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El derecho a elegir

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Será cierto que el derecho a elegir está liquidado en Venezuela por la sucesión de eventos electorales fallidos. Un derecho civil se pierde o se desnaturaliza por el resultado inmediato. Sus múltiples fracasos son la explicación de su auto destrucción. Este es un tema que invita a sumergirnos en la idea central: Elegir no vale por que ha fracasado como solución u alternativa 29 veces.

El acto de elegir es y no es una acto solitario. El individuo se recoge en sí mismo, analiza y decide. Este sería el mejor escenario. El peor, te subordinas a un mandato que te impone obediencia porque de ello depende tu supervivencia. En el medio de estos dos extremos coexisten tus ideas y aspiraciones con algo que llamamos realidad, que te impregna, afecta y hasta puede determinarte. Pues bien creo firmemente que en las 29 experiencias algunas ganadas y otras vulgarmente manipuladas, por una u otra razón hemos tenidos contextos externos y realidades internas cambiantes y distintas que debemos tratar de reconocer

Aterrizando un poco podríamos decir que en la última década han ocurrido cambios. El individuo, el venezolano, ha experimentado experiencias límites que configuran y afectan sus pensamientos y creencias. Las Misiones, mostradas en otros tiempos como la mejor política social y Barrio Adentro, ¿qué valor tienen hoy para el ciudadano? Las empresas expropiadas, ¿dónde están, sus trabajadores, técnicos, sus producto? ¿Es secreta o pública su destrucción? ¿Qué piensan los agricultores del cataclismo de Agroisleña? Hoy se producen más alimentos ¿El CLAP ha resuelto el problema alimentario? ¿Y Pdvsa? Hoy no tenemos gasolina. ¿Por qué hay 451 personas presas, civiles y militares, hombres y mujeres? ¿Cuántos ciudadanos torturados y asesinados, cómo lo justifican? Todos estos sucesos han ocurrido a plena luz, se han vivido, se conocen. Sería abusivo pensar que el pueblo, los ciudadanos, las masas o como quiera llamar, ha sido indiferente a estos eventos, que no afectan su manera de pensar y decidir.

Si vamos a un plano más abstracto podemos preguntar: ¿Si tuvieras que decidir dónde vivir, en Cuba, Venezuela o en Canadá, Francia, Uruguay, qué escogerías? No podemos creer que su decisión hoy en 2020 sea exactamente igual a la que tomó en años anteriores. Chávez se presentaba como una solución, el petróleo llegó a valer más de 100 dólares. El pueblo creyó que el régimen estaba dispuesto a repartir todo. El socialismo se mostraba como la clave de la felicidad.

La pregunta que deberíamos formularnos: ¿Podemos creer que ese individuo que atravesó esas tormentas va a decidir de la misma manera a como lo hizo en eventos electorales anteriores? Podríamos tener una pizca de fe y pensar que puede haber adquirido un cierto grado de conciencia y decida de una manera distinta a confiar en el socialismo del siglo XXI.

El mejor termómetro para medir la presencia del cambio es la opinión y actuación de la juventud. Antes conocíamos la existencia de Círculos Bolivarianos, Unidades de Batalla Electoral y etc. ¿Cuánto queda de esas organizaciones? Hoy, los jóvenes encabezan las actividades de protesta, sobre todo en nuestras universidades. ¿Quién se atreve a portar hoy una franela con la cara del Che o con los ojos de Chávez? El mayor logro alcanzado durante los últimos 15 años ha sido desterrar las ideas socialistas del corazón de los jóvenes y de los sectores populares. Los pocos que reinciden en estas prácticas confiesan tristemente: “Me pagaron por defender el régimen”.

El otro aspecto que puede invalidar el derecho a elegir es el poder del régimen para alterar los resultados o para obstaculizar sin disimulo la gestión de los que han sido elegidos por el voto popular. Allí están los protectores del pueblo, como el policía Bernal en el Táchira, Dante Rivas en Nueva Esparta o Jaua en Miranda, y todos los enviados por Maduro para destruir la labor de los escogidos. Todos estos sujetos dejan una estela de abusos, corrupción, desafueros contra el ciudadano que los convierte en personas repudiadas en cada uno de los sitios donde el régimen los ubicó. Frente a la Asamblea Nacional han opuesto una fraudulenta constituyente, inútil y costosa, o la figura siniestra de un Luis Parra presto para cualquier trapisonda y cuyo paso por la historia política será miserable.

Sin embargo, sin ingenuidades en este campo de las trampas siempre hay que dejar espacio para las nuevas triquiñuelas del régimen con esa eficaz asesoría de los tiburones cubanos, hambrientos en la realidad y en la teoría de devorar cualquier vestigio de democracia.

¿Cuántas trampas más se pueden inventar desde el organismo electoral o el PSUV? ¿Qué imaginarán los cubanos para trastornar los resultados de la contienda electoral, no lo sabemos? Un campo para que los ciudadanos y los partidos políticos ejerzan una vigilancia responsable.

El poder de elegir no está anulado, ni la decisión de los ciudadanos es la misma a la que prevaleció durante la vida de Chávez. El gobierno no puede implantar una estrategia oculta para cambiar los resultados o para obstaculizar la gestión de los que resulten electos. Hoy en 2020 todo está sobre la mesa, las trampas, los equívocos, pueden ser denunciados, lo saben los venezolanos y el mundo entero.

La dura realidad ha confrontado el individuo con el mundo real, con la mentira y mitos del socialismo siglo XXI. Frente al hambre no hay baratijas, ni ofertas falsas de CLAP. Ha cambiado el ciudadano y necesita demostrarlo ejerciendo su poder de votar. La mentira del socialismo no resiste ningún maquillaje, ni posturas seudoheroicas o liderazgos con los pies de barro. Al régimen le es imposible controlar los resultados electorales, solo puede hacerlo a lo puro macho. La soberanía popular tiene que poder expresarse porque depende de la conciencia de los ciudadanos y no del uso de la fuerza para imponerse contra la verdad.

No hay un solo acto, una obra que hable o pruebe que el socialismo ha mejorado la vida de la gente y esto ya no es un secreto, ni dominio exclusivo de los que llaman la “oposición”. Lo sabemos todos. Por eso solo esperamos que en ejercicio de la conciencia de cada uno y del país se creen las posibilidades de elegir, es un derecho que no lo destruye la adversidad. Solo pedimos unidad para poder decidir sobrepasando los poderes temporales. Confianza en los ciudadanos y vigilancia atenta contra las trampas, es lo que esperamos que suceda.

 

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