Maduro y socios cooperantes hablan en demasía tonterías de la revolución, de los constantes intentos y planes invasores, de cómo a cada rato los perspicaces cuerpos de seguridad y algunos tan desconcertantes como desconcertados denunciantes descubren tentativas siempre de vanas incursiones y atentados. De cómo el pueblo, militares, régimen, ¿empresa privada?, avanzan unidos en ambiciosos planes de patria, esforzado manejo y administración de servicios públicos, mientras regiones enteras se quedan sin electricidad un día sí y otro también; parroquias, urbanismos, ciudades no reciben agua durante semanas. De cómo la Venezuela castro-madurista insegura, maltratada, sin medicinas, con hambre, parece estar siendo el país más exitoso en el manejo y control del covid-19 a pesar de no contar más que con vigilancia policial, falta de gasolina e interferón cubano.
Pero lo que el castrismo, ahora islámico iraní, socialista ruso y bolivariano ni de lavativa advierte; se lo que no hablan ni por equivocación Maduro, Cabello y ningún otro jefazo en sus diarias apariciones, ruedas de prensa, conferencias, programas de radio y televisión, es de lo que se nos viene encima.
Basta que sea un trabajador en cualquier empresa grande, mediana o pequeña, desde la más impresionante hasta el humilde negocio de zona popular, comenzando por una megaferretería hasta la pequeña quincalla pueblerina, para darse cuenta de la caída o simple desaparición de las ventas y, en consecuencia, de los ingresos; hasta las grandes cadenas farmacéuticas tienen problemas crecientes. Y ya saben qué significa, un empleado probablemente desempleado veremos quién con Maduro seguirá resteado.
El desmoronamiento de la industria petrolera no se arreglará en días, cuidado si tampoco en años, necesitará inversiones de miles de millones de dólares para reconstruirla, ¿cree alguien que las petroleras del mundo, chinos y rusos incluidos, aportarán esos enormes capitales solo por amor a Maduro, al castro-madurismo y a los venezolanos?
Los chinos están en plena capacidad de poner a funcionar el poderoso y rentable complejo industrial siderúrgico del Orinoco, hoy pura chatarra paralizada, pero ¿quién puede garantizar, de Maduro para abajo, que Xi Jinping y sus camaradas del Comité Central en Pekín van a colocar esos miles de millones de dólares solo por solidaridad?
Y váyanse olvidando también de los tiempos en los cuales todo el sistema hidráulico de generación eléctrica en Guayana, y todo el sistema de distribución de electricidad a nivel nacional eran del Estado, “de todos los venezolanos”.
El chavismo acabó con todo, no basta con “reconstruir”, hay que “construir”, se requiere una cuantiosa inversión de recursos financieros. Durante décadas, se demostró que el Estado puede ser mal y costoso administrador, pero con poquísimas excepciones, veinte años de chavismo militar-cívico han demostrado, con dolorosos ejemplos, que el Estado -el gobierno, el régimen, para ser más claros- no solo es el peor de los administradores sino el mayor de los ladrones.
Esta revolución bolivariana de pacotilla, embustera y fraudulenta conjuntamente con sus compinches cooperantes han venido mostrando, ya desde tiempos antes del cáncer de Chávez, cómo puede controlarse un país hablándole de ideologías y sueños, pero manejándolo con la frialdad y codicia de una organización delincuencial.
Lo que se nos viene encima son las ruinas desmoronadas que estos años de ineptitud e ignorancia atiborrada de sinvergüenzas, desconcierto y bajarles la cabeza a patibularios extranjeros del castro-madurismo y la patraña cívico-militar que nos han dejado.
Será una carga colosal que tardaremos generaciones en aliviar. ¡Es preferible ser sacudido por una verdad que besado por una mentira!
@ArmandoMartini
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