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Somos inmortales

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El año 2018 ha sido el peor de nuestra historia, no nos queden dudas. El balance es dramático. Todos los datos, oficiales y extraoficiales, confirman que estamos en una situación que no tiene parangón.

La hiperinflación, uno de nuestros mayores enemigos, trepó a 1.299.724%, según cálculos de la Asamblea Nacional, donde se señala asimismo que la tasa de incremento es de 3% diario. Desde enero el costo de la vida aumentó 702.521%.

Estas cifras obligaron a que el Fondo Monetario Internacional reajustara sus pronósticos y llevara a 1.350.000% la inflación para el cierre de 2018 en Venezuela, lo que sin embargo podría quedarse corto. Prevé que el año próximo podría alcanzar 10.000.000% y que la contracción del producto interno bruto será de 18%.

Otro dato que para los pelos, porque no es algo etéreo sino que lo sentimos en el bolsillo cuando compramos en supermercados y comercios, es el del costo de la canasta alimentaria, que se ubicó en 121.719 bolívares soberanos, según el Cendas, que calcula en 183.715,22 bolívares soberanos el precio de la canasta básica, que incluye los servicios.

¿Más estadísticas? El Foro Penal Venezolano afirmó que para el cierre del año hay 278 presos políticos; la Organización de Naciones Unidas indicó que ya han emigrado del país 3,3 millones de venezolanos y que para el próximo año esa cifra podría incrementarse hasta 5,3 millones; 94% de los entrevistados de la Encuesta Condiciones de Vida 2018 aseguró que sus ingresos son insuficientes para cubrir los costos de vida; y el Observatorio Venezolano de Violencia contabilizó 23.047 crímenes, lo que ubicó la tasa de homicidios en 81,4 por cada 100.000 habitantes, la más alta de Latinoamérica.

No es cuestión de seguir atosigándonos con números, porque la realidad nos aplasta cada día. Vemos más miseria, hambre y destrucción, empresas paralizadas y un éxodo cada vez mayor.

A pesar de todo, una cosa sí me queda clara y alimenta mi esperanza en un futuro mejor, que si los venezolanos sobrevivimos a 2018 no moriremos jamás. Como dice el refranero popular: Lo que no nos mata nos hace más fuertes. Somos inmortales.

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