Un Louvre más humano y abierto para un público principalmente local: así imagina la pinacoteca parisina su futuro inmediato, que arrancará el 6 de julio con nuevas medidas de seguridad tras un cierre de tres meses por la pandemia.
La crisis sanitaria le empuja a reorientar su foco. 75% de sus visitantes habituales son extranjeros, con los estadounidenses y los chinos en cabeza, y la caída prevista del turismo tendrá un efecto directo en sus salas, por las que en verano suelen pasar un millón de personas al mes.
«Es el momento de venir a ver el Louvre con menos visitantes», indica su presidente, Jean-Luc Martinez, en la presentación a la prensa del dispositivo aplicado para garantizar los requisitos sanitarios.
El Louvre cerró sus puertas el pasado 13 de marzo, cuatro días antes del inicio del confinamiento en Francia, y este tiempo le ha servido tanto para preparar sus espacios como para repensar su oferta.
El uso de la mascarilla será obligatorio a partir de los 11 años y también la reserva con un horario de entrada definido. Además, el recorrido estará marcado con flechas y en caso de mucha afluencia, o en las salas más emblemáticas como la de La Gioconda, no se podrá dar marcha atrás para evitar el cruce de gente.
Oferta reducida
El museo reabrirá 70% de sus espacios, pero la inmensidad de sus colecciones hace que su atractivo no se vea mermado por una reducción que afecta, entre otras, a las salas de escultura francesa de la Edad Media: el visitante tendrá a su disposición más de 30.000 obras en 45.000 metros cuadrados.
Y, como novedad, habrá expertos que, desde el 8 de julio y hasta el 20 de septiembre, responderán de forma gratuita y sin necesidad de reserva a las preguntas del público en ocho espacios icónicos, como los apartamentos de Napoleón III.
Una forma, según Martinez, de hacer más accesibles las colecciones al visitante profano o al local, que puede sentir intimidación por lo expuesto o pereza por volver a ver obras para las que otras veces le ha faltado contexto.
Las franjas de horarios también se adaptarán a esas nuevas costumbres: el turista chino o estadounidense prefiere acceder a primera hora de la mañana, pero la pinacoteca anticipa horarios más tardíos para ese público de proximidad, por lo que habrá más disponibilidad conforme avance el día.
El Louvre augura una caída del 80% en el número de visitantes. Con esa previsión y los requisitos sanitarios en vigor ha ajustado las condiciones de acceso a ese porcentaje. Abrirá en un principio 30% de su capacidad, a la espera de ver cómo evoluciona la situación.
Esta crisis se ha hecho notar además en sus ingresos: «Podemos evaluar las pérdidas desde el cierre en alrededor de 40 millones de euros. Es difícil saber si va a agravarse en los próximos meses. Probablemente», admite su presidente.
Confianza en el futuro
El confinamiento le llegó tras el éxito de la exposición sobre Leonardo da Vinci. Su agenda incluye para octubre una centrada en las esculturas del Renacimiento italiano, de Donatello a Miguel Ángel, y otra en el también renacentista Albrecht Altdorfer, pintor y grabador alemán.
El año próximo se focalizará en la arqueología y estrenará el nuevo diseño de su página de internet, que tendrá un enfoque más didáctico: «Con el éxito de la web durante el confinamiento hemos visto que la gente quiere que se le cuenten historias. Esta crisis sanitaria es un acelerador de todo lo imaginado» para el museo, dice Martinez.
La pinacoteca parisina, la más visitada del mundo con 9,6 millones de personas en 2019, es consciente de que tardará al menos dos años en recuperar la antigua normalidad, pero afronta este periodo con confianza.
«El palacio tiene más de ocho siglos y el museo se abrió hace dos. Esta crisis por supuesto que es un momento particular, pero el Louvre seguirá en pie», recalca su presidente, que subraya que la finalidad de los museos no es tanto económica como cultural.
Su plan de transformación tiene como foco además 2024, año de los Juegos Olímpicos en París y fecha en la que la ciudad multiplicará su atractivo turístico. «No hay solución milagro. Hay que abrir más horas y más salas. Mi deber es trabajar en eso para acoger mejor», concluye Martinez días antes de que el bullicio vuelva al lugar.
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