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Año de la desobediencia

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¿Qué le ha sucedido a Venezuela, a los venezolanos?

¿Existen razones para desconocer las autoridades?

¿Se justifica la sublevación?

Sobran motivos para no aceptar la situación actual de los derechos ciudadanos, las violaciones y abusos continuados del régimen que se ha hecho con el poder en el gobierno desde hace ya cuatro lustros, solo para conducir al país a una catástrofe general. Desgranar lo que han marcado este trágico rumbo sería una letanía tan larga que requeriría, además de espacio que no dispongo, la paciencia de Job para el lector. Bastará referir a cuatro motivos que por poderosos deberían haber provocado la desobediencia generalizada en la población y, a pesar de su constante empeorar, no pasa nada; ciudadanos en general, empresarios, religiosos, académicos, estudiantes, soldados y funcionarios han terminado casi en una mansedumbre pasmada.

La injusticia social llevada a un extremo superlativo por la total y absoluta ausencia de criterios y conocimientos económicos ha desembocado en la mayor hiperinflación conocida por el mundo occidental contemporáneo.

La separación abismal entre ricos (hechos a la carrera por la corrupción) y pobres (fabricados para la dependencia total) ha culminado destruyendo a la clase media, formada y profesional. Un proceso perverso dirigido a eliminar toda posibilidad de independencia de criterio o acción erradicando la voluntad individual, sustituyéndola por la desesperanza de los desposeídos.

El impacto de la corrupción y malversación unido a la total incompetencia en todos los rubros ha producido una de las crisis más profundas en la desigualdad de los que tienen recursos y la gran mayoría que los requieren.

La soberanía nacional es otra víctima del abandono de los valores y obligaciones constitucionales que han sustituidos por paradigmas extranjeros y entregas de territorio, reservas, riquezas y se diría hasta del futuro del país, todo esto sin encontrar voces disidentes ni acciones contundentes entre quienes tienen la obligación, el compromiso jurado de hacerlo.

La salud ha sido reconocida internacionalmente como uno de los derechos fundamentales, así lo evidencian tratados firmados por Venezuela, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Organización Mundial para la Salud y el Pacto Internacional de Derechos Sociales de las Naciones Unidas, pero el abandono de las campañas de vacunación, la escasez de medicinas y el teatro montado con unos médicos importados han sumido al pueblo venezolano en un vaivén de insalubridad que solo es comparable con el hermano pueblo de Haití en nuestro continente.

La inseguridad personal, situación que ha nacido de las estrategias para armar a grupos fanatizados, a los colectivos y a las reservas milicianas, que han sido buenos socios para las bandas de narcotraficantes y guerrillas extranjeras y que han cruzado las fronteras para reorganizarse en nuestro territorio han convertido a la antigua Sucursal del Cielo en un portal del infierno. Caracas es hoy una de las ciudades más peligrosas del mundo y sus ciudadanos los más desamparados por la ley.

¿Por qué obedecemos y a quién obedecemos?

Hace falta examinar si la desobediencia no es parte esencial de la democracia. Tendremos que responder cada quien a nuestra conciencia y aceptar si nos merecemos ser libres o ser criaturas de la sumisión colectiva. Pensar en una insurrección contagiosa, colectiva que reconozca lo intolerable de los últimos lustros es probablemente un deseo utópico, pero junto con la frase que expresa el deseo para un mejor año próximo pienso desear un año de desobediencia y honor.

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