De buen uso del lenguaje hemos aprendido que algo sistémico es como lo que le pasa a Venezuela, es decir, que no es algo esporádico, ni azaroso, ni casual, ni variable, ni mutante, es lamentablemente una situación que procede de manera metódica y reiterativa.
Al menos dos de los significados de la palabra “sistema” nos ilustran para comenzar a entender cómo se pudo lograr transformar un país rico en un erial de miseria en solo 20 años. Tal como dice el tango “Volver”: “20 años no es nada”; tenía que llegar el socialismo del siglo XXI para que pudiésemos entender a nuestros “ches” hermanos. Ciertamente no son nada, pues en nada se han convertido las esperanzas de nuestros jóvenes, en nada la soberanía de nuestra república, en nada nuestra moneda, en nada nuestra industria, en nada nuestra Constitución, en nada nuestro patrimonio, en nada nuestra historia y si siguiera contando… en nada nuestra nada.
La primera acepción dice: “Conjunto de reglas de un ámbito enlazadas entre sí de una manera racional”. La otra: “Mecanismos que realizan una función”.
Así comenzamos otro año, uno que promete continuar con la disciplina impuesta por la sistematización; la planificación malévola que las mentes perversas de los iluminados del siglo XXI han diseñado para destruir a todo el ensamblaje social que había logrado desarrollar una pujante clase media respaldada por las riquezas nacionales. Clase media que pasó del Juan Bimba de los años cuarenta a los Ayacuchos de los ochenta. Universitarios y doctores hijos de la panadera, esos que veíamos con orgullo recibir su medalla universitaria de manos de una humilde madre que apenas podía leer y prefería la telenovela a la ilustración de los libros.
Esta observación, que no tiene sustento científico para comprobar su veracidad, solo intenta alertar a incautos que piensan que nuestra ruina nacional es producto de una ignorancia, impericia, estulticia, memez o total estupidez de los gerifaltes criollos, pues no, no es tan sencilla la explicación, causar el empobrecimiento de la pujante clase media es un paso necesario, imprescindible para doblegar a una nación que se arraigaba en valores democráticos; esos que predicaron la Revolución americana y posteriormente la francesa: igualdad y libertad.
Estamos en las postrimerías, ya algunos estudios de instituciones serias concluyen que para comienzos de la próxima década Venezuela habrá perdido más de 20% de su población, hazaña que ni las guerras de independencia ni federales lograron, lo hará el chavismo que no es más que la reedición sin revisión adecuada del castrocomunismo.
Cambiar las energías de una clase aspiracional por las súplicas de una clase depauperada y dependiente es la única virtud que podemos conceder al régimen Chávez-Maduro, es un logro que no deja de merecer reconocimiento, pero junto con el orgullo de la destrucción, empobrecimiento, mortandad y éxodo de millones de compatriotas no se debe olvidar la habilidad para crear enormes fortunas de una nueva clase de supermillonarios. Jamás gobiernos anteriores habían tenido la habilidad para fabricar millonarios de la noche al amanecer como este revolucionario régimen. Bolipuertos, bolichicos, bolibanqueros, bolienfermeras, bolifiscales, boligenerales, bolinarcos, bolipendejos, es decir, boliburgueses han sustituido a todos los burgueses de la extinguida cuarta república.
No es fácil entender cómo algunas mentes parten del principio de la destrucción total para comenzar la generación de una nueva sociedad. No es comprensible que ahogar a las universidades y arruinar el sistema educativo producirá un nuevo conocimiento capaz de vencer los obstáculos del subdesarrollo, pero lamentablemente en Miraflores parece que germina una semilla que promete un árbol que no será un fuerte samán sino un cují.
Para concluir podríamos recurrir a la antigüedad y la sabiduría que ha perdurado durante tantos siglos y así como decían los romanos: “primum non nocere”, es decir, hagas lo que hagas, lo primero es no causar daño; también como lo recordaba Thomas Hobbes: “primum vivere”, que se traduce en criollo “la arepa primero”.
Con o sin clase media, sin pan no habrá revolución.
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