Por Víctor Álvarez R. y Davgla Rodríguez A.
En su afán por lograr la reelección, Donald Trump intensifica la rivalidad de Estados Unidos contra China. Las encuestas muestran que el apoyo al mandatario estadounidense está cayendo en estados claves, en medio de una fuerte crítica por no haber actuado oportuna y eficazmente para evitar la propagación masiva y acelerada del covid-19 que sigue causando estragos en la población de Estados Unidos.
La estrategia de Trump es atacar a su rival Joe Biden, quien lidera la intención de voto con 53% frente a 43%. Para remontar esta desventaja, los asesores de Trump despliegan una campaña de ataca y llaman “Beijing Biden” al candidato demócrata a quien acusan de estar dispuesto a hacer inadmisibles concesiones a China. Pero ambos candidatos coinciden en manifestar duras posturas contra China para aumentar su número de votos, tanto así que entre los demócratas Biden ha sido criticado por ser caja de resonancia del discurso xenófobo y racista de Trump.
Tanto es el prejuicio sembrado contra el gigante asiático en esta campaña electoral que –según una encuesta de Pew Research Center– dos de cada tres estadounidenses tienen una visión desfavorable de China. Y esa desconfianza se refleja en todo el electorado sin importar si es demócrata o republicano, aunque se intensifica entre los seguidores de Trump y las personas de más edad.
El virus chino y la xenofobia
Líderes gubernamentales y altos funcionarios estadounidenses han alentado directa o indirectamente los crímenes de odio y las muestras de racismo y xenofobia mediante el uso y abuso de una retórica antichina. Trump acusa a Beijing de falta de transparencia en el manejo del coronavirus, le atribuye la principal responsabilidad en la propagación de la pandemia y promete al electorado estadounidense que China pagará por los daños ocasionados por el covid-19.
Poderosos sectores conservadores y reaccionarios han aprovechado la crisis del covid-19 para impulsar teorías de conspiración contra los inmigrantes y a favor de la supremacía blanca, ultranacionalista y xenófoba que ahora se enfoca en satanizar a la población de origen asiático. Varios congresistas han propuesto leyes o acciones para castigar a China: el senador republicano Tom Cotton acusó a Beijing de permitir deliberadamente que el virus saliera de sus fronteras y el fiscal general del estado de Misuri, Eric Schmicht, demandó por daños a China.
Human Rights Watch ha hecho un llamado a los gobiernos para que tomen urgentes medidas para prevenir la violencia y la discriminación racista y xenófoba vinculada al covid-19. El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, dijo que “la pandemia sigue desatando una oleada de odio y xenofobia, buscando chivos expiatorios y fomentando el miedo” e instó a los gobiernos a “actuar ahora para fortalecer la inmunidad de nuestras sociedades contra el virus del odio”.
La intensificación de la campaña xenófoba y racista ha sido tan peligrosamente eficaz que donde se ve una persona de origen asiático se advierte un foco de contagio y por esa razón suelen ser víctimas de ataques, amenazas, insultos racistas, discriminación e, incluso, salvajes golpizas.
En Italia, el grupo de la sociedad civil Lunaria ha recopilado cerca de un centenar de denuncias y noticias sobre agresiones, insultos, acoso y discriminación contra personas de ascendencia asiática. Organizaciones de derechos humanos y otros grupos en Francia, Australia y Rusia informaron a Human Rights Watch sobre ataques y acoso a personas que –por el solo hecho de ser de ascendencia asiática– son acusadas a priori de ser portadoras del covid-19.
La nueva guerra fría
La guerra comercial de Estados Unidos contra China –a quien acusa de prácticas comerciales desleales y robo de la propiedad intelectual estadounidense– se intensifica ahora con la acusación del gobierno de Trump sobre la responsabilidad e intencionalidad de China en la propagación internacional del covid-19. Estas acusaciones han dado origen a toda clase de teorías conspirativas sobre las supuestas pretensiones chinas de dominar al mundo.
La razón de fondo de toda esta campaña es que China representa para Estados Unidos un desafío económico mucho mayor que el que en su momento representó la Unión Soviética. Al comparar las series estadísticas del PIB entre ambos países salta a la vista que –en ningún momento durante la Guerra Fría–, la economía soviética superó el tamaño de la economía estadounidense. Y cuando más se acercó la URSS, apenas llegó a ser 44% de la gigantesca economía de Estados Unidos.
Pero resulta que en los últimos treinta años despertó otro gigante: el asiático. La economía china ha superado ya el tamaño de la economía de Estados Unidos y esto representa una seria amenaza para la hegemonía estadounidense, aunque China no tenga las mismas pretensiones soviéticas de difundir su modelo político-ideológico ni de expandir su presencia militar.
Lo que sí hace Beijing es seguir invirtiendo en el desarrollo de su gran proyecto global La Nueva Ruta de la Seda, iniciativa a la cual se integran cada vez más países bajo el principio de esfuerzo mutuo y beneficios compartidos. Por lo tanto, el desafío de China para Estados Unidos es fundamentalmente económico y para evitar que la pujante economía china le siga sacando ventaja a la cada vez menos competitiva economía estadounidense, Trump está dispuesto a apelar a cualquier pretexto.
El problema es que el uso del término “virus chino” por parte de Donald Trump y de “virus de Wuhan” por parte de Mike Pompeo atizan el discurso del odio y exponen al ataque de fanáticos no solo a la enorme comunidad china en Estados Unidos, sino a toda persona de origen y rasgos asiáticos. A medida que se acerque el 3 de noviembre, fecha en la que se realizarán las elecciones, el conflicto entre Washington y Beijing se hará más tenso, cuestión que recrudecerá la xenofobia y prejuicios contra los inmigrantes asiáticos en Estados Unidos. El peligro que corren es inminente.
@victoralvarezr / @davroalvarez
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