con nuestro petróleo. Sueño que trastocó en pesadilla aquel año de 1967, cuando los auténticos soldados del ejército heredero de las glorias de Simón Bolívar los derrotaron en Machurucuto.
Lo importante es que no nos rendiremos jamás. Que las reservas morales con que cuenta Venezuela honrarán la memoria de nuestros libertadores, ahora más que nunca, reconfirmando que nada ni nadie nos sacará de la ruta estratégica que ha de imponerse y que es la que conduce al cese de la usurpación.
@alcaldeledezma
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