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Poemas ganadores del Concurso de Poesía Joven Rafael Cadenas 2020

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Primer premio: Sin mí, de Kaira Vanessa Gámez Márquez

a Auxiliadora Márquez*

I

Vago oscura por una casa.

Algo me dice que deambulo

escrita en un cuaderno amarillo

que no recuerdo.

Ayúdame, abuela, a recobrar

mis manos.

¿Dónde me hendió la memoria

en qué pliegue me ha dejado varada

cuántas noches llevo

en este cuerpo desanudado

que no soltará sus huesos

hasta arrancarme de mí?

II

Abuela

hace frío en esta casa

oigo espejos sin hondura

—creo que no me mienten—.

Cada mañana soy la única letra de mi nombre

y cada noche

repito gestos que me vienen de otra casa

donde duermo con la mirada vacía.

Podría jurar que una como tú

me compone piadosamente

hasta darle un cuerpo a la sombra

sobre la cama.

He olvidado dónde estoy

y el pasado de esa voz que está por encontrarme:

no sé

no sé venir en su idioma

al mundo donde me retiene.

III

Esta casa ha escrito un rostro debajo de mi cuerpo

un idioma de lengua negra

separado de mi voz

me ha esparcido tras los dinteles.

Vine a dar allí

donde siempre estuve

impedida de la luz, de ser un huésped.

Soy la que me sujetaba oscura

el lugar del que se marcha

los baúles, el cerrojo, las paredes

lo que queda, un resto mío

del que no pude esconderme.

 

Abuela*

no llores tras lozas de esta entraña vacía

de este lado eres el alba

que no viene porque sabe

que heredé la noche suficiente

para sobrevivir cien días más

y hallar, hallar, hallar,

hallarme sin dar

con nadie.


Segundo premio: Eros II, de Jorge Luis Landaeta

(a Lucas)

ciego onírico hacía muchos años

en la noche del beso volví a sostener un sueño

 

se me probaba como jinete

sobre un potro del que no tengo ya recuerdo

ante un coliseo americano y excesivo

 

ahí las venias de mi infancia ante ojos jurados

 

tan pronto saludé

el caballo fue al galope inadvirtiendo

dos portones de vidrio sin sentido en pleno arco de salida

 

atravesamos con alegría la gasa de laceraciones

y a pesar de la profunda sangre

en su cuerpo              en el mío

galopamos en el yermo campo de otoño

 

libres

 

él no se detenía           yo tampoco

y nos espoleábamos

lejos

 

en cada bache de la tierra

mi caballo cojeaba

y yo le sometía al fuste

 

de quién teníamos noticia adónde

 

cuando al fin mermó su paso

quise revisarle y vi su pata henchida

de vísceras húmedas y prietas

 

lacrimoso el hueso

le sobé el lomo

palmadas firmes para que sienta

sin saber si así se pide piedad

 

enfilé de vuelta al coliseo

donde supe que se le sacrificaría

ofrenda del disfrute de los hombres

 

mi sangre ya no podía importar a nadie


Tercer premio: Sobre una piedra, de Winifer Ravelo

A todas las mujeres africanas que mueren atravesando el mediterráneo.

“Hay una constelación hirviendo adentro de la piedra”

Marosa di Giorgio

Ha muerto la primavera,

estas olas furiosas están de luto

se golpean en sí, en una masa imponente de agua,

en esta piedra que me sostiene,

siento la vibración de cada golpe

/cuando la mar respira

reúne las fuerzas necesarias

para golpearse a sí misma/

(la mar)

y mis pies que tocan la piedra,

tienen miedo —no al vigor del/ de la marsino

a la desnudez mineral,

a la piedra sabia que lo contiene todo,

mis pies siguen ahí,

abiertos a la piedra,

escuchando el flujo de la furia,

cómo cada ola en su choque se comunica con la piedra.

Está naciendo el verano,

las aguas bajo las olas celebran,

el sol abre como una garganta la neutralidad del cielo,

hunde sus manos en las aguas

lleva alimentos extraños;

                                        donde las edades del agua comunican a sus habitantes sobre la danza

luminosa.

El agua corta la piedra a través de las manos de la luna,

piedra consciente de la densidad, las edades y la vida

 

llueves, llueves, llueves

el vientre cálido del volcán,

la lengua del fuego durmiendo abajo de un río.

Pez libre huyes del mar

Pez libre huyes al viento

raíz del árbol, vena de la catarata

los ojos de la profundidad agitan azufre,

nutren a la bacteria,

relámpago quebrando.

 

El verano ha nacido

y el primer vestigio del sol agoniza al contacto con la madera,

madera protectora que sostienes razas cubiertas de esperanza,

el mediterráneo es una vena enloquecida

cantándole a los caídos, también agoniza la roca,

cántico oculto, el golpe del agua.

El agua choca con todos sus espíritus,

choca y parece morir cuando toca los pies de los desesperados.

 

El hambre es otra piedra que se hunde

y los cuerpos ante la mar son insólitos,

la columna de Hércules sostiene en sus vértebras el pánico,

la oscuridad de la boca hambrienta

los ojos de la mujer enarbolados en la profundidad

mezclados con el agua,

son cristales que rajan la mano de dios

Mujer unísona de otras voces,

mujer unísona cantando la muerte de las miles de mujeres desprotegidas,

tu cuerpo es un manifiesto invadido

que al caer a la mar se purifica

y las manos de la muerte acarician tu cuerpo,

reconstruyéndolo,

pero el mediterráneo es lo último que puede tocarte

porque tu transparencia besa a las aguas,

unísonas

y tu nombre olvidado por la historia

se transforma en el alimento de mil criaturas del océano,

todas las mujeres ofrendadas a la mar

están incrustadas en el corazón animal,

en el latido de órganos vegetales,

mujeres subsaharianas,

mujeres áfrica negra,

mujeres árabes,

mujeres mediterráneas,

mujeres las hijas de la guerra.

Mujeres mar,

úteros del descanso de la lluvia

la luz quebrada alimenta plantas ancestrales.

 

Ahora mis pies sienten su belleza,

la piedra metaboliza todos los procesos,

el choque de las olas en la piedra

son el unísono de las voces minerales.

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