Apóyanos

Veinte años de una pandemia llamada censura

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Era principio del año 2000 cuando Napoleón Bravo salió del aire por sus duras entrevistas a personajes del recién llegado gobierno de Hugo Chávez. Lo tocó la censura. Trabajaba para Venevisión, un programa llamado 24 Horas, el cuál lideraba las mañanas informativas.

Desde su casa en los Estados Unidos explicó a El Nacional que aquel ataque fue el primer golpe a un programa de televisión, porque antes había sido Teodoro Pettkof quien sufrió hostigamientos por su vespertino Tal Cual.

“Por unas amenazas de muerte y otras a Venevisión fue que el canal me envió como director de Venevisión Internacional», señaló.

Tiempo después se realizó una encuesta nacional la cual arrojó que Bravo era el periodista con mayor credibilidad, por lo que se le consultó al régimen si el periodista podía regresar. «Chávez dijo que sí, Miquelena también y José Vicente Rangel que no. No le hicieron caso y se reactivó el programa», explicó.

En agosto de 2001 volvió al aire, pero en 2004 lo cerraron nuevamente. Para ese entonces las amenazas fueron peores y se mudó para Margarita en 2007. Se dedicó a una radio regional, sin embargo, Rangel amenazó al gobernador de Nueva Esparta de ese entonces, Morel Rodríguez, para que lo despidieran.

Bravo está desde 2013 fuera del país, pero no está inactivo. Las redes sociales son su nueva vía de comunicación. En Twitter acumula más de 1 millón de seguidores y explica que «para este tipo de dictaduras es muy importante cambiar los personajes de la historia, pero la salida del programa de Venevisión y de otros medios afecta la fuerza de figuras como ocurre con El Nacional desde que no está en papel».

Reveló que durante el último año de vida de Chávez fue llamado para dirigir TVES, pero rechazó la oferta. Luego llegó otra que también rechazó. «Fue un falso opositor que tiene o tenía un periódico en Venezuela y él quería que escribiera una columna, pero lo único que me pidió fue que no hablara mal de Diosdado Cabello. Esa fue la razón perfecta para rechazar la oferta», subrayó.

Salazar irreverente

A otros periodistas, más que ofrecerles trabajo los amenazan, por eso Marianella Salazar dejó a un lado su columna en El Nacional. No define su actuar como censura, sino como distanciamiento. “Es una medida de protección, aunque estoy en la mira y el número dos del régimen no deja de mencionarme en su programa”, indicó.

Salazar lleva algunos años dedicada de lleno al Twitter, al que considera su vía preferida para informar. Inclusive por ahí también es un blanco para el chavismo, que la acusó de estar vinculada con la Operación Gedeón. “A Jorge Rodríguez le dio por involucrarme en esa operación chimba, porque antes de acostarme a dormir escribí en Twitter: ‘La noche promete… va a ser difícil conciliar el sueño’”, señaló.

Estos ataques no son una novedad. De hecho tiene muchas historias con la censura. Ha perdido la cuenta de las veces que ha sido víctima de ella. Algunas antes del chavismo. «Para ese entonces lo que podía pasar era que te sacaran del medio. Hoy es mucho peor porque te meten preso», afirmó.

Salazar pasó siete años en tribunales penales por presunta calumnia y difamación. Este caso, prescribió, pero en 2002 recibió amenazas. Llevó su situación a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, que le otorgó medidas cautelares para preservar su vida y la de colegas como Ibéyise Pacheco y Marta Colomina, por revelar los nexos de Chávez con las FARC.

Desde ese entonces Salazar no ha parado de recibir amenazas de todo tipo, siempre desde el anonimato. La censura siempre le persigue.

Los runrunes de Bocaranda

Es ese chavismo el que muchas veces alimenta los famosos runrunes de Nelson Bocaranda, que se ha pasado por una diversidad de medios y ha entrevistado a personalidades que van desde Jhon F. Kennedy hasta el político de turno venezolano.

Esas informaciones que llegan a sus oídos le han generado persecuciones en más de una oportunidad, ha sido amenazado por la censura, aunque se hicieron más reales en 2013 con la llegada de Maduro al poder. «Yo tuve el privilegio de dar toda la información que el gobierno escondía sobre los últimos días del presidente Chávez. Yo sabía la temperatura, el pulso y las intervenciones y logré su respeto y el de Fidel Castro que le dijo que por qué no lo recibía en Cuba, pero luego se complicó todo y eso molestó a los que hoy están mandando», señaló.

De ahí en adelante fue llevado a fiscalía por informar sobre la quema de unas boletas de votación, solo pretendía que diera el nombre del informante que le contó todo sobre el difunto Chávez: «Eso lo puede constatar Luisa Ortega Díaz».

A su juicio, la verdadera censura empieza con Maduro. No es que antes no hubiese existido censura, pero recalca la radicalización de la nueva cúpula chavista que ha obligado a los periodistas a censurarse. «Sé muchas cosas que a ellos no les gustan», subrayó.

En 2018 su pasaporte fue anulado, justo cuando estaba a punto de abordar un avión. «Eso fue una rabieta del gobierno por no haber contado nada. Y a ellos tampoco les gustó que dos militares de alto rango se reunieran conmigo, uno está preso y el otro no. Esta gente es mala y hay que andar con cuidado», puntualizó.

Bocaranda cree que jamás ha ido preso porque ha medido sus palabras, pero también gracias a sus conexiones con medios internacionales y a su visibilidad en Venezuela «Esto puede frenar el ímpetu dictatorial», afirmó.

Dijo que cada vez en el chavismo hay más y más informantes. «Están más arriba de lo que ellos piensan y lo mantienen a uno al día», aseguró.

Contreras contra el suelo

Nurelyin Contreras no contaba con la visibilidad de otros periodistas. Eso la llevó a vivir la experiencia más violenta de su carrera cuando esperaba el regreso de Juan Guaidó al país en el mes de febrero, luego de una gira por varios países.

El Aeropuerto Internacional Simón Bolívar estaba lleno de militares que desalojaron a la prensa y a las afueras había un grupo de simpatizantes del gobierno y trabajadores de Conviasa. La prensa intentó darles voz, pero para ellos sólo colaboraban con Guaidó y por eso no los iban a dejar trabajar.

Contreras recordó que estaba reportando la agresión a otros compañeros cuando vio una ola de personas que la obligó a correr, pero cuatro mujeres la agarraron y la golpearon. «Me jalaron del cabello y creo que con todo lo que me quitaron se pueden hacer unas extensiones», indicó.

Esa misma noche, Diosdado Cabello afirmó que la periodista de Punto de Corte utilizaba extensiones y que era financiada por Donald Trump, lo cual ella desmintió. «Da lástima. Tiene madre e hija. Da pena como político y como hombre», manifestó.

«Aquel día me mordieron, me dieron un golpe en la mandíbula y perdí el equilibrio hasta que los otros periodistas me sacaron de ahí», aseguró.

Después tuvo que ir al médico, mientras que a los días empezaron los dolores y tuvo que usar collarín por dos semanas, y unas cuantas más de terapia. Mientras, vistió camisas manga larga para evitar mostrar los hematomas causados.

Todos los presentes en aquella ocasión tuvieron que ir a talleres para liberar estrés, pero eso no quita de su mente la concepción de que el periodismo se ha transformado en un deporte extremo. «El periodismo político es más peligroso que el de sucesos, y lo peor es que hay tanto temor que hasta nos autocensuramos», subrayó.

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional