Las democracias en el mundo siempre han estado bajo amenaza. Parece que mientras más fuertes y vigorosas se muestran es cuando son atacadas con mayor violencia. Cuando la humanidad intenta avanzar hacia nuevos estadios de civilidad, la barbarie se asoma para dejar su huella llena de dolor y de frustración.
El mundo está produciendo unos cambios sociales, económicos y políticos con una rapidez nunca vista. Los avances de la ciencia y la tecnología están teniendo un impacto fortísimo en la civilización, se producen con un nivel de aceleración que está poniendo en jaque a las instituciones republicanas y democráticas, dándoles un maquillaje de vetustez e inutilidad. A la par de ellas, el liderazgo político mundial luce caducado, menguado, titubeante y sin un rumbo claro.
No hay dudas de que los cambios sociales y económicos que producen los adelantos de la ciencia y la tecnología hacen que el liderazgo y las instituciones políticas queden rezagados, generando verdaderos terremotos políticos. Cuando se produjo la invención de la imprenta o la llegada de la Revolución Industrial, se generaron cambios políticos muy profundos. Una nueva dinámica económica y social originó paulatinamente un mapa político mundial muy diferente.
El simple hecho que narra -ya hace varios años- Fernando Savater en su Aventura de pensar, cuando nos dice que la llegada de la tecnología nos ha hecho cambiar hasta el modo de investigar, ya nos daba una señal de lo que se avecinaba. Hasta hace poco tiempo, para hallar una información había que salir a buscar en índices, libros, bibliotecas. Ahora, con poner una palabra en Google todo se soluciona. Ya no se trata de buscar información sino de seleccionarla, filtrarla. El ser humano ahora vive dentro de la información y atiborrado por redes sociales, mails, promociones; incluso hasta las llamadas cookies hacen que la red “adivine” lo que vas a buscar en unos días.
Cambiar de manera tan profunda el día a día de la civilización humana está generando un terremoto político sin precedentes. En el subconsciente de los seres humanos está produciéndose un nuevo orden de ideas, y el descontento por los ajustes no se hace esperar. En medio de esos profundos cambios, los enemigos de la democracia están buscando cómo colarse.
Disfrazados de luchas sociales, de reivindicaciones laborales o raciales, se esconden intereses oscuros que buscan pescar en río revuelto. Grupos de la nostalgia utópica comunista, agrupados en el peligroso Foro de Sao Paulo o el nuevo Grupo de Puebla, intentan crear un nuevo orden autoritario desequilibrando las democracias occidentales. El ensayo venezolano les salió perfecto: Utilizar las debilidades de la sociedad democrática para inocularse en el sistema e implosionarlo.
Luego de ser derrotada política y militarmente por los gobiernos de Betancourt y Leoni, la estrategia de la subversión armada de guerrillas fue sustituida por infiltrar cuadros comunistas en las filas de las Fuerzas Armadas para generar insurrecciones, ya no desde fuera sino desde dentro de las propias instituciones republicanas. Sin embargo, no se quedaron ahí, sino que llegaron a mutar más adelante en organizaciones políticas que fingían aceptar las reglas de la democracia y una vez tomado el poder, secuestrarlo para destruir al sistema e instalar el más primitivo autoritarismo.
En medio de estos profundos cambios que produce la llegada de las nuevas tecnologías en la sociedad, trayendo desequilibrio psicológico, brechas sociales y económicas, los enemigos de la democracia vuelven para intentar surfear estos desequilibrios y tratar de generar nuevas narrativas que hagan sucumbir el orden democrático y los avances de civilización que el mundo ha venido consiguiendo.
Por ello, la democracia liberal necesita con urgencia un nuevo relato, una nueva narrativa que haga que esta nueva sociedad que se levanta alrededor de los avances de la ciencia se identifique con sus planteamientos y de cauce a sus reclamos. Hoy, el rol de la dirigencia política comprometida con la democracia y la libertad debe volcarse hacia la educación, para convertirse en auténticos educadores de una sociedad que reclama un liderazgo menos artificial, más profundo en sus ideas, pero también tremendamente cercano y operativo, que pueda adaptarse a una sociedad que está en constante movimiento. Es claro: la sociedad actual requiere de una nueva y mejor democracia que se parezca a ella y responda a sus nuevos intereses y la proteja de sus consecuentes enemigos.
En una reciente conferencia promovida por la Embajada Democrática de Venezuela en España, pude palpar la conciencia que comienza a sembrarse ante esta urgente necesidad. Esta conciencia es un verdadero punto de partida para agrupar a todos los sectores, con las diferencias que le son propias a los demócratas, para el desarrollo de un punto de encuentro que promueva una nueva forma de liderazgo para la nueva e innovadora sociedad actual. El reto está ahí: Frente a la amenaza totalitaria, más y mejor democracia.
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