Por una vez, López Obrador y López Gatell parecen tener razón. Solo que se han metido en un lío peor por acertar en algo, y por haber mentido antes. En la danza de cifras y de pleitos entre las diversas dependencias del gobierno federal, entre este y los gobernadores (incluyendo a la Ciudad de México), y las revelaciones aportadas por varias instituciones y expertos de la sociedad civil y los medios internacionales, es difícil no hacerse bolas. Pero algo se puede entender.
Es cierto que las 1.092 muertes anunciadas el miércoles 3 de junio no corresponden a decesos ocurridos todos ellos el día anterior. Se refieren al total de fallecimientos reportados ese día, pero ocurridos en días previos, incluso hasta el 6 de marzo. Ya Jorge Andrés Castañeda y Sebastián Garrido demostraron en el Blog de Datos de Nexos hace unas semanas que ese es el caso de todos los datos de muertos en México por el covid (o por lo que sea), salvo quizás, desde la época de Calderón, de los homicidios dolosos. Asimismo, varias investigaciones han advertido que el verdadero número de decesos en la Ciudad de México, y en todo el país, es muy superior al oficial: entre tres y cuatro veces. De suerte que nos encontramos en un caos estadístico bastante agudo, que invalida la mayoría de las comparaciones internacionales, o mexicanas en el tiempo.
El problema de la aclaración de López Obrador y López Gatell es que suscita más preguntas que certezas. Si se trata de un simple “ajuste” o “actualización” de datos, realizada con la misma metodología que se utiliza todos los días para entregar la cifra de decesos, ¿por qué de repente el salto del doble del pico anterior (501 muertos)? Si siempre se trata de cifras acumuladas, y se acumulan de la misma manera, ¿porque antes nos encontrábamos con 300 o 500 decesos, y ahora con más de 1.000? ¿Es un hecho “extraordinario”, que no volverá a producirse? ¿Por qué se produjo esta vez, y no otras? ¿Por qué el martes y no el lunes, o el jueves? ¿Alguien “aventó” más muertos -el IMSS, por ejemplo- con motivo de conflictos internos al gobierno? Pero si mañana o pasado reaparecen cifras de esa magnitud, o incluso la semana entrante, esta explicación se caerá por su propio peso. Si con la misma metodología, y sin más ajustes, siguen los totales al doble de antes, algo está pasando.
La otra posibilidad, perfectamente válida, es que el gobierno cambió de metodología. Como se cambia de matriz insumo-producto para calcular el PIB cada cierto número de años -o de décadas. Al término de casi tres meses de reportar los decesos de una determinada manera, decidieron pasar a otra, más precisa, o más completa. Lo que se suele hacer en esos casos es proyectar hacia atrás la nueva metodología y presentar las nuevas cifras anteriores. Y sobre todo, las cifras hacia adelante provendrán de la nueva metodología. La nueva normalidad -ya que les gusta el terminito- serán las mil muertes diarias, y dicho número subirá o bajará según lo que acontezca con la pandemia. Ya no en función de ajustes estadísticos o de mejores reportes, sino de fallecimientos reales.
Las dos explicaciones son legítimas. Incluso una combinación de ambas se justifica. Pero tienen consecuencias. Si es la segunda, el número de decesos de marzo, abril y mayo sería superior. Si es la primera, las cifras tendrán que bajar a los niveles anteriores, con muertes acumuladas, aunque no se produzcan el mismo día. Pero en los dos casos, las mentiras anteriores, o una nueva, quedarán en evidencia. ¿Cuál es la buena metodología? ¿La anterior, o la nueva? O ¿por qué un solo ajuste, un solo día, y ya nunca más? Pronto lo sabremos.
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