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La propiedad es predicado del hombre

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El hombre viene al mundo y ninguna cosa posee o le pertenece. Comulgo en ello con un portentoso autodidacta que, hace ya más de dos centurias, vivió: Pierre Joseph Proudhon (1809-1865, París). Primero fue gran amigo de Karl Marx, pero luego el más notable entre sus adversarios. Publicó un extraordinario ensayo intitulado ¿Qué es la propiedad? (1) Filósofo, economista y sociólogo vulgar, como lo califican todavía los rusos, sostuvo atribulado (2) «[…] que la propiedad es robo […]» (3). En tanto que las doctrinas filosóficas no prescriben sin ser sometidas a una rigurosa (materialización) experimentación, pienso que aquellas viejas lucubraciones tienen una vigencia indiscutible: más aún durante nuestro [«hoy de la posmodernidad»] tiempo de revisiones, reformas, arrepentimientos tardíos, neo-inclinaciones «comunistas» (4) y contradicciones capitalistas (5)

Los motivos que impulsaron a Pierre Joseph a (volver «sinónimos») o fundir los vocablos «propiedad» y «robo» son absolutamente discutibles. Abrumado e insomne al modo de los iluminados que en la Antigüedad pronunciaban profecías, conjeturó respecto a la naturaleza religiosa y política de una «categoría» aparentemente inalienable [esa preterida por resentidos, la propiedad] fustigándola con la lógica más emocional: de los «hechos» y no la de la «razón» o «voluntad» (6). Hay momentos en los cuales el famoso pensador francés, recordado como [padre] propulsor del auténtico Anarquismo (7) o Mutualismo, al tiempo que sesudo refuta los conceptos que sus predecesores difundieron sobre la lex, por ejemplo, yerra igual por omisión de transparencia en sus definiciones. Leámoslo: «[…] La definición de la soberanía derivaba de la voluntad del soberano: luego, en una monarquía, la ley es la expresión de la voluntad del rey; en una república, la expresión de la voluntad del pueblo. Aparte de la diferencia del número de voluntades, los dos sistemas son idénticos: en uno y otro el error es el mismo. Afirmar que la ley es expresión de una voluntad, debiendo ser la expresión de un hecho […]» (8)

A diferencia de Proudhon, sostengo que la ley procede del juicio o razón apriorística y no «de los hechos»: ello por cuanto nace y se aplica ulterior a lo incidental provectamente se analizable, pese a ser una formulación del empirismo. A mi juicio, las leyes son la culminación o el resultado de una suma de reflexiones que respecto a lo perjudicial del hombre [en su condición de ente sociable y a través de la razón suficiente e inmutable] propugna en bien de la «convivencia pacífica». Los hechos, en sí mismos, implican a personas: y todo lo que desciende de nosotros es consecuencia o efecto, y no dictado o premisa de una «ley tácita» en espera de su develamiento. Una vez consumados «los hechos», solo existen en la mente de los espectadores: víctimas y actores, y no en algún supra-natural código para el enjuiciamiento de criminales.

Similar a sus meditaciones sobre la ley, que no producto de una razón suficiente e inmutable sobre los acaecimientos [ello puesto que, al cabo, se admite la rigidez de algunos preceptos del Derecho, hasta la saciedad discutidos por los filósofos de la Jurisprudencia], la necesidad de la Propiedad surge sin traumas religiosos o contiendas armadas. Nace con el hombre, es su predicado: así, cuando un bebé se aferra a sus padres, lo hace movido por la ansiedad de permanencia en el mundo. Para permanecer, fortalecerse y sobrevivir, es menester que los individuos sintamos que hay asuntos inmanentes a nosotros: la madre, los derechos tribales, la esposa, hijos, la tierra donde edificamos la vivienda y los objetos que 1a habitan. En civilización –nunca barbarie– la propiedad es también consecuencia «de un hecho» y no de «un derecho»: aunque efímero, el premio que la razón en la sociedad otorga al esfuerzo y no la consagración de la pereza.

NOTAS

(1) PROUDHON, Pierre Joseph: ¿Qué es la propiedad? Ediciones Orby. Barcelona, España, 1985.

(2) Digo extravagantemente por cuanto, en la época que Proudhon vivió, el concepto de Propiedad ganaba adeptos en todo el mundo y se fortalecía.

(3) Ob. cit. p.p. 29 y 30.

(4) Así como los «gorbachovianos» del Soviet Supremo maquillaron el manifiesto de su MARXFALSO, para luego ser eufemísticamente llamado Perestroika o Glasnost («Transparencia»), en Ultimomundano, sin ningún riguroso documento que difundir, los sempiternos disociados y resentidos platican respecto a imponer una inmundicia que no sistema de gobierno democrático llamado Socialismo del Siglo XXI y al cual lo motoriza el Terrorismo Doctrinal.

(5) Aquella protagonizada por los mandatarios de países capitalistas mediante las cuales, jocosamente, atribuyen bondades a ciertas restricciones económicas.

(6) Me inclino por el principio según el cual existe una Razón Suficiente e Inmutable, no precisamente «metafísica», virtud a la cual podemos medir los hechos y a partir de ellos levantar una Lógica Justicia Universal.

(7) Sugiero al lector el estudio al respecto escribió el sabio profesor y filósofo argentino Ángel J. Cappelletti, titulado La Ideología Anarquista (Alfadil ediciones. Caracas, 1985)

(8) Ob. Cit. p. 45.

@jurescritor

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